Al fuego de la vida, una y mil veces,
le doy mi aliento, las horas transcurridas,
los días, las semanas, los meses
y los años, han sido un sueño
en nuestros brazos extendidos,
a ver la lluvia de otoño caer torrencialmente
por las planas praderas de mi verde valle.
Apaga el calor que
da la tierra,
libera la humedad del tiempo pasado,
con la pasión de nuestros corazones.
No busco la soledad
a sola guía de mis pasos,
ni la palabra que arrulla el destino
ni oro en el cauce del barranco ni en el mar distancias,
con las puntas de mis dedos cuento los latidos
de mi corazón acompasado sin parar.
Juntos hicimos
numerosas maravillas,
abrimos puertas y ventanas de par en par
de castillos de naipes caídos en la nieve
como mágicas y níveas alfombras voladoras,
cubriendo los paisajes de la isla flotando sobre el mar.
Equilibrio me
suscita volando las palomas de la paz,
Blancas y grises entre el azul oceánico y el altanero cielo,
un camino angosto y sin final inacabado, insospechado,
misterioso, serpenteantes meandros por las planicies
donde tu voz apenas llega como una brisa,
hileras de aves recorren espacios siderales vacíos
¿son esperanzas o deseos volátiles sin resolver?
Pensamientos que se
lleva el viento al amanecer
o al atardecer sin fronteras como palomas de papel.
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