Se tiene un buen momento cuando se fuma un puro palmero,
deleitando su aroma y el placer que se desprende de la más honda inspiración en
los humanos pensamientos. Se descubre un mundo inimaginable observando el
difuminado humo, saliendo de sus entrañas, que lentamente se disuelve en el
onírico y etéreo espacio envolvente de nuestro hábitat. Es una fuente que forma
parte de una tradición muy dentro del ser, consciente de la función artesanal
del producto como proyección económica usando la materia prima con cierto
secreto de anteriores generaciones familiares. A cualquier edad y etapa daba el
fruto apetecible cuando se hacía con fe
y se cuidaba con perseverancia.