2.- Convento de San
Miguel de las Victorias: Conocido por San Miguel de La Palma o de Santo Domingo es el tercero de
la Orden de predicadores, dominicos, en Canarias y consta que se establecieron
en la zona opuesta a la que habían ocupado anteriormente los franciscanos, en
medio de los barrios de San Sebastián y San Telmo. En 1530 fue fundado por fray
Domingo de Mendoza, evangelizador de América, en una ermita erigida en honor al
Arcángel por el Adelantado Fernández de Lugo (1456-1525). Su situación en lo
más alto y sobre el puerto irradiaba alegría y hermosas vistas con la mejor
plaza, que lleva el nombre del Patrón, haciendo cuadra con el homólogo femenino
de las monjas catalinas y con edificios colindantes.
Contaba con claustros altos y bajos y con una pila de
cantería en medio de uno de ellos, según testimonio fidedigno, que corría agua
todo el tiempo, y que más tarde la hubo en la plazuela exterior hasta la década
de los años cuarenta. Tenía cuatro dormitorios y celdas acomodadas en buenas
condiciones de habitabilidad, contando con treinta y seis religiosos. La huerta
con un estanque siempre lleno para el riego de la misma, fue un favor concedido
por el Cabildo.
Junto a la antigua construcción se hizo la entrada principal
de la casa conventual, respetando el sagrado sitio como oratorio y en donde un
religioso, que ahí rezaba diariamente, tuvo una visión de un Cristo
crucificado, que plasmó en el muro, arropado por el anonimato, como un fresco
con pinturas al temple, y que tomó el nombre del Señor de la Portería.
El templo con una ornamentación sensacional y detallista en
su coreografía es de una nave en forma de cruz latina, completándose su planta
a finales del XVI. Su portada, la parte más antigua, completada con el resto de
la edificación por una escalinata forma el atrio con la configuración de un
gran escenario, combina elementos gótico-renacentistas y mudéjares evidentes en
la moldura, que a modo de alfiz encuadra el arco con capiteles repletos de
temas del bestiario medieval: animales monstruosos, guerrero desnudo con media
luna de perfil grotesco o máscara a modo de escudo, son claros mensajes apocalípticos
y escatológicos en claves contra-reformistas y como monumento expiatorio. Se
supone que sea obra de Hernando Luján, que talló los del arco toral de la
Encarnación entre 1530 a 1532. Por la parte de afuera sobresalen nítidamente
los volúmenes cúbicos de las capillas laterales, sacristía y camarín de la
Virgen del Rosario hecho por el maestro Domingo Álvarez en 1698.
Fachada principal. 1930 |
En 1553 el conjunto histórico sufrió el incendio y saqueo de
los piratas franceses calvinistas al mando de Pie de Palo con la misión de no
dejar extender el catolicismo en el Nuevo Mundo. En la reconstrucción con las
ayudas solicitadas a estamentos reales, insulares y de familias principales se
consiguió con el celo de sus bienhechores un punto de perfección inigualable,
como se ve en su fachada mirando al mar la torre del campanario, que se comenzó
a levantar el 13 de mayo de 1701, y en ella se observan los famosos azulejos de
Delft (Holanda), coro, sala capitular, librería y estudios de Filosofía y
Teología, brillando en las artes y letras.
Las palabras del viajero portugués Gaspar Frutuoso atestiguan
que las capillas colaterales se rehicieron. La de La Soledad, contigua del
Evangelio, fue costeada por Gonzalo de Carmona, mercader y almojarife de la
Isla, y su sobrino Diego de Santa Cruz y la de Santo Tomás, al lado de la
Epístola, se edificaba en 1554 y terminada en 1567 por patrocinio de Luis Van
de Walle el Viejo, caballero flamenco, con privilegio de pasar directamente
desde la calle al pequeño ajimez. Ambas se rematan con espléndidas techumbres
mudéjares de la misma época. Posteriormente, se edificó abierta al recinto y
con acceso independiente la conmemorativa a Lepanto, donde reposan los restos
del insigne palmero Anselmo Pérez de Brito (1728-1772), cuyo retablo fue
ejecutado por Andrés del Rosario y su hijo Lorenzo de Campos en 1660. No
podemos olvidarnos de la de Media Naranja con el ornato de la cúpula y escudo,
toisón del santo fundador, en el centro del almizate.
Destacaron varios monjes regulares artistas, escultores y
pintores, que decoraron casi exclusivamente con el púlpito, principio del XVIII
y uno de los más bellos en el archipiélago, y el Altar Mayor, autoría de Juan
Lorenzo de 1703 a 1705, de estilo barroco como la pieza anterior y con columnas
pareadas. En su parte central se venera la talla inacabada en su parte
posterior de San Miguel Triunfante de fray Marcos, ataviada como un guerrero
romano y armado victorioso transmite cierto aire refinado y palaciego,
recordando por su voluptuosidad a los ángeles dieciochescos del Barroco. Se
guarda una colección de tablas atribuidas a Pierre Pourbus desmembradas de su
marco original en 1703 y que son seis, restauradas por expertos especialistas.
