Las pésimas
condiciones de las comunicaciones, presagiaba una precaria economía, que se
basaba en la agricultura y ganadería. Se da la peculiaridad de encontrarse en
Canarias el único caso de propiedad compartida, procediendo de las tierras
conseguidas por el Cabildo en el siglo XVI, cedidas a censo perpetuo a los
campesinos. Entre 1600 y 1650 tras la caída de la caña de azúcar en el Valle de
Aridane, Felipe II dio por abolida la esclavitud en Canarias. Entonces, los
gobernantes isleños cedieron este municipio a los esclavos liberados a cambio
de un tercio de lo cosechado.
Parte de las
tierras de las zonas medias realengas no repartidas, en 1579, fueron cedidas a
los vecinos, que se veían obligados al pago de un quinto de los productos
obtenidos, denominado “Los Quintos de Garafía” y que continuó hasta 1985.
“Los hallazgos
arqueológicos del municipio nos hablan de los pobladores anteriores a la
conquista.
Una vez consumada ésta, don
Alonso Fernández de Lugo reparte algunas datas de terrenos en esta zona.
Documentos del siglo XVI dicen que el centro de Garafía fue poblado por
moradores ricos portugueses; Juan Régulo, por su parte, opina que más bien se
trataba de judíos expulsados por el rey don Juan Manuel de Portugal a partir de
1496.
Desde los primeros años, el pueblo de Garafía tuvo alcalde pedáneo y un alguacil ejecutor; como en todos los demás pueblos, tuvo su pósito de granos.
La primera parroquia, erigida a principios del siglo XVI, estuvo dedicada a San Antonio de Padua, patrono de Portugal. Sin embargo, la imagen del titular y los ornamentos, retornaron a una ermita en el monte; por lo que la iglesia quedó sin titular, hasta que Diego Yanes solicitó y obtuvo que se dedicara al culto de la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz.
En virtud de la Constitución de 1812, adquiere Garafía su municipalidad, separándose del Cabildo de la capital. En 1906, el rey Alfonso XIII le otorgó el título de Villa.
En el municipio, la visita a sus diferentes barrios facilita una bella estampa y muestra de la arquitectura popular.
Son importantes los diferentes petroglifos localizados en esta zona. Destacan especialmente los de la Zarza y la Zarcita, siendo también de interés las estaciones de Santo Domingo, Buracas, El Corchete, Las Eritas y la de los barrios de El Palmar, Juan Adalid, Don Pedro, Cueva del Sacue y Roque del Faro. En la Caldera de Taburiente hay restos de un poblado aborigen.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Luz es uno de los templos canarios con dos naves. Bendecida por el obispo de Marruecos, don Sancho Trujillo, en 1552, aún inconclusa, ha tenido sucesivas ampliaciones hasta que en el siglo XVII adquiere su definitiva organización. En su interior se conservan interesantes muestras de escultura popular” (*).
A lo largo del tiempo surgen eminentes hijos, que han dejado huellas en la Isla, honrando su lugar de origen y otros aportando sus conocimientos a favor de la Villa:
Baltasar Martín (¿…?-1525). Nace en Juan Adalid y es uno de los garafianos más ilustres del siglo XVI. Hace algún tiempo se puso en entredicho el origen y la identidad del mismo, pero el trabajo del investigador José Víctor García, que al encontrar un libro de bautismos de 1560 en la parroquia de La Luz, parece haber despejado cualquier duda al respecto. Cuenta la leyenda que la cruz, que preside la montaña del mencionado lugar, está hecha con un solo brazo de la que fabricó en su día el conocido pastor.
Viendo tres navíos pasar por la zona se marchó a Santa Cruz de La Palma y se puso al frente de un puñado de valerosos palmeros para expulsar a los corsarios franceses. Acudiendo momentos después al exconvento franciscano de La Inmaculada Concepción a dar gracias por la victoria, un fraile lo confundió con uno de los invasores y desde la torre del campanario lo agredió con un ladrillo, produciéndole una herida mortal.
