En esta ocasión tratamos un tema de mucho arraigo en Canarias
y, sobre todo, en La Palma. Análisis de dos épocas antagónicas en el espacio y
tiempo, religioso y popular, histórico y transcendental, suntuoso y cívico,
etc. En una sociedad fuertemente jerarquizada durante el Antiguo Régimen, el
clero regular masculino y femenino, el primero mucho más, era el sector
eclesiástico más influyente y permeable, accesible a todas las corrientes en
ese momento sobre la clase más pudiente y aristócrata, proletaria y
comerciante, señorial y hacendada… El único criterio de selección para entrar
en esos lugares sagrados era el basado en los antecedentes familiares,
socio-raciales, fe y estirpe de los pretendientes, que en el lenguaje de la
época se llamaba “limpieza de sangre”.
Los expedientes eran similares, que consistían en preguntas a
personas representativas de la comunidad referentes a la legitimidad del
nacimiento, procedencia de los abuelos (moriscos, judíos, negros o mulatos) y
profesional, puesto que algunos oficios se consideraban como viles. De ahí
procede el certificado de buena conducta dado por el cura párroco o coadjutor
encargado del Archivo parroquial. Se examinaba la reputación de la línea de los
progenitores y de los mismos, como ser cristianos viejos o convertidos
recientemente al catolicismo y si habían sido penitenciados por sentencia pública
o secreta del juez. Lo más importante que en su linaje no hubiera huella de
algo social y el poder constituido delatase negativa o censurable.
Sin embargo, la selección de los aspirantes a la vida monacal
o conventual, no era impedimento para que la mayoría de la población llana o no
pudiese profesar, ya que un gran número de frailes y monjas procedían de
estratos considerados como inferiores. Eran escasos los que procedían del
estamento nobiliario y no poseían privilegios para acceder a los prioratos. No
fue un destino provechoso para los segundones de la nobleza o para quienes
desde las burguesías pretendían un puesto provechoso y respetable con ingresos
de cierta magnitud. Resumiendo lo tratado se puede deducir, exceptuando las
vocaciones a dicha vida, estaba destinada a aquellos cuya posición personal no
les permitía aspirar a otra cosa dentro del estamento eclesial.
Mirando a la precariedad existente en una isla en donde
predominaba la aristocracia y el dominio impuesto por los colonizadores el
hambre, pobreza, inestabilidad y dureza hicieron que muchos sin auténtica
humildad y sin la suficiente formación buscaran su subsistencia en dichos
recintos que, quizás, fue la lógica junto con la acusada religiosidad y la
cotidiana devoción mantenidas sobre el populacho hizo que hubiese una nutrida
cantidad de religiosos de ambos sexos.
Las congregaciones de mujeres tenían unos condicionantes
distintos de acuerdo a su naturaleza y posición estamental y pese a las
elevadas dotes exigidas para profesar fueron superiores en miembros. Las
razones serían, por un lado, que los acuerdos de casamientos fueran más
elevados que los monásticos, siendo para la dinastía paternal y maternal una
preocupación en sus patrimonios, y lo que no resulta extraño se optara por lo
que fue un destino obligado. Y, por otro sentido, la desproporción entre unos y
otros, incrementada por las guerras, emigración y causas de estatus empujaban a
las féminas al claustro.
Fue un hecho clarividente encontrar un aumento de ellas,
pertenecientes a estratos altos, de coro o de velo negro, conforme a su rango
llevaba consigo criadas o servidumbre doméstica, impidiendo el acceso a otras,
de medio velo o blanco, menos valoradas socialmente y jerárquicamente, que
siendo legas debían pagar la mitad de lo convenido y vivir en celdas comunes,
trabajando para sus manutención y estancia, incluso los domingos.
La mentalidad y hábitos presidiendo el XVII y buena parte del
XVIII condujo a la hostilidad manifiesta, que suscitó la merma de ingresos y
desprestigio en los elementos ilustrados de los sectores acomodados y del papel
desarrollado, puesto que los propietarios de bienes vinculados limitaran
considerablemente la cesión de tributos.
Una vez consolidada la posición socio-política de los
mayorazgos y nobleza, los mismos no necesitaban de la Iglesia sus favores,
redujeron drásticamente las constituciones de capellanías, templos, fundaciones,
capillas y ermitas, surgiendo argumentos tendenciosos secularizadores y
exclaustración.
El origen de las fundaciones en el seno de la burguesía
asentada en un medio tan relevante como el creado fue el motivo de ser hecho
por un señor o señora, que donaba una casa o propiedad para tal fábrica en una
ciudad o villa, juntamente con algunas rentas y la obligación de darle en ese
solar sepultura, proporcionándole sufragios perpetuos a los familiares.
