La poetisa nace y muere en Santa Cruz de La Palma,
que le ofreció la primera luz del día como, también, oscureció sus ojos en el
más profundo de su sueño eterno, una vez alcanzada la cúspide de sus logros,
cuando gozaba de una inmensa paz, según sus convicciones personales que se
convirtieron en perennes creencias, firme e inamovible, en el
seno de una familia burgués de la alta sociedad palmera como un destello
en el entramado cultural y artístico de la segunda mitad del siglo decimonónico
y principio del XX.