En Santo Domingo, pago principal, cuenta con una plaza a su nombre y en esta ciudad, capital insular, con una calle y, en la puerta principal de la iglesia de San Francisco de Asís, existe una lápida de mármol en el suelo, que dice: “Aquí yacen/los restos del insigne patriota/Baltasar Martín/quien defendió heroicamente a/S. C. de La Palma/de los piratas que la/invadieron/el 21 julio 1553/obligándoles a reembarcarse/el 1 agosto 1553/murió a la puerta/de este templo/homenaje/del ayuntamiento de Garafía/su pueblo natal”.
Anselmo Pérez de Brito (1728-1772). Nace en Juan Adalid y estudió en Sevilla, licenciándose en seis meses. Abogado de profesión adquirió fama inmediatamente por su buen hacer. Luchó contra la nobleza de la Isla, que tenía sometida a la población. Dirige el pleito del Común de La Palma contra los regidores perpetuos por haber sido revocado al irlandés Dionisio O´Daly el nombramiento de síndico personero y denunciando la malversación de fondos públicos por aquellos. El Consejo de Castilla falla a favor y los destituyen, disponiendo, en 1773, que fueran elegidos bianualmente estos cargos por sufragio popular.
En la capital insular cuenta con una calle principal y con un colegio de enseñanza infantil y primaria. Además, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, anexa a la iglesia de Santo Domingo de Guzmán del exconvento de dominicos de San Miguel de las Victorias, consta en una lápida de mármol junto a una pared lateral la leyenda siguiente: “En esta capilla yace/el abogado don Anselmo Pérez de Brito/1728-1772/Dio a La Palma el primer ayuntamiento/de elección popular de España. La ciudad/en el segundo centenario de su muerte”.
María Montez (1912-1951). Nace en Barahona (República Dominicana) el 6 de julio y falleciendo en Suresnes (Francia) a los 39 años, enterrada en el cementerio de Montparnasse. La sangre turolense y canaria que corría por sus venas marcó un hito importante en el Hollywood de los años cuarenta. Pocos son aún los que conocen los antecedentes familiares. Su padre, Isidoro Gracia García, era natural de Garafía, nacido el 3 de abril de 1873, hijo de Joaquín Gracia Anadón (23-mayo-1841) de Estercuel (Teruel) y de María Antonia García Martín (28-septiembre-1842), garafiana. El matrimonio estaba domiciliado en la lomada de Santo Domingo y que hoy, aún, se conserva la vivienda familiar.
Su nombre de pila fue el de María África Gracia Vidal. El apellido Montez lo tomó en homenaje a la bailarina Lola Montez. Medía 1,70 metros y tenía un físico exótico, que contribuyó a llamarla la “reina del tecnicolor”. Fue la segunda de diez hermanos y educada en un convento católico de las Islas.
Casó con el banquero irlandés William McFeeters y posteriormente lo hizo con el actor francés Jean-Pierre Aumont con quien tuvo una hija llamada María Cristina, futura actriz, conocida como Tina Aumont. Su trayectoria artística fue seguida muy de cerca por la crítica mundial, que le han otorgado numerosos reconocimientos a nivel local e internacional.
En 1941 debutó en la gran pantalla norteamericana con la película “La mujer invisible”. Lo hizo con otras en fechas distintas, como: Las Mil y Una noches (1942), La salvaje blanca (1943), Alí Babá y los cuarenta ladrones (1943), La reina de Cobra (1944), Alma Zíngara (1944), Sudán (1945), La Atlántida (1948), La venganza del corsario (1951)… Participó en veintisiete filmes de los que veintidós fueron hechos en Estados Unidos y cinco en Europa.
