Aquel que realmente lo conoce sabe que su debilidad es tener
agujas o saetas. Quien convive con él, quien pasa tiempo a su lado, lo mira una
y cuantas veces sea necesario al transcurrir del tiempo. Siempre ha sido, es y
será parte de la historia de la capital palmera. Viví, vivo y viviré a su
sombra desde mi infancia. Marca el ritmo de la vida a distintas velocidades,
según apreciación personal.
A su vez, ha habido segundos que parecen interminables y días
que se han transformado como si de un par de minutos se tratasen, instantes, de
un modo u otro. Para él no todo es esclavitud de medición, sino, también, de
placer. Lo importante es que no implica tenga más poder por muy grande que sea.
Se encuentra en la torre de la Parroquia Matriz de El
Salvador, construida en 1599. Se conoce popularmente por el campanario
atribuido al extremeño, natural de Cáceres, Juan Ezquerra. Su nombre constaba
en los libros de fábrica de la referida iglesia desde 1567. La edificación
surgió a raíz del ataque pirático de 1553, perpetrado por el francés François
Le Clerc, Pie de Palo. Se supone que continuó a partir de una primitiva, que no
posee su autoría. Por el trazado renacentista introducido en su decoración,
tanto interior como exterior, y por la escalera de caracol dentro del muro
oriental que da acceso a la misma desde la actual sacristía se acentúa su
inicio sin antecedente alguno. De piedra volcánica negra, denominada molinera, con
mezcla de mampostería y cantería traída de La Gomera para las ventanas, nicho,
visibles desde fuera, y elementos internos ornamentales con reminiscencia del gótico,
a semejanza de la fachada del pórtico del templo y del ayuntamiento, muestra un
aspecto macizo, sólido y casi militar. Ubicada en el ángulo que forma con la
nave de la Epístola y con la capilla Mayor, destaca desde cualquier punto del
entorno ciudadano, sirviendo de referencia en pasadas centurias a la navegación
de barcos en su entrada y salida del puerto de Santa Cruz de La Palma.
Rectangular en sus tres cuerpos de diferentes alturas separados por pequeñas
cornisas y una superior sobresaliente con remate almenado da la impresión de
ser un añadido o complemento del resto de la obra. En el primero se remata el
techo con nervios curvos o combados usados en la arquitectura del XVI,
uniéndose a los terceletes y ligaduras con claves, nueve en total y en la
central se representa al titular del recinto sagrado, que sirven de nexo a las
últimas y es un bello ejemplo del Renacimiento en las Islas. Se abre hacia
fuera un vano adintelado flanqueado por pilastras cajeadas con capiteles de
tendencia jónica sobre el que se sitúa una inscripción entre otros elementos
más cortos, aludidos antes, enriqueciéndose por la presencia de dos conchas o veneras
renacientes. El frontón
triangular, rematado en sus extremos por jarrones, recoge en su tímpano un
escudo episcopal, que es el del Obispo Diego de Deza, prelado de la diócesis
entre 1554 y 1566, bajo cuyo mandato se decidió tal obra y referente a su
persona se lee, muy deteriorado, los versos siguientes: “Tres legimus Decios se
devovisse saluti/comuni, ut victrix Patria Roma foret./Mira triumphatum decorat
Capitolia laurus./Sic sva, sic quartus religione gregem/conveniunt praesul
Decius Tarpelaque cautes,/Gallica pro lauro lilia clara intent./Nominis
auspicio ac devictis hostibus aucta/incólumes cives utraque Palma fovet.”.
Puede ser la traducción más fiable: “Tres Dacios ofrendaron su vida por el bien
común/para que Roma fuera la patria vencedora./Como el laurel de los
triunfadores honra sus admirables capitolios,/así el cuarto de Decio honra con
la religión a su grey./ Vienen a fundirse el Obispo Decio y la roca Tarpeya./Brillan
en lugar de la corona de laurel las blancas lises de Francia./Una y otra Palma
acrecentadas bajo el auspicio de su nombre/y a despecho de los enemigos
alientan a los incólumes ciudadanos.”. El escudo indicado: “Se halla partido en
seis luneles de azur, en campo de oro en el cantón derecho, armas de su padre
Nicolás Tello; en el izquierdo, de plata, losanje de gules cargado de un
castillo de oro y cantonado de cuatro flores de lis en azur, armas de su
familia materna, los Deza, cuyo apellido usa en primer lugar”. En el segundo,
sobre una ventana rectangular, se abre un nicho con la repetida ornamentación y
hornacina de medio punto, que rompe la línea de imposta, quedando enmarcada por
un alfiz que forma la cornisa al quebrarse. En la onomástica del Santo Patrón
insular, 29 de septiembre de 2006, se colocó una escultura, esculpida en blanco
mármol de Carrara, del Arcángel San Miguel, al igual que la efigie de El
Salvador, que preside el atrio del templo en sustitución a la original
destruida por un huracán en el XVIII. Y, en el último, existen parejas de
huecos semicirculares para el alojamiento de las campanas y encima un
entablamento en donde se ha colocado a nuestro protagonista. Ya nos queda el
remate del cuerpo superior de almenas escalonadas con la garganta de bronce en la del medio,
tocando las horas y sus medias con distinto sonido, y la leyenda adjunta a un
emblema de La Palma, que dice: “Venit ora ivdici eivs/mandose hacer a espensas
del cavildo de la isla: para uso de el relox/que tiene la civdad en la torre de
la parroquial/del sr s salvador año 1759 (sic)”.
