La ciudad nació de la bahía y esta realidad ha marcado su
historia con un sello indeleble en el transcurso de los siglos. Desde siempre
Santa Cruz de La Palma vivió para el mar y gracias a él, a través suyo, la isla
se proyectó por los confines de la tierra. Surgió la competencia de los grandes
vapores, se monopolizó el comercio y el tráfico nacional e internacional.