PLAZA DE LA CANDELARIA: Con el sosiego que nos tranquiliza
la cercanía y, al mismo tiempo, la lejanía de la ciudad en un lugar maravilloso,
muy bello entre el monte y la sinuosidad de la costa, como lo es el pago de
Mirca y su entorno. Constituye todo esto un pequeño remanso de paz para meditar
y, por lo tanto, para entregarse al placer del susurro de las brisas,
resbalando por la suave pendiente de la planicie hasta el acantilado, para así
conseguir un silencio prolongado durante algún momento de nuestra estancia,
acotada por la prisa de seguir el camino, que se mece en observación y éxtasis
de nuestras miradas fugitivas destilando ideas gota a gota como el fresco
bernegal, que se ofrece como instrumento reparador de nosotros mismos.