En medio del entramado del compromiso contraído las
instituciones tenían en mente una mayor proyección y una dedicación al estudio,
predicación de la Palabra, enseñanza y misiones, bien vistas por los
particulares y municipios, considerándolas útiles dichas tareas, solicitaban su
presencia. Además, desempeñaban, práctica considerada un abuso admitido por
causa de reputación, una función de refugio y depósito judicial de
delincuentes, malos tratos, infidelidades, asesinatos…
Los isleños en general han sido fervorosos fieles de la
Iglesia Católica, convencidos y supersticiosos, siendo una mezcla de hábitos y
ritos paganizantes de profundas creencias, que acrecentaba el prestigio de sus
componentes entre la gente sencilla. El arte fue y es una pincelada para
procurar los aspectos patéticos y realistas de la religión y santidad en dos
formas fundamentales, exaltando el culto a la Virgen, santos y ángeles mediante
imágenes en el contexto de una concepción de la belleza, particular
participación en una gente ignorante,
castigada por la hombruna y epidemias, sumisa al lenguaje de las procesiones,
milagros y fiestas, fundamentada en la oración y devoción.
San Francisco y Santo Domingo |
1.- Real convento de
la Inmaculada Concepción: Fue el cuarto de los franciscanos levantado en Canarias,
fundado en Santa Cruz de La Palma y situado en la parte norte en unos terrenos
cedidos por Martín Camacho y Magdalena Infante el 22 de noviembre de 1508. Un
tiempo antes sus moradores vivían en sus alrededores, concretamente en la
Encarnación al lado de la ermita, en cuevas y pobres chozas de paja, llegados
con el conquistador como evangelizadores. Sus gruesos muros de mampostería se
edificaron sobre una cota elevada de suelo con respecto a la calle principal y
al nivel del mar y con tal advocación, primero en las islas, por mandato de la
reina doña Juana.
Contiene una plaza de traza trapezoidal, que armoniza el
entorno con la sombra de su templo convertido en la parroquia de San Francisco
en 1954 y consta de una nave en forma de cruz latina, adosándose cuatro
capillas con los patronazgos de familias de más abolengo capitalino. Solamente
posee una única fachada visible desde el exterior, rematada en un extremo del
atrio por una bella construcción de material volcánico, hecho a finales de 1700,
que sirve de portada al cenobio y forma parte del conjunto arquitectónico de la
torre, encerrando en su conjunto la espadaña y la entrada a la capilla de la
V.O.T. (Venerable Orden Tercera), actualmente denominada Seglar y parece ser
que durante la centuria pasada no haya sufrido variaciones significativas.
Patio de Los Naranjos |
El resto de la edificación se encuentra oculto, tras la tapia
circundante, en donde están instaladas las catorce cruces o estaciones del Vía
Crucis, que después de varias reformas y contratiempos de abandono y ruina,
haciéndose notar la crisis desde la segunda mitad del XVII, ha llegado hasta
hoy a partir de finales del XVIII. Consta de dos claustros en torno a los
cuales se distribuyen las principales dependencias, que se acceden por una
amplia y esbelta escalinata de madera de balaustres torneados. El pequeño es el
más antiguo llamado Patio de los Naranjos con una pila en el centro. En su
parte alta estaban los dormitorios, que en 1835 habían veinticinco celdas de
las que dieciocho estaban deterioradas, y enfermería y, en la baja, el
refectorio, antesala del De Profundis, cocina y las capillas del Monte Averna y
San Francisco Solano, que comunicaba con la iglesia por la Puerta de Gracias de
un arco de medio punto, hoy, tapiado por necesidad de independencia. El
segundo, se comenzó en la misma fecha de la torre, en un aumento y
acomodamiento conventual, comunicándose al anterior en su enlace superior y,
además, con escaleras de formación tosca en huecos opuestos a una diagonal del espacio
geométrico delante de dicha apertura claustral, con dos vanos arqueados
sostenidos por sendas pilastras de piedra molinera y capiteles toscanos, que
alternan por todo el solar sacro.
El 12 de julio de 1821 se suprimió por primera vez, pero
cinco años después, 14 de julio del séptimo mes, los frailes volvieron a ocupar
su antigua propiedad hasta que fueron desalojados definitivamente el 1 de
noviembre de 1835. Entonces, no cabe la menor duda, hubo un largo periodo de
incertidumbre y ocupación con consiguientes restauraciones. Al principio del XX
se convirtió en cuartel de las tropas militares hasta trasladarse en 1952 a su
nuevo acuartelamiento de El Fuerte de Breña Baja. Posteriormente, estuvo el
Taller Escuela Sindical Virgen de Las Nieves hasta irse en 1975 a las nuevas
instalaciones del Instituto de Secundaria del mismo nombre y hasta 1983 estuvo
instalada la Organización Juvenil Española (O.J.E.). En la huerta se edificó el
CEIP José Pérez Vidal, público, perteneciente al Gobierno de Canarias.
Adquirido por el Cabildo se instalan las dependencias del Museo Insular de La
Palma con sus exposiciones permanentes de Bellas Artes, Ciencias Naturales y
Etnografía, Biblioteca José Pérez Vidal y el Archivo General de La Palma.
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