fecha

  Bienvenidos a mi blog. Hoy es Martes, 18 de Marzo de 2025

domingo, 16 de marzo de 2025

LA DAMA DEL TRAJE BLANCO

           La poetisa nace y muere en Santa Cruz de La Palma, que le ofreció la primera luz del día como, también, oscureció sus ojos en el más profundo de su sueño eterno, una vez alcanzada la cúspide de sus logros, cuando gozaba de una inmensa paz, según sus convicciones personales que se convirtieron en perennes creencias, firme e inamovible, en el seno de una familia burgués de la alta sociedad palmera como un destello en el entramado cultural y artístico de la segunda mitad del siglo decimonónico y principio del XX.

        Su hermana, Cristina, siguió sus pasos y así consta como tal en los anales de la poesía y en el arte del verso y la medida métrica, rítmica, del menester más hermoso de manifestar los sentimientos interiores del ser humano. Fue una mujer librepensadora, única en su evolución intelectual, seguidora de la obra de Voltaire (1694-1778), un símbolo del republicanismo palmense y, probablemente, masona pese a que las femeninas estaban vetadas en las logias. Sus ideas hacen que sufra el rechazo y olvido por gran parte de muchos isleños, no así por la élite intelectual, que la admira sobremanera. Su presencial físico es lo demandado para cualquier evento, sea donde sea, en cualquier lugar que la llamasen para aportar su sabiduría. Poco a poco fue declinando estas invitaciones, enviando entonces alguno de sus textos. Se aísla de los demás y se cierra en sí misma en su querida Quinta Verde, una hacienda de gran belleza en las afueras de la ciudad, subiendo por el cauce del barranco de Dolores, hoy, avenida de El Puente. La casona fue visitada por pensadores de fuera de la isla y del archipiélago canario, por tanto, se convierte en lo más elogiado con una personalidad pública de relevancia social y cultural.

      Leocricia Segunda de las Angustias Pestana Fierro (1853-1926), con absoluta complicidad nos comunica sigilosamente que es un genio histórico, de nuestra historia, no pude menos que dar algunas vueltas a mis conocimientos sobre ella en varias facetas de su vida privada, artística y social. Al final de un corto paseo por los alrededores de lo que fue su hogar me surgieron recuerdos de mi juventud, llegando a la conclusión de que se me hacía difícil hablar de Leocricia. Todo un reencuentro con el pasado y el palpitar del presente, para añorar lo efímero del ayer no muy lejano, cuando pasaba por delante de la mansión solariega, suscitándome misterio con el silencio callado en lo amado profundamente en el corazón humano de una dama vestida de blanco, rítmicamente ante la incomprensión de los otros. Es un reencuentro con los hechos vividos con vehemencia en ocasión de rememorar lo encontrado de otra época, lejos de darle la espalda a su acontecer, ha sabido mimarlo para las generaciones venideras.

                              Pestana Fierro nació el 19 de agosto y fue bautizada en la parroquia matriz de El Salvador del Mundo de la capital insular con los nombres antes señalados, el 11 de enero de 1854, por haber nacido después de la muerte de otra hermana del mismo nombre, de 14 años de edad, que muere el 23 de septiembre de 1853, al mes siguiente de haber nacido ella, siendo su madrina su tía paterna, María de los Dolores. Es hija del matrimonio formado por José Gabriel Pestana Brito, estanquero, depositario de propios, procurador del juzgado y prestamista y de María del Rosario Fierro Camacho. El matrimonio tuvo siete hijos con un conjunto de circunstancias adversas.

          El domicilio familiar ubicado en el número 43 de la calle real De Santiago, actual número 53 de la calle Pérez de Brito, reseñando que no hay ninguna indicación referente a la anterior edificación. Cuando contaba 5 años, su padre fallece a los 48, dejando una situación crítica en el estado emocional de la niña, preclaro renacer de orfandad. La madre y 3 de sus cinco hermanos, ya que 2 de ellos habían muerto, vivieron muy unidos desde entonces para lo bueno y lo malo que la vida le había deparado con sus avatares. Fallecían su madre y sus hermanos Cristina, la mayor, y José Gabriel. Quedaba la biografiada en la vieja casona hasta la muerte del último.

                              A la edad de 44 años casó con Dionisio Carrillo Álvarez, hijo del que fue su maestro, Blas Carrillo Batista, haciendo sus estudios de Primaria y Secundaria en su casa, que le tuteló y dirigió la lectura, escritura, cálculo y demás materias. La boda tuvo lugar en el templo de El Salvador, antes descrito como iglesia principal de la capital ante el arcipreste, Benigno Mascareño Pérez, celebrante de la solemne ceremonia sacramental, contando con el acto presencial del secretario del Juzgado, José Manuel Pérez de Paz, la constancia del mismo en el Registro Civil.