José Mata García (1940-1971). Nace en Las Tricias y ha sido el único torero de fama en las Islas, conocido como “El Canario”. Pepe Mata comenzó su carrera de tauromaquia en Venezuela en la plaza de Nuevo Circo de Caracas. En 1965, tomó la alternativa de manos de Manuel Benítez “El Cordobés”, en Las Ventas (Madrid). Y, por último, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) sufrió una cogida mortal, en el momento en que entraba a matar, del toro llamado “Cascabel” de la ganadería de Luis Frías. La herida de 25 centímetros de profundidad, que le destrozó la vena femoral, a los dos días después le produjo la muerte por gangrena gaseosa en el sanatorio madrileño de Toreros. Sus restos mortales reposan en el cementerio de la Almudena.
En Santa Cruz de La Palma se halla una estatua de bronce con vestimenta de matador en medio de una plaza ajardinada con su nombre. Se hizo merecedor de rodar películas con temáticas taurinas. En el lugar de origen se puso una placa de mármol, que dice: “El Ayuntamiento de la Villa de Garafía/a su distinguido hijo/José Mata/actor de cine y matador de toros/de las islas canarias/valiente como torero, pundonoroso como artista/caballero en la amistad/nació aquí en Las Tricias el 23 de julio 1937”.
Juan Régulo Pérez (1914-1993). Murió en La Laguna, siendo un
consumado esperantista. Profesor en las facultades de Filología y Geografía e
Historia en la Universidad lagunera. Su actividad académica comenzó desde 1929,
año en que cursa los estudios de Maestro de Primera enseñanza en la Escuela
Normal de Magisterio. Por 1931 empieza a conocer esperanto cuya propagación y
perfeccionamiento nunca dejó de hacerlo. Ocupó distintos cargos en segunda
enseñanza y en la universidad, siendo distinguido como miembro de varias
instituciones científicas y secretario
de una revista de investigación, que ostentó hasta su jubilación. Contribuyó
notablemente y eficazmente en las anotaciones y estudios de la Historia de
Canarias de Viera y Clavijo.
Tomás Hernández Medina (1917-1995). Fue un campesino y ganadero humilde, verseador y jugador de palo, que aprendió dicha actividad en el monte, entre los años 40 y 50 del siglo XX. En los 90, poco antes de morir en Santa Cruz de La Palma, pudo enseñar su arte abiertamente a un pequeño grupo.
“El juego del palo” se halla considerado como un deporte autóctono regional, de origen milenario. Es uno de esos préstamos del pasado para legar al futuro como parte del patrimonio del conocimiento humano. En Canarias, procede de sus pobladores oriundos llegados del norte de África. Las primeras crónicas describen algunos de los hábitos de estos indígenas de lenguas tamazight, realizadas casi cien años después de su dominación y culminada por el Adelantado en 1496. Desde los primeros relatos se describen las numerosas contiendas en donde destaca la habilidad en el manejo de armas de palo y de lo duro de su combate.
Antonio Manuel Díaz Rodríguez (1929-2011). Nace y fallece en Santa Cruz de La Palma. Fundador y presidente de la Asociación Junonia Mayor de Amigos de la Naturaleza, Asociación Española del Perro Garafiano y miembro del Patronato de Espacios Naturales de la isla de La Palma. Es destacable su preocupación medioambiental, defensa a ultranza de la protección de las razas autóctonas palmera y canaria y del perro pastor garafiano de origen prehispánico, que ha ganado concursos a nivel nacional e internacional por su belleza y nobleza. Estuvo a punto de la extinción, pero la dedicación de muchas personas, entre ellas el indicado anteriormente, ha hecho que siga acompañándonos en la actualidad. Es imprescindible continuar el linaje de un animal tan increíble como este.
En 2009 la Villa de Garafía le entregó la Medalla de Oro por su encomiable compromiso de defenderla sin desmayo contra la indiferencia y el olvido. En memoria de él la Asociación del Perro Pastor le rindió un sencillo acto de solidaridad.
Desde los primeros años, el pueblo de Garafía tuvo alcalde pedáneo y un alguacil ejecutor; como en todos los demás pueblos, tuvo su pósito de granos.
