Durante la Edad Media, la progresiva adscripción de los
campesinos a la tierra hizo que la servidumbre sustituyera a la esclavitud. A
pesar de ello, continuó vigente durante este periodo y en el siguiente, siendo
práctica habitual en el Antiguo Régimen.
A comienzos del XVI la esclavitud, que se había convertido
en una actividad marginal, reducida a lugares determinados, recuperó su vigor
debido al descubrimiento del Nuevo Mundo, que supuso por una parte la reducción
a la cautividad de los indígenas americanos y, por otra, la captura y
esclavización masiva de negros africanos para llevar a cabo la explotación de
las nuevas tierras. Portugal era la máxima potencia exportadora de tal materia
prima a través de sus factorías de Guinea, Cabo Verde… Durante la Edad Moderna
los europeos traficaban con humanos en toda la franja costera del África
Occidental, desde Mauritania hasta el Congo.
Son destinados al trabajo doméstico, a la explotación de los
ingenios azucareros y a las faenas agrícolas de cultivo del cereal. En alguna
isla como Lanzarote, que durante el XVII la presencia de los mismos ascendía a
una cuarta parte de la población, siendo probada su relevancia.
La característica más notable, que tiene lugar en estos años
es, precisamente, el desarrollo de un mercado de importación de esclavos
africanos y su exportación hacia otras latitudes como Europa y, sobre todo,
América.
Las operaciones mercantiles a las que intervienen los
esclavos son múltiples y variadas. Podían ser comprados y por lo tanto
vendidos, traspasados, donados, cedidos, legados…, bien al completo o en parte.
Lo normal era que las ventas se realizaran por medio de
transacciones directas entre quien suministraba la mercancía y el comprador de
la misma. En algunos casos, los esclavos son comprados y vendidos en La Palma
entre sus propios vecinos, en otros casos intervienen terceras personas, en
casi todas las ocasiones se trata de apoderados, que actúan de intermediarios.
Después de numerosos casos concretos dados en la isla, los
navíos acompañantes de la flota de Nueva España eran fletados por sus propietarios,
navieros, con ingentes productos entre los cuales se contabilizaban esclavos.
Los tratantes profesionales encontraron en su estancia en La
Palma un lugar idóneo para sus intercambios, lo que confirma como centro de
reconversión de capitales procedentes de la trata.
El comportamiento de las élites de este pequeño suelo con
respecto a la trata es, con toda probabilidad, el que marca la pauta de la
misma. Incluso, miembros avecindados en otras islas utilizaban el solar palmero
para otorgar poderes con la intención de que sus esclavos sean vendidos en
otras áreas como en Sevilla, punto de partida de la flota.
Entre las variadas operaciones mercantiles, que conciernen a
la trata, sobresale la utilización de los esclavos como bienes susceptibles de
saldar deudas y embargos.
La compra de un esclavo y su posterior venta podría
considerarse como una simple y mera especulación, aunque prohibida por las
autoridades, era en ocasiones el fin por el cual se adquirían los mismos.
El precio no debía variar entre una venta y otra, ya que
podría considerarse escandaloso. Algunos especuladores invertían, porque
conocían las necesidades o preferencias de los posibles compradores, a quienes
podrían satisfacer. En estos casos se podía hacer en monedas, vinos u otros
esclavos.
La mayoría de los esclavos comprados en la isla tienen como
destino las labores domésticas, como apoyo a las tareas agrícolas, transportes
y acarretos de cosechas y ganados. Las mujeres eran preferidas como
acompañantes en la casa, quehaceres de cocina y lavado de ropa, limpieza del
hogar y cambio de vestuario en todos los sentidos y procreadoras, aunque todos
los afectados eran utilizados como inversión para ser vendidos en momentos
puntuales, tal vez críticos, a los marinos o viajeros habidos por distintas
maneras presentes. Con atención a los esclavos que viajaban a otro destino
fuera de La Palma, el principal era hacia América, lo hacían a La Habana y
Puerto Rico. Tenerife, Gran Canaria y Sevilla recibían algunos de ellos para
ser, de esta última procedencia enunciada, reportados a otros puntos de
Andalucía como Arjona (Jaén).
Por fin, hemos llegado al final de un asunto de ciertas
implicaciones rutinarias, que nos enriquecen en el saber sacar conclusiones de
comportamientos variopintos, para clarificar lo acaecido en una sociedad
incipiente y tan transigente en perspectivas y necesidades de evolución
momentánea y ocasional.
Los portugueses juegan un papel fundamental en el comercio
de esclavos palmeros, al menos desde mediados de la etapa últimamente
mencionada. Los marinos y comerciantes lusitanos fueron intermediarios en el
transporte, tanto comprados aquí como importados, que son enviados a la
península ibérica, donde le esperaban otros comerciantes extranjeros o vecinos
nacionales de los puertos andaluces, que hacían las veces de enlaces.
Los lusos no son, sólo, los protagonistas de este mano a
mano, junto con el vino, sino el poseer un activo movimiento con el continente
americano, en el que participaban las élites palmenses, pieza importante de la
Carrera de Indias, que constituyó uno de los pilares sobresaliente de la
próspera economía isleña durante el decimoséptimo.
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