Desde los albores del Renacimiento y los repuntes del
modernismo europeo se viene manteniendo que hay formas, objetos,
manifestaciones plásticas esencialmente visuales y sonoras, que son denominadas
obras de arte, mientras son admitidas
como tales, teóricamente con normativa estética y reflexión histórica. Todos
los demás, que no estén directamente originados por las artes mayores: arquitectura,
escultura y pintura, son consideradas como artes menores, estéticos u ornamentales y
decorativos. Los primeros entran
directamente a formar parte de una colección o museo y los segundos, sólo, como
algo complementario y de rango secundario, en el caso de que sean objetos
perennes, ya que los otros con vida fugaz y efímera no son coleccionables.