La primera parroquia, erigida a principios del siglo XVI, estuvo dedicada a San Antonio de Padua, patrono de Portugal. Sin embargo, la imagen del titular y los ornamentos, retornaron a una ermita en el monte; por lo que la iglesia quedó sin titular, hasta que Diego Yanes solicitó y obtuvo que se dedicara al culto de la Virgen, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Luz.
En virtud de la Constitución de 1812, adquiere Garafía su municipalidad, separándose del Cabildo de la capital. En 1906, el rey Alfonso XIII le otorgó el título de Villa.
En el municipio, la visita a sus diferentes barrios facilita una bella estampa y muestra de la arquitectura popular.
Son importantes los diferentes petroglifos localizados en esta zona. Destacan especialmente los de la Zarza y la Zarcita, siendo también de interés las estaciones de Santo Domingo, Buracas, El Corchete, Las Eritas y la de los barrios de El Palmar, Juan Adalid, Don Pedro, Cueva del Sacue y Roque del Faro. En la Caldera de Taburiente hay restos de un poblado aborigen.
La iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Luz es uno de los templos canarios con dos naves. Bendecida por el obispo de Marruecos, don Sancho Trujillo, en 1552, aún inconclusa, ha tenido sucesivas ampliaciones hasta que en el siglo XVII adquiere su definitiva organización. En su interior se conservan interesantes muestras de escultura popular” (*).
A lo largo del tiempo surgen eminentes hijos, que han dejado huellas en la Isla, honrando su lugar de origen y otros aportando sus conocimientos a favor de la Villa:
Baltasar Martín (¿…?-1525). Nace en Juan Adalid y es uno de los garafianos más ilustres del siglo XVI. Hace algún tiempo se puso en entredicho el origen y la identidad del mismo, pero el trabajo del investigador José Víctor García, que al encontrar un libro de bautismos de 1560 en la parroquia de La Luz, parece haber despejado cualquier duda al respecto. Cuenta la leyenda que la cruz, que preside la montaña del mencionado lugar, está hecha con un solo brazo de la que fabricó en su día el conocido pastor.
Viendo tres navíos pasar por la zona se marchó a Santa Cruz de La Palma y se puso al frente de un puñado de valerosos palmeros para expulsar a los corsarios franceses. Acudiendo momentos después al exconvento franciscano de La Inmaculada Concepción a dar gracias por la victoria, un fraile lo confundió con uno de los invasores y desde la torre del campanario lo agredió con un ladrillo, produciéndole una herida mortal.
En Santo Domingo, pago principal, cuenta con una plaza a su nombre y en esta ciudad, capital insular, con una calle y, en la puerta principal de la iglesia de San Francisco de Asís, existe una lápida de mármol en el suelo, que dice: “Aquí yacen/los restos del insigne patriota/Baltasar Martín/quien defendió heroicamente a/S. C. de La Palma/de los piratas que la/invadieron/el 21 julio 1553/obligándoles a reembarcarse/el 1 agosto 1553/murió a la puerta/de este templo/homenaje/del ayuntamiento de Garafía/su pueblo natal”.
Anselmo Pérez de Brito (1728-1772). Nace en Juan Adalid y estudió en Sevilla, licenciándose en seis meses. Abogado de profesión adquirió fama inmediatamente por su buen hacer. Luchó contra la nobleza de la Isla, que tenía sometida a la población. Dirige el pleito del Común de La Palma contra los regidores perpetuos por haber sido revocado al irlandés Dionisio O´Daly el nombramiento de síndico personero y denunciando la malversación de fondos públicos por aquellos. El Consejo de Castilla falla a favor y los destituyen, disponiendo, en 1773, que fueran elegidos bianualmente estos cargos por sufragio popular.
