La construcción en
1871 colmó una buena parte de las ansias culturales de la sociedad palmera en
el tránsito de los siglos XIX y XX, que se definió como una época fructífera y,
con acierto, se llamó “edad de oro” de La Palma. En tiempos posteriores a
1914-1918 se acometió una reforma estructural, que supuso un esfuerzo para
adaptarse a nuevas necesidades de un público exigente a novedosas formas de
ocio e ilustración. Así se transformó en testigo privilegiado del devenir del
teatro, la danza y la música.