Los detalles que imprimen carácter a una urbe suelen estar a ras de suelo, junto a los monumentos y edificios. Sin embargo, hay otros que otorgan personalidad y que está más arriba, en las construcciones más importantes, dando cuenta del paso de los años. Durante décadas ha contado los minutos de nuestros antepasados y de nosotros y ha marcado a ritmo de campanadas el paso de la historia del municipio. Esta maquinaria singular y entrañable en el corazón de todos nosotros habrá que prestarle el apoyo logístico necesario.
Los detalles que imprimen carácter a una urbe suelen estar a ras de suelo, junto a los monumentos y edificios. Sin embargo, hay otros que otorgan personalidad y que está más arriba, en las construcciones más importantes, dando cuenta del paso de los años. Durante décadas ha contado los minutos de nuestros antepasados y de nosotros y ha marcado a ritmo de campanadas el paso de la historia del municipio. Esta maquinaria singular y entrañable en el corazón de todos nosotros habrá que prestarle el apoyo logístico necesario.
La colocación de estos artilugios mecanizados en zonas altas
no es casualidad, ni responde solo a la necesidad de ponerlos en lugares
visibles. Los más antiguos conseguían accionar su funcionamiento gracias a un
sistema de pesos. Este método necesitaba de una distancia de caída libre
considerable, porque a medida que esos cuerpos suspendidos en el aire iban
bajando, el funcionamiento del mismo estaba garantizado. Cuando llegaban al
suelo había que volverlos a elevar y, así, empezaba un nuevo ciclo o proceso,
de ahí la importancia de la figura del relojero. La exactitud del mismo
dependía antes y hoy del cuidado y supervisión constante de estos meticulosos
profesionales.
Ha cumplido 169 anualidades desde su instalación, 30 de diciembre de 1844. Fue pedido y facturado por los Sres. A. Passley Lisste y Cía., quienes los distribuía para Canarias con sucursal en el Puerto de la Cruz (Tenerife), en 1842 a la firma Moore and Sons de Londres, la misma que hizo el Big Ben. Fue comprado, no siendo sencilla la operación de compra-venta por la severa crisis económica que se padecía, por suscripción vecinal y de las importantes contribuciones de particulares y ricos hacendados, comerciantes, de origen inglés e irlandés, que desde finales del XVI y XVII se afincaron aquí. Consta de dos esferas, orientadas al naciente y al sur, con numeración romana.
Es una pieza de ingeniería de gran valor sentimental y
patrimonial. Conrado Fernández Vargas y su hijo, como anteriormente lo hicieran
su padre y abuelo, miembro de cuatro generaciones de expertos en este noble
oficio, es quien lo mantiene intacto limpiándolo, dándole cuerda y
engrasándolo, siendo totalmente imprescindible. Marcaba un orden y era, es y
será un símbolo de civilización y de progreso. Su sistema de regulación del
mismo no ha variado desde su instalación y su mecanismo es igual a uno de
pared, que le obliga a subir cada sábado, un deber que cumple desde 1967,
oficialmente. Es un signo y sincroniza la llamada a las celebraciones
eucarísticas.
Según las referencias obtenidas por distintas fuentes el
Cabildo Insular ordenó traer uno de hierro desde Flandes (Bélgica), 3 de
noviembre de 1559, para sustituir al que había sido quemado por los franceses
en el referido saqueo al pueblo, que estaba situado en el lomo de Mataviejas
encima de una base de madera. De ahí proviene el nombre de Callejón del Reloj,
que parte de las inmediaciones de la calle Jorós hasta el reseñado lugar. No tengo
duda, que haya sido de sol como los existentes en las fachadas de algunos
templos emblemáticos (capilla del Real convento de la Inmaculada Concepción de
la orden de San Francisco de Asís y del Real santuario de Nuestra Señora de las
Nieves). Su colocación tuvo lugar el 10 de febrero de 1561 en el mismo punto
que el anterior, acondicionando sus alrededores por no estar, aún, finalizado
los trabajos definitivos en la plaza de España. Más tarde por un convenio entre
el anterior ente administrativo y el Arcediano de Las Palmas de Gran Canaria,
Juan Salvago, 8 de octubre de 1568, se dispuso ponerlo en una casilla de
materia arbórea a un lado del actual ejemplo religioso con fines específicos,,
que venía a caer sobre el oratorio del Carmen. Hasta el 6 de diciembre de 1843
se vio su silueta por última vez, ya que a las doce del mediodía de ese día,
concretamente, cuando se oyó por primera vez tocar el actual. A reglón siguiente y como escalafón transcribo el acta
redactada por la junta de gobierno insular, que dice: “Que porque en la Iglesia
mayor de esta ciudad se ha hecho una torre para el servicio de las campanas en
la cual estará bien el reloj que este Concejo tiene por estar muy alto, y en la
plaza, en medio de la ciudad, y porque se ha tratado con el Visitador de este
Obispado que el dicho reloj se ponga en la dicha torre y se pase la campana con
sus herramientas y cosas del dicho reloj a la dicha torre y allá se asiente en
el lugar que para ello está señalado y la Ciudad haga a su costa la casita
donde ha de estar dicho reloj, con tanto que el Mayordomo de la Iglesia haga
declaración sea el dicho reloj de la ciudad, para que como cosa suya lo pueda quitar
cada [vez] que le pares[z]ca, y que los Beneficiados asimismo hagan la misma
declaración, para que conste”.
Desligar el cuidado de ambas reliquias es absurdo, puesto que
están unidos en un solo monumento. Si hablamos de uno lo haremos del otro con
sumo cuidado y nostalgia, envueltas en el cariño y la intensidad minuciosa del
presente para legarlo al futuro. Los excrementos corrosivos de las palomas
afectan preocupantemente a la piedra y otros enseres sin hallar una solución
eficaz del problema, aunque piensan
cubrirla con una malla transparente, casi imperceptible.
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