Las mismas se componen de San Miguel Arcángel, San Juan Bautista, La Genealogía
de Jesús, Santos Dominicos y las grisallas de San Francisco y San Blas
ubicadas, posiblemente, en el desaparecido entablado. Además, se conserva La
Santa Cena de Ambrosius Francken (1544-1615). Por los blasones y otros motivos
nobiliarios se dice habérsele convertido en un verdadero panteón de
conquistadores y descubridores de las nuevas tierras.
Estuvo funcionando hasta el 27 de abril de 1836, pasándole lo
sucedido a los hermanos de San Francisco de Asís, siendo los padres de ese
entonces trasladados a La Laguna y Gran Canaria. Después de la desamortización
se estableció en sus dependencias por particulares una fábrica de seda y el
ayuntamiento, 24 de marzo de 1843, tomó posesión del inmueble y lo destinó para
albergar La Milicia Nacional. Desde 1960 se halla el Instituto de Enseñanza
Secundaria Alonso Pérez Díaz (1876-1941), primer centro público insular de
Enseñanza Media creado en 1932.
3.- Convento de
Nuestra Señora de la Piedad: Fue el segundo en La Palma y decimocuarto de la provincia
de San Diego de Canarias por los franciscanos en la Villa de San Andrés,
solicitado el 26 de abril de 1611 al amparo del Beneficiado parroquial y
entidades públicas. Lleva el nombre de la bella imagen flamenca, titular del
cenobio, aunque es conocido, también, por la Caridad. Su asentamiento se debe
en una ermita de Montserrat, después demolida, erigida por los propietarios de
los cañaverales e ingenio de azúcares en los heredamientos de Los Sauces, junto
al muelle del Guindaste, al otro lado del barranco del Agua, situado al borde
del camino real con dirección al Puerto de Espíndola.
En la jornada dominical, 20 de noviembre de 1611, comenzó su
andadura y en 1614 se trasladaron a los terrenos cedidos por la familia Guisla
Van de Walle con la condición de dar sepultura con derecho a sus descendientes,
siendo los patrones titulares Pablo de Monteverde Van Dalle y su esposa María
Salgado de Guisla y Diego de Guisla Van de Valle y Margarita Bellido.
La fundación contaba con dos plantas cuadradas con balconada
y un muro, que protegía el solar compuesto de un templo y huerta. En él
comenzaron ocho frailes para pasar a tener 14 durante el XVII y XVIII, pero
entre esos dos siglos empezaron a mermar los componentes de comunidad. En el
principio unos 12 religiosos se dedicaron a curar, alimentar e impartir clase a
los más pobres de la localidad.
El retablo mayor de la iglesia estaba formado por dos cuerpos
y tres calles con estípites y dorado. La imagen de la Señora del Norte, como se
le llama hoy, estaba en la hornacina central del primero, acompañada por San
Diego de Alcalá y San Francisco de Asís, que se hallan en la vecina parroquia,
y, en el segundo, tres lienzos presidido por la Inmaculada Concepción y los apóstoles San Pedro y San Andrés. Las
otras esfinges están desaparecidas o en paradero desconocido como la de San
Antonio de Padua, San Buenaventura, Nuestra Señora de los Ángeles de 1615, San
Pedro de Alcántara, San Juan Bautista, ornamentos, objetos de culto, púlpito,
pila de agua bendita de mármol blanco, aguamanil de piedra, cajonería con seis
gavetas, fascitol con un crucifijo, órgano y sillería de viñátigo.
Las campanas se distribuyeron por distintos sitios, que tres
formaban parte del campanario, portería y refectorio, de las que una fue a
parar a una fortaleza y la mayor, en 1857, a Tijarafe, que posteriormente fue
fundida con otras en Tenerife. La misma suerte tuvo la colgadura de tafetán con
listas amarillas para la capilla principal del recinto de una nave, donada por
Diego de Guisla y Castilla (1634-1718), servicio de altar y ajuar, entre otros
objetos, copón, 3 cálices plateados, guión de terciopelo con galón de oro,
ánfora para el óleo…
Iglesia parroquial de San Andrés |
En 1821 fue suprimido por primera vez, restableciéndose en
1827, para hacerlo definitivamente en 1835. Los últimos cuatro moradores no
pudieron con el mantenimiento del mismo, que se declaró en ruina. En 1854 se
clausuró por el desplome de su techumbre y estado calamitoso de la edificación,
siendo los huesos de los allí sepultados
exhumados y llevados al viejo camposanto local. Su patrimonio artístico fue repartido
y la Virgen llevada al contiguo caserío con el archivo documental, que fue dado
en 1881 por falta de espacio a la Real Sociedad La Cosmológica de Santa Cruz de
La Palma, y que al año siguiente trasladada procesionalmente en la tarde del
domingo, 2 de septiembre, a la iglesia Nuestra Señora de Montserrat, derruida
en 1960, se le construyó un digno expositor con los restos de madera del
extinguido convento, tomando posesión de sus enseres, guardados en las
dependencias sauceras desde 1843, compuesto por custodia de sol sobredorada, dos
atriles americanos con incrustaciones de nácar y carey regalado en 1774 por el
indiano José de Brito y los inventariados de plata como lámpara, corona dorada
y esmaltes labrada en Ciudad Trujillo (Perú) en 1672 y cruz repujada. En la
nueva estancia ocupa un lugar destacado, mimada por la atención, devoción y
rezos de la feligresía.