En la capital insular cuenta con una calle principal y con un colegio de enseñanza infantil y primaria. Además, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, anexa a la iglesia de Santo Domingo de Guzmán del exconvento de dominicos de San Miguel de las Victorias, consta en una lápida de mármol junto a una pared lateral la leyenda siguiente: “En esta capilla yace/el abogado don Anselmo Pérez de Brito/1728-1772/Dio a La Palma el primer ayuntamiento/de elección popular de España. La ciudad/en el segundo centenario de su muerte”.
María Montez (1912-1951). Nace en Barahona (República Dominicana) el 6 de julio y falleciendo en Suresnes (Francia) a los 39 años, enterrada en el cementerio de Montparnasse. La sangre turolense y canaria que corría por sus venas marcó un hito importante en el Hollywood de los años cuarenta. Pocos son aún los que conocen los antecedentes familiares. Su padre, Isidoro Gracia García, era natural de Garafía, nacido el 3 de abril de 1873, hijo de Joaquín Gracia Anadón (23-mayo-1841) de Estercuel (Teruel) y de María Antonia García Martín (28-septiembre-1842), garafiana. El matrimonio estaba domiciliado en la lomada de Santo Domingo y que hoy, aún, se conserva la vivienda familiar.
Su nombre de pila fue el de María África Gracia Vidal. El apellido Montez lo tomó en homenaje a la bailarina Lola Montez. Medía 1,70 metros y tenía un físico exótico, que contribuyó a llamarla la “reina del tecnicolor”. Fue la segunda de diez hermanos y educada en un convento católico de las Islas.
Casó con el banquero irlandés William McFeeters y posteriormente lo hizo con el actor francés Jean-Pierre Aumont con quien tuvo una hija llamada María Cristina, futura actriz, conocida como Tina Aumont. Su trayectoria artística fue seguida muy de cerca por la crítica mundial, que le han otorgado numerosos reconocimientos a nivel local e internacional.
En 1941 debutó en la gran pantalla norteamericana con la película “La mujer invisible”. Lo hizo con otras en fechas distintas, como: Las Mil y Una noches (1942), La salvaje blanca (1943), Alí Babá y los cuarenta ladrones (1943), La reina de Cobra (1944), Alma Zíngara (1944), Sudán (1945), La Atlántida (1948), La venganza del corsario (1951)… Participó en veintisiete filmes de los que veintidós fueron hechos en Estados Unidos y cinco en Europa.
José Mata García (1940-1971). Nace en Las Tricias y ha sido el único torero de fama en las Islas, conocido como “El Canario”. Pepe Mata comenzó su carrera de tauromaquia en Venezuela en la plaza de Nuevo Circo de Caracas. En 1965, tomó la alternativa de manos de Manuel Benítez “El Cordobés”, en Las Ventas (Madrid). Y, por último, en Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) sufrió una cogida mortal, en el momento en que entraba a matar, del toro llamado “Cascabel” de la ganadería de Luis Frías. La herida de 25 centímetros de profundidad, que le destrozó la vena femoral, a los dos días después le produjo la muerte por gangrena gaseosa en el sanatorio madrileño de Toreros. Sus restos mortales reposan en el cementerio de la Almudena.
En Santa Cruz de La Palma se halla una estatua de bronce con vestimenta de matador en medio de una plaza ajardinada con su nombre. Se hizo merecedor de rodar películas con temáticas taurinas. En el lugar de origen se puso una placa de mármol, que dice: “El Ayuntamiento de la Villa de Garafía/a su distinguido hijo/José Mata/actor de cine y matador de toros/de las islas canarias/valiente como torero, pundonoroso como artista/caballero en la amistad/nació aquí en Las Tricias el 23 de julio 1937”.
Tomás Hernández Medina (1917-1995). Fue un campesino y ganadero humilde, verseador y jugador de palo, que aprendió dicha actividad en el monte, entre los años 40 y 50 del siglo XX. En los 90, poco antes de morir en Santa Cruz de La Palma, pudo enseñar su arte abiertamente a un pequeño grupo.
