Entre verdes llanuras, prados con frondosas espigas
y flores con hermosos colores
saludan al sol del mediodía,
perfuman las montañas con fuerte
fragancia de suave armonía.
Mi isla se pinta de esmeralda bajo un cielo azul sin nubes
y mi corazón de rojo como la sangre
que corren en mis venas.
Los trinos alegran con líricos coros
y con la esperanza de un amor
eterno,
cantando al aire dulces melodías
serenatas felices de una nueva
sensación.
Los almendros abren sus corolas rosas,
pétalos que muestran la sabia
belleza en campos quemados
por dormidos volcanes, bramando
tristezas, suspiros del alma.
Amaneceres serenos despliegan su magia
advientos envueltos en sombría noche,
buscando una esperanza, un Dios
escondido en el más allá.
Ante el umbral de la despedida
y de un futuro incierto ensoñador
la luz me ciega en rápidos destellos
al llegar a mi mente con sabios
pensamientos.
Vestiduras etéreas, espacios inmortales
de eternas claridades de sol y
estrellas relucientes.
Anuncian la eterna primavera de colores amarillos,
ocres y marrones…
luz y amor, alegría y corazones, se
desgranan en todos los vacíos,
rincones, ventanas y balcones.
El sol ilumina la senda hacia la felicidad
y esperanza de lo correcto.
Suenan sainetes y la gente se refugian en las sombras
peregrinas de nubes grisáceas o
color ceniciento que flotan
como aves con alas abiertas al
viento
de aquí para allá, de norte a sur,
de este a oeste…
de menos a más.