     Como ciudadano no puedo olvidar las imágenes y los textos que nos ofrece un amplio panorama de lo visual y cotidiano de nuestro entorno medio ambiental. Nos habla de la persona y de muchos, muchísimos, recuerdos en los que todos los palmeros nos hemos llenado, alguna vez de la mano de familiares o amigos, de lo esencial y efímero como vivencias nuestras para pregonarlas a los cuatro vientos. Las vivencias, nos narra pequeñas facetas que conforman una buena parte de nuestro pretérito, nos describe una sucesión de dignos aconteceres, que han sido testigos de esos episodios en los que podemos hallar la explicación de tantos capítulos del presente. Por todo ello se hace necesario el gozo de volver sobre nuestros pasos.

                              Saber sobre la vida de Leocricia Pestana no es malgastar el instante poético, sino tener conocimiento de la creadora de una maravillosa y concebida obra con una proyección universal, porque así fue su andar por la senda literaria. Su persona ha pasado desapercibida para la gran mayoría de críticos, historiados y autores hasta que su trabajo fue valorado y reconocido por intelectuales y escritores de su tiempo, que prestigiaron su personalidad, su fuerza intelectual y su mérito como poeta.

        Al igual que, comentó, Manuel de Paz, yo lo hago de sus sonetos, siendo 3 los más representativos: a Tanausú, el gran mito de la isla de La Palma; a Muñoz Torrero, por su canto al liberalismo y a la idea de soberanía nacional y, finalmente, su poema A la Sociedad Amor Sapientiae. A estos habría que añadirles el soneto La inicua Inquisición canto al librepensamiento, ‘Deprecación’, como crítica religiosa y el dedicado a la Real Sociedad La Cosmológica en el que nos dice que la Ciencia nos hará libres.

                              Las razones de su indivisibilidad son claras. La dama del traje blanco que escribía sus versos sobre los pétalos de las rosas de su jardín, perfumando los bellos rincones, que se deslizan por las suaves pendientes del risco, veredas y escaleras del cercano cíclope, la una por su actitud retadora, por su lenguaje corrosivo y su conducta antisocial frente a una sociedad que la obliga a refugiarse en sí misma y contra la que ella escribió y la otra por su posición moral al margen de lo establecido por una burguesía pacata y ordenada, según los criterios sociales y religiosos del momento.

                              Pestana Fierro por ser librepensadora, republicana, anticlerical y por declararse apegada a pensamientos fuera de lo común en una mujer de la alta burguesía canaria y por su actitud en contra de esa búsqueda, dando su apoyo a las mujeres y a los trabajadores, por lo que fue una firme defensora del racionalismo, de la igualdad y la libertad del género femenino.

          Si cambiamos hacia un lado las intenciones de ubicar el sitio de ese jardín misterioso, la Quinta Verde, es un fortín privilegiado de la ciudad de Santa Cruz de La Palma, donde se veía el azul y resplandeciente mar victorioso y soñador por sus encantos y narrativas, desde lo más sublime de sus pensamientos la dama, al atardecer, pasaba tiempo o ratos interminables sentada en la parte alta del lugar contemplando el paisaje oceánico, allá en lo lejos, en brazos de la placidez y el contorno adormilado del crepúsculo, entre densos espacios de hermosas florestas multicolores, en las noches iluminadas de luna llena, lucen alegres sus encantos y dialoga con ellas. La casona fue construida en el siglo XVI, siendo la residencia de verano de la familia Massieu y bautizada así por el color que le dieron sus dueños a la carpintería y es uno de los mejores ejemplos de construcción suburbana que existe en Canarias. Una portada con un marco de piedra molinera negra da paso a esta inmensa propiedad. El camino de acceso conduce a una gran escalinata de piedra que, adosada al risco, lleva hasta una segunda portada de cantería roja. El paseo sigue hasta el terreno situado delante de la mansión y, una vez dentro, la arquitectura tradicional isleña se convierte en otra muy distinta, a través de un patio central, coronado por una fuente. Pronto se llega, como mandaban los cánones religiosos de la sociedad palmera, a una capilla, que guarda todo su artesonado, como el de una iglesia, pero de origen mudéjar y cuya cubierta combina las formas geométricas arabescas con unos querubines propios de la cultura católica. En ella se guardó durante algunos años, la sagrada y venerada imagen de Pasión, Semana Santa, El Señor de la Caída, del escultor e imaginero sevillano Benito de Hita y Castillo y de Guzmán (1714-1784). En la actualidad se conserva en la parroquia capitalina de San Francisco de Asís.

