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San Andrés. Los Sauces |
Aludir a nuestro pasado sería como pisar los talones del
tiempo transcurrido sin dejar de dar un paso hacia delante. Lo hacemos con los
antiguos hornos de la cal, que así
marcan un antes y después de la historia insular con el ritmo de las tareas
comerciales de nuestros puertos. Formaban parte del péndulo fiscalizador de la
actividad marinera en los muelles al compás de un constante transigir de los
pequeños barcos de madera, denominados de cabotajes. Traían la piedra caliza
desde Fuerteventura y Lanzarote, las islas más orientales del archipiélago
canario y ricas de tales rocas.
Con sus edificaciones en la cercanía del mar, no lejos de los
desembarcaderos, fueron los artífices imprescindibles de una gran y floreciente
industria en la fabricación de la cal. Su producción aumentaba la economía
local y familiar, haciendo obtener altos índices de cotización en el bienestar
del pueblo por un puesto de trabajo en el sector primario, que tan necesitado
estuvo y, entonces, fue sustituido por
modernas corrientes de mejores usos vanguardistas.
En toda la geografía isleña se integraron totalmente en el
paisaje que, hace muchos años, fueron desapareciendo paulatinamente por diversas
causas como por la extensión de población, urbanización perentoria de terrenos
de baldío y, por encima de todo, abandono de sus propietarios. Los pocos que se
mantienen en pie, no muchos, algunos se han restaurado e incluido como bien
inmueble artístico de interés turístico y patrimonial.
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La LP-2. Breña Baja |
Será interesante, no cabe la menor duda, realizar un
inventario de los mismos y prestarle una mayor atención a su supervivencia. En
Breña Baja, frente a los acuartelamientos de El Fuerte, San Andrés y Sauces y
otros en ninguna parte por su desconocimiento, ya que al iniciarse la carretera
de El Galión hubo uno de buena factura, junto al término de las escaleras de
acceso al barrio de San Telmo.
Esos humeantes baluartes erguidos como Quijotes del medio
imperante en su pleno rendimiento cuando faenaban, poseían una silueta cónica
truncada por su vértice, por donde se cargaban de capas alternas de carbón y
materia prima, y su base se apoyaba sobre un prisma de hormigón compuesto de la
hornilla con unas parrillas, que descansaban sobre un puente de hierro y una
puerta donde se prendía el fuego. Finalizado el proceso se enviaba el resultado
al empleo en la construcción, enjalbear e impermeabilizar.
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