sobrevive en mi
memoria.
No, como recuerdos arcanos,
sino luz que alumbra un
día
de inmenso cariño
humano.
Mis manos recorren su contorno
envuelto de azul
melancolía,
cual gaviota que en su
retorno
cabriolas dibuja junto
a la espuma,
partituras son de
volcánica orilla.
Cuenco eres, deidad de libertad,
lleno de nobleza y
fuerte en bravura
componen el loor, don
de lealtad,
blasón ondeante en tus
alcores.
Jardín que vigilas la esmeralda flor
con cantos de vírgenes
doncellas
liberadas por tan dulce
clamor
que ansiosos nos
adormece el corazón.
Atalaya eres de soberbios gigantes,
rumor de juventud y
holocausto.
Arrullo de brisas formando el semblante
de la bella durmiente
cual ornato Fausto.
La nostalgia del pasado
me pregunta
constantemente:
¡Eres tú, Benahoare, la fuente creadora
de mis furtivos
pensamientos!
¡Eres madrigal al coloso Atlántico
y respeto a la ardua
tierra!
Sangrante las arterias de tu alma fiera
vomita la ira del
mítico Vulcano,
formando bello vergel
que en su ardor… morir
quisiera.