4.- Convento de
Santa Águeda:
Tuvo su origen en una pequeña ermita dedicada a la mártir Santa Águeda en 1574,
en medio de una pertinaz sequía, como patrona de Santa Cruz de La Palma y
Abogada de las mies. Se fundó el primer monasterio femenino en la isla, tercero
de su orden en el archipiélago. Las clarisas fueron sus moradoras, franciscanas
e hijas de Santa Clara de Asís, entrando en clausura en 1603 hasta su
definitiva exclaustración en 1837.
La comunidad llegó a tener más de 45 religiosas bajo la
dirección y obediencia de los padres de San Francisco. La madre María de San
Luis Vandeval Bellido, hija natural del licenciado Luis Vandeval Bellido, que
fue mayordomo del monasterio, había sido elegida abadesa, 9 de agosto de 1676,
por las demás de coro y velo negro, contribuyendo al máximo apogeo del cenobio
en rentas, edificio y en número de componentes, según escribía el obispo Bartolomé
García Jiménez (1618-1690) en ese año era el mayor, más numeroso y antiguo de
los dos existentes en la ciudad.
La iglesia conventual es desde 1840 capilla del actual
Hospital de Nuestra Señora de los Dolores. La anterior regidora antes de
finalizar su prelacía inició la mejora y ampliación del templo, viva imagen de
las pretensiones de calidad y nobleza, hijas de los principales señores de la
Isla.
La iglesia consta de una nave, paralela a la calle, y con dos
puertas como todas las edificaciones monjiles. El Retablo Mayor, remata sin
ático y con el semicírculo del entablamento, solución del barroco palmero, fue
construido, entre 1679 y 1697, por Andrés del Rosario y su yerno Juan Fernández,
por lo que las monjas firmaron un contrato ante el escribano Pedro de Escobar
para ampliar y reedificar solar y coro, celebrando con más decencia los oficios
divinos.
La sucesora en el cargo Margarita de San Esteban Pinto de
Guisla (1632-1707), hermana del licenciado, clérigo presbítero, Juan Pinto de
Guisla (1631-1695), visitador general de La Palma, hijos de una poderosa
familia, poseedora de importantes mayorazgos, en su segunda regiduría se
finalizó y doró la mencionada construcción, que consta de dos cuerpos, tres
calles, banco y sotabanco, en cuyas cartelas hizo perpetuar su memoria y la de
su familia. La disparidad entre ambos cuerpos es notoria.
En su interior hay varios retablos-hornacina de madera de la
segunda mitad del siglo XVIII, sobrepuestos a antiguas capillas o nichos de
cantería, cuyo patronato perteneció a distintas familias como Lorenzo de
Cepeda, Sotomayor, Domenech y Massieu-Salgado. Algunos de ellos, junto a
imágenes, proceden del antiguo centro benéfico sanitario. A destacar La Piedad,
Amberes, mediados del XVI; Santa Águeda, Sevilla, hacia 1574; San José con el
Niño, Méjico, hacia 1770… En el coro bajo existe un apostolado pintado sobre
lienzo, facistol y sillería de sobrio
diseño y decoración, labrada en viñátigo en el XVII, que 1836 constaba de 44
sillas fijas, distinguiéndose dos tipos de asientos, según los sencillos
motivos de los brazos, volutas o estrellas inscritas en círculos.
En diciembre de 1822, Manuel Díaz Hernández (1774-1863),
beneficiado de la Parroquia Matriz de El Salvador, expuso ante el pleno del
ayuntamiento la necesidad de trasladar el anterior centro hospitalario (La
Recova), concedido por Real Orden de 14 de junio de 1842, a este referido solar
alegando que en tales fechas se suprimiría a causa de la desamortización,
acaecida el 28 del sexto mes de 1837, por motivos de insalubre calidad y estar
en el centro poblacional, lindando con el cauce del barranco de Dolores, cuyas
corrientes habían puesto en peligro y consternación al vecindario, además,
teniendo cortada la afluencia de los alisios por la manifiesta orografía.
El Cabildo Insular inicia en 1912 las negociaciones de
utilizarlo con ámbito insular, que consigue firmar la cesión en 1918. Llegando
al 1925 dan comienzo las obras de remodelación en las huertas con el fin de
adaptarlo a su nuevo cometido, tal como lo conocemos, por el arquitecto Pelayo
López y Martín-Romero.
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