      En 1898, se traslada a la mencionada propiedad de su hermano Segundo que la había comprado la hacienda a Antonio Álvarez Rodríguez. Poseyó un enamoramiento mayúsculo de ese lugar, que solía visitarlo con suma frecuencia y es allí donde se da a conocer en las reuniones y veladas, acompañadas de suculentos refrigerios y selectos manjares, que hacían la delicia de masones y es precisamente en ellas cuando lee sus poemas y comienza a ganarse prestigio como escritora. A la muerte de su hermano, soltero y sin descendencia, se constituye la heredera de sus bienes prescritos y pasa a ser la propietaria de la mencionada finca. Sin embargo, a causa de un gravamen que pesaba sobre la misma y al no poder enfrentar la deuda, llegó a un acuerdo con el nuevo dueño. Mediante aquel compromiso le cedió parte de la hacienda, reservándose la zona alta de la casona y los jardines inmediatos.

       En aquella casa recibía a intelectuales sobresalientes, quienes mostraban un interés especial por conocerla. Jaime Pérez García de Aguiar (1930-2009), decía: ‘Recibía sus visitas en una sala iluminada, despacho-biblioteca, cuyas paredes estaban cubiertas por estanterías repletas de libros y al centro de la habitación una mesa de trabajo con papeles y más libros, y al fondo, un estrado donde, sentados se iniciaba la conversación. La anfitriona, de rostro fuertemente maquillado, observa a sus visitantes tras unas gafas de gruesos cristales con unos ojos que revelaban su inteligencia, entonces, hacía gala de su trato afable y afectuoso. Su cultura era vasta, sus ideas, firmes y claras, que no vacilaba en exponer, consideraba a la mujer española esclava de la iglesia y llena de prejuicios, y criticaba con pasión toda tiranía. Le encantaba recibir a intelectuales de relieve, los que, de paso por La Palma, mostraban un interés especial por conocerla y mantener con ella gratos momentos de conversación, muchas veces los visitantes subían a verla acompañados por don Elías Santo Abreu (1856-1937), ilustre entomólogo, su médico y amigo’.

                              La invitaban a participar, seducida por su fama, en veladas literarias o musicales donde leía sus poemas y publicaba en la prensa local. En los diarios Germinal, Islas Canarias y Fénix Palmense aparecen reseñas en las que se habla de sus apariciones públicas. El 11 de enero de 1905, se celebra una gala en su honor. Asistió a algunas más, como en la noche del 29 de diciembre de 1909, recogido por el Germinal, enero de 1910.

           ‘[…] en nuestro teatro se celebró una velada literario musical en honor del poeta Emiliano Duke y Villegas. En ella formó parte la notable poetisa palmera, Leocricia Pestana de Carrillo […]’. El 19 de marzo de 1912, se hizo otro acto semejante en el salón principal de la Biblioteca Cervantes en conmemoración de las Cortes de Cádiz. No asistió a dicho acto, pero Antonio Rodríguez Méndez se encargó de leer en su nombre uno de sus sonetos. Otra composición métrica homónima fue recibida por la Sociedad Sangre Nueva. Para excusar su ausencia a una intervención cultural en 1914, a la que había sido invitada a comparecer, fue hecha por el periodista Antonio Acosta Guión.

                              Su salud peligraba por una intensa actividad, mermada, día a día, maltrecha por la soledad y el encierro en sí misma, voluntariamente, se fue deteriorando a pasos agigantados, pero siguió siendo una persona afable y agradable en el trato. Vivía sin compañía y condenada a estar sola. En los últimos años de su existencia mortal, casi retirada del mundillo social y cultural, comenzó a dar signos de cansancio. Le gustaba recibir, sobre todo, a los niños, a todos los que iban a visitarle para escuchar su voz transformada en vocablos y que, luego, se convertían en obsequios de flores y versos.

         La noche del 4 de abril de 1926 supo que había llegado su final y escribió su última voluntad, falleciendo de un ataque cardiaco, mientras dormía y, junto a su cuerpo sin vida, encontraron a uno de los gatos junto al cadáver, así como un papel escrito con un lápiz, que decía: ‘Por si muero esta noche, es mi voluntad que se me cubra con el vestido canelo de seda que está en mi escaparate y la mantilla blanca que también está en él. La librería será para la biblioteca Cervantes, es voluntad de mi marido y mía. Lo que tiene mío don Silvestre Carrillo, se empleará en el cementerio civil y mis muebles se venderán y se dará su valor a la masonería’. Según el excronista capitalino ‘La esposa del medianero o encargado de administrar y cuidar los terrenos, tenía por costumbre acercarse cada mañana, entre las 8 y las 9 horas, para atender las necesidades del día, encontrándose todo cerrado y en silencio, inmediatamente avisó a su sobrino político, José Francisco Carrillo Lavers (1886-1961), quien dio parte del hecho’.

