Hacienda Quinta Verde. Panorámica |
Por su propio enclave es un lugar emblemático de Santa Cruz
de La Palma. Ofrece una magnífica panorámica junto a los riscos e inexistente
cauce circundante del barranco de Los Dolores, en su vertiente sur. Sin lugar a
duda se integra totalmente en el marco renovador de la avenida de El Puente.
Desafiando la expansión del desarrollismo urbanístico de la década de los años
setenta del siglo pasado.
La presencia imperecedera de esta hacienda construida en el
último tercio del XVII, contrasta con las grandes edificaciones y centros
comerciales, al igual que sus hermosos palmerales y jardines, que envuelven sus
alrededores, se yerguen y oxigenan el cemento dominante.
Portal almenado |
Llena de leyendas recreadas por músicos y poetas, con un
amplio y bello paseo por su fachada principal dando acceso a un patio interior,
pervive como una foto fija de una enorme potencia estética con vivencias reales
o imaginadas, fruto de los más furtivos pensamientos humanos creados por el más
leve misticismo de diversas creencias y movimientos sociales, culturales y
libres pensadores, pero huérfana de una finalidad de uso, de una vida coherente
con el valor patrimonial que posee, siendo la finca un inmueble tan entrañable
y sentimental declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Patio interior |
Tiene en su haber un rico bagaje histórico y literario con
reminiscencias masónicas, en donde el silencio te susurra al oído y la mirada
se paraliza sumida en lo más hondo de tu ser. En ella se respira los ruidos y
cantos primaverales, embalsamadores de vida y de plena libertad, manifestado
con la brisa de montañas que apresuradamente circulan hacia el cercano mar, que
en un antaño fuera interrumpida en tiempos invernales por el brusco saltar
entre las piedras de las aguas torrenciales venidas desde las cumbres.
La única moradora seguirá siendo la sugerencia en noche de
luna llena observar el alma de la excepcional poetisa Leocricia Pestana Fierro
(1853-1926), una de sus ilustres habitantes, la dama del traje blanco,
merodeando y escribiendo sobre los pétalos de las cándidas rosas cubiertas del
alicatado rocío. La capacidad intelectual de esta mujer letrada le permitió
sortear los avatares de la época y mantenerse fiel a su filosofía y a sus
ideales hasta su fallecimiento dentro de la soledad constructiva que vivió en
esta referida mansión.
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