“El juego del palo” se halla considerado como un deporte autóctono regional, de origen milenario. Es uno de esos préstamos del pasado para legar al futuro como parte del patrimonio del conocimiento humano. En Canarias, procede de sus pobladores oriundos llegados del norte de África. Las primeras crónicas describen algunos de los hábitos de estos indígenas de lenguas tamazight, realizadas casi cien años después de su dominación y culminada por el Adelantado en 1496. Desde los primeros relatos se describen las numerosas contiendas en donde destaca la habilidad en el manejo de armas de palo y de lo duro de su combate.
Antonio Manuel Díaz Rodríguez (1929-2011). Nace y fallece en Santa Cruz de La Palma. Fundador y presidente de la Asociación Junonia Mayor de Amigos de la Naturaleza, Asociación Española del Perro Garafiano y miembro del Patronato de Espacios Naturales de la isla de La Palma. Es destacable su preocupación medioambiental, defensa a ultranza de la protección de las razas autóctonas palmera y canaria y del perro pastor garafiano de origen prehispánico, que ha ganado concursos a nivel nacional e internacional por su belleza y nobleza. Estuvo a punto de la extinción, pero la dedicación de muchas personas, entre ellas el indicado anteriormente, ha hecho que siga acompañándonos en la actualidad. Es imprescindible continuar el linaje de un animal tan increíble como este.
En 2009 la Villa de Garafía le entregó la Medalla de Oro por su encomiable compromiso de defenderla sin desmayo contra la indiferencia y el olvido. En memoria de él la Asociación del Perro Pastor le rindió un sencillo acto de solidaridad.
Pilar Cabrera Pombrol (1950). Nace en Santa Cruz de La Palma y es
maestra de enseñanza primaria por la Escuela Normal de Magisterio de La Laguna,
en la extinguida Academia Insular de Magisterio y Comercio. Su afición
literaria, una vez jubilada, la dedica a la difusión del patrimonio etnográfico
y cultural del municipio. Junto a otras dos más, por la celebración del “Día
del Municipio de la Villa de Garafía”, se le entregó una placa, designándola
como investigadora de la historia del pueblo.
Sus publicaciones hacen alarde a su interés y amplios conocimientos popular y local en el tiempo. Su último libro “Garafía y la guerra civil” nos narra la crudeza especial que se sufrió durante esa contienda por el hecho de que los alzados, aquellos palmeros que decidieron no doblegarse al golpe militar y se escondieron, acabaron muchos refugiándose en esta parte.
Continuar hablando de la bella tierra norteña de La Palma, es hacerlo sobre su arquitectura de estilo colonial y canario con casas de cuatro aguas y de sus fiestas principales, 13 de junio, de San Antonio del Monte. El documento más antiguo que existe sobre este lugar data de 1539 y cuentan los antepasados, que frente a la iglesia existía una cruz, habiendo hoy una réplica de la misma situada en diferente lugar.
Se celebran diferentes actos, siendo de los más destacados la feria de ganado o la muestra del perro pastor garafiano en un ambiente de masiva participación. Es una de las más antiguas de Canarias y celebrada ininterrumpidamente desde finales del siglo XIX.
Entre las labores artesanales se hallan los bordados y los tejidos confeccionados en el telar tradicional. Los viejos molinos llenan el paisaje con sus estructuras eólicas moviendo maquinarias de arraigo familiar a la producción alimenticia del suculento grano sembrado y tostado. El queso así como el vino, constituyen los más preciados elementos de la gastronomía y la fabricación de las barricas o toneles en madera de pino canario, dándole un sabor especial a “tea” al líquido baconiano.
Los senderos y caminos reales recorren por laderas y barrancos el municipio, permitiéndonos conocer sus caseríos y bellezas naturales e históricas. Las Tricias es uno de ellos y conserva en su entorno una importante colonia de dragos, endemismo canario, que tiene su mayor concentración en Buracas.
