Comenzamos diciendo que la floración de los almendros es un
fenómeno natural, que se produce entre enero y febrero. Como siempre, este año,
volvió a deparar un espectáculo único y sensacional en medio de llanos y terrenos
ondulados y pedregosos por zonas rústicas de nuestra isla de La Palma.
El colorido de sus árboles con ese tono blanquecino y
rosáceo, tan característico que brota cada vez en invierno contrasta con la
huella lávica de muchas erupciones volcánicas, formando parte del paisaje y
epidermis de la comarca y de la memoria de los isleños.
Dichosas las lánguidas miradas que se expansionan hacia el
horizonte placentero, armónico y sabio, levantando el ánimo a todo ser
contemplativo. La luz halla un remanso de paz en su más honda penetración en el
cáliz onírico del cansino senderista en
su largo caminar y disfrute de tanta belleza.
Su dedicación a la promoción y difusión de la cultura
tradicional popular de Canarias es un fascículo importante, enriqueciendo nuestro
patrimonio y legado, así como nuestra artesanía y economía mediante distintos
actos y maneras de realizarlos con
actividades gastronómicas.
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