Parece paradójico cuanto se diga referente al litoral de Santa Cruz de La Palma. Hace algún tiempo hubo playas, coquetas y de gran arraigo social en el disfrute de los ciudadanos, y por la ampliación del recinto portuario las quitaron. Por otra parte, no podemos estar anclados al pasado de una manera ambigua y buscar culpables en el desaguisado de las cuestiones políticas o administrativas.
La posible paralización del proyecto de la nueva sería inadmisible, amenazada por los recortes económicos del Estado. Una vez empezada la obra será absurdo dar un paso atrás, dejando boquiabiertos a aquellos con las ilusiones en el sueño de nunca acabar.
La posible paralización del proyecto de la nueva sería inadmisible, amenazada por los recortes económicos del Estado. Una vez empezada la obra será absurdo dar un paso atrás, dejando boquiabiertos a aquellos con las ilusiones en el sueño de nunca acabar.
“Salvar la playa” es un grito unánime
de todos en protesta de algo prioritario y promocional para el bien empresarial
y turístico. El presidente de la Asociación de comerciantes capitalino, Juan
Arturo San Gil Ayut (1962), propuso la participación en la manifestación del
sábado, 21 de abril, y dijo: “Esto no es una protesta nuestra, ya que todos los
residentes en la ciudad y, también, del resto de la Isla se pueden ver
afectados”.
La Prensa se hizo
eco de dicho evento al día siguiente: “La patronal cree y con lógica que para
paralizar las obras de la playa supondría un golpe negativo para la estética de
una ciudad, que en parte vive gracias al turismo. Además, provoca el cierre de
comercios y el aumento del desempleo”.
Congratulada con la
opinión pública se halla el interés prestado por los ediles en proteger los
caudales ante la crisis económica, pero se advierte el descontento
generalizado, ya que no importan las disputas de unos y otros. Sólo, se desea
su finalización en el plazo previsto. Los presupuestos, según parece, están
garantizados. En ellos no radica el mal, sino en la instalación de los
emisarios submarinos para evitar el contagio de las aguas negras y de los
barrancos cercanos a la zona de baño antes de hacerse los diques sumergidos.

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