          Siguiendo la descripción de su óbito y circunstancias con respecto a lo ocurrido, durante dos días su cadáver fue velado en el local social de Juventud Republicana con afluencia de familiares y mucho público deseoso de presenciar la candidez de su diva, arropado por cientos de amigos incondicionales, transformados en simpatizantes y admiradores de una legendaria, intelectual, librepensadora… de un determinado tiempo de las mujeres canarias en su relevancia y manifestación de todo aquello, que le fue un prejuicio en el ámbito isleño. Una mujer culta y singular, tímida y contradictoria, lectora voraz y pensadora por cuenta propia, progresista liberada de las convenciones de una vida social que fue injusta con ella hasta la saciedad, lo concerniente a su propia muerte. Sus deseos no fueron cumplidos, ni siquiera se hizo realidad el que ella pidió de abandonar la Quinta Verde por la escalinata de piedra y la puerta almenada.

                              Fue enterrada en el cementerio civil en un lugar desconocido, ni tampoco al lado de su esposo, junto al mausoleo del mismo, y de ella sólo quedan poemas y referencias en los periódicos locales de la época, las versiones orales de algún descendiente, cartas y papeles en manos de particulares, el silencio levantado a su alrededor y las leyendas populares que son muchísimas y variadas en su contenido e interés espectacular en la mente de generaciones de ciudadanos ansiosos de transmitir lo tradicional y novedoso.

         Leocricia no tiene sepultura, ni referencia en donde pudo haber sido puesta en una fosa en concreto, no tiene hoy una lápida que la recuerde, nadie que pueda llevarle una rosa de color blanco, roja, amarilla… pálida e intensa, no importa el matiz, tamaño ni cantidad, sino el inmenso e infinita pasión de amar y compartir lo aumentado, conservado, dado, en fecunda prosperidad y ardiente defensa de la igualdad y lucha de levantar la losa del olvido o silencio, llámese como prefiramos. Esa es la nota final a una crónica, sobre su tumba, podría ser de la desesperanza y que escribo para acabar esta sencilla y simple biografía sin término o epílogo.

                              Recojo testimonios de otros como pueden ser el de Jaime Pérez García, Fastos Biográficos de La Palma, que dice: ‘[…] Seguidora del Librepensamiento, fue poetisa de inspiración exquisita que gozó fama merecida por sus sonetos admirables y por el matiz humano de sus poemas. […] Su producción no muy amplia, conoció desde su juventud en la prensa local o en veladas y actos organizados por el elemento republicano palmero, pero muchas de sus composiciones permanecieron ignoradas. Padrón Acosta la consideró un espíritu inquieto, una mujer enamorada de la libertad y de la belleza, amante de la independencia y propulsora de la cultura de su isla; un alma lírica y arrebatada se entusiasmaba leyendo los discursos de Emilio Castelar. […]’.

         Su biógrafo Jesús Suárez Bustillo la describe de la siguiente manera: ‘Leocricia era de estatura media, en torno a 1,60, delgada, pelo recogido y siempre bien peinada, frente despejada y ancha, piel rosada, fina, agraciada de cara, de sonrisa graciosa, voz deliciosa, mirada ardiente, agradable, delicada, sensible. Muy pulcra en su persona. Vestía a la moda de su juventud, con trajes de color negro o blanco, largos y con cola’.

                              Otro personaje de la época Crisóstomo Ibarra decía así: ‘aquella figura de mujer, blanca y pálida como un lirio o una magnolia, que se deslizaba bajo las luces crudas del sol por entre los rosales y las enredaderas que trepaban por los muros de su jardín, siempre escoltada por dos rubios felinos que iban rozando su falda, larga como una túnica… Años más tarde, tendría la suerte de visitar a Leocricia en su mansión. Quería conocer de cerca de esta mujer aislada de todo, sola… sin embargo, no era así según ella misma, pues se sentía acompañada constantemente de sus flores, sus gatos, sus sueños, sus libros, sus versos…’.

        La escritora y poeta Amada Elsa López Rodríguez (1943), conocida por Elsa López, y otros literatos con sus plumas han escrito sobre la referente Leocricia Pestana Fierro, destacada palmera sugerente en la sociedad de la isla de La Palma en unos años difíciles para la mujer, como lo fue ella sobresaliente al virtual mundo de Las Letras.

                              Actualmente su vida y obra ha sido objeto de interés por escritores y cineastas. El 5 de octubre de 2013, el escritor Ginés Lao Mendoza, natural de la isla de Gran Canaria, comenzó el rodaje de una película sobre ella con el título de ‘Leocricia la poetisa blanca’.

                              Adelantada a su tiempo, amante de la independencia y propulsora de la cultura de su isla, el ayuntamiento de la capital palmera perpetuó el nombre de la poetisa al inaugurar una calle en el barrio de Benahoare, el 31 de mayo de 1984.

No hay comentarios:

Publicar un comentario