Anteriormente al nexo por tierra, cuando no había carreteras, la vía marítima fue el único medio de transporte. Por los puertos o calas llegaban cualquier tipo de mercancía o pasajeros. Las dificultades fueron muchas debido a las circunstancias adversas del mar, que obligaba a utilizar distintas artimañas para el desembarco. Algunos tomaron un auge de prosperidad en el comercio local, que hizo aumentar la frecuencia de viajes para abastecer la demanda de artículos de primera necesidad. En ellos se formaron pequeños núcleos de almacenes y viviendas familiares en mira del bienestar y el progreso, acondicionado al aislamiento. Fueron un acontecimiento memorable las estampas del Evelia, Fausto, Genoveva y Quisisana. Todos ellos barcos de cabotaje o falúas que surcaban el litoral cubriendo los extremos más alejados con la capital isleña. Los últimos desembarcaderos operativos para los indicados quehaceres fueron La Fajana, Santo Domingo desde donde se obtienen magníficas vistas del acantilado, La Manga en Juan Adalid, Don Pedro, El Mudo y Lomada Grande.
Sus publicaciones hacen alarde a su interés y amplios conocimientos popular y local en el tiempo. Su último libro “Garafía y la guerra civil” nos narra la crudeza especial que se sufrió durante esa contienda por el hecho de que los alzados, aquellos palmeros que decidieron no doblegarse al golpe militar y se escondieron, acabaron muchos refugiándose en esta parte.
Continuar hablando de la bella tierra norteña de La Palma, es hacerlo sobre su arquitectura de estilo colonial y canario con casas de cuatro aguas y de sus fiestas principales, 13 de junio, de San Antonio del Monte. El documento más antiguo que existe sobre este lugar data de 1539 y cuentan los antepasados, que frente a la iglesia existía una cruz, habiendo hoy una réplica de la misma situada en diferente lugar.
Se celebran diferentes actos, siendo de los más destacados la feria de ganado o la muestra del perro pastor garafiano en un ambiente de masiva participación. Es una de las más antiguas de Canarias y celebrada ininterrumpidamente desde finales del siglo XIX.
Entre las labores artesanales se hallan los bordados y los tejidos confeccionados en el telar tradicional. Los viejos molinos llenan el paisaje con sus estructuras eólicas moviendo maquinarias de arraigo familiar a la producción alimenticia del suculento grano sembrado y tostado. El queso así como el vino, constituyen los más preciados elementos de la gastronomía y la fabricación de las barricas o toneles en madera de pino canario, dándole un sabor especial a “tea” al líquido baconiano.
Los senderos y caminos reales recorren por laderas y barrancos el municipio, permitiéndonos conocer sus caseríos y bellezas naturales e históricas. Las Tricias es uno de ellos y conserva en su entorno una importante colonia de dragos, endemismo canario, que tiene su mayor concentración en Buracas.
Anteriormente al nexo por tierra, cuando no había carreteras, la vía marítima fue el único medio de transporte. Por los puertos o calas llegaban cualquier tipo de mercancía o pasajeros. Las dificultades fueron muchas debido a las circunstancias adversas del mar, que obligaba a utilizar distintas artimañas para el desembarco. Algunos tomaron un auge de prosperidad en el comercio local, que hizo aumentar la frecuencia de viajes para abastecer la demanda de artículos de primera necesidad. En ellos se formaron pequeños núcleos de almacenes y viviendas familiares en mira del bienestar y el progreso, acondicionado al aislamiento. Fueron un acontecimiento memorable las estampas del Evelia, Fausto, Genoveva y Quisisana. Todos ellos barcos de cabotaje o falúas que surcaban el litoral cubriendo los extremos más alejados con la capital isleña. Los últimos desembarcaderos operativos para los indicados quehaceres fueron La Fajana, Santo Domingo desde donde se obtienen magníficas vistas del acantilado, La Manga en Juan Adalid, Don Pedro, El Mudo y Lomada Grande.
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