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domingo, 4 de julio de 2021

RESTAURACIÓN DEL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO DE SANTA CRUZ DE LA PALMA

Parroquia de San Francisco

               En este difícil marco del COVID-19 vivimos la pandemia con todo el ajetreo, que conlleva la situación pertinente, para paliar la conservación del patrimonio artístico de cualquier índole. Es lógico, que el paso del tiempo sobre la frágil materia deje su huella, que tarde o temprano es descubierta, surgiendo la idea de restaurarlo con vehemencia y aplicando con máxima garantía los conocimientos de manos expertas. Lo primero, no es otro que el mismo interés aplicado al estudio de la obra a reparar para relucir la amplitud de la misma con esplendor sorpresivo en lo concerniente a su estructura, estilo e historia. La razón principal consiste en hacer realidad lo que tantos años no se hacía posible por falta de medios físicos y sociales, lejos del alcance de nuevos aires cultural, religioso y político.

                              Menos mal, que la esperanza siempre nos mantiene, ya que existen personas como el gran equipo de restauradores: Domingo José Cabrera Benítez, Nieves Luisa Cabrera Castro y Samuel Martín Acosta, que supieron poner frescura, belleza y muchas cosas más. La inauguración de la proeza realizada, durante meses, tuvo lugar en la tarde del miércoles, 28 de abril del corriente año, a los pies del presbiterio con nutrida asistencia.

Plaza de San Francisco
                   El retablo protagonista merecedor de un concienzudo estudio, merece todo el honor de detenernos en él por todos los valores concluyentes en su estructura, según se encuentra documentado, parece estar ligado a los orígenes de la ermita de San José de nuestra ciudad capital. Fue construida por el gremio de los carpinteros y pedreros, los cuales formaban parte de una cofradía o hermandad, bajo la protección del santo Patriarca, titular del sagrado recinto, que en sus inicios estaba establecida en la parroquia Matriz de El Salvador. Existía en 1584, según consta en distintas referencias, recibiendo del Santo Padre, el Papa Gregorio XIII, una Bula Pontificia de jubileo, concediendo gracias e indulgencias. A principios del siglo XVII se decide ejecutar una fábrica para rendir culto al santo Patrón, ubicada en el denominado barrio de Los Lordelos, que más tarde recibiría su titularidad. La primigenia morada fue lo que hoy es la capilla mayor, aumentándose, más tarde, el cañón del recinto y, sin duda alguna, inmediatamente, se levantó el arco de separación o Toral, simple y llanamente.

El Retablo Mayor
                              Llegó a tener un esplendor excepcional, ya que su magnífico Altar Mayor es, en la actualidad, el principal de la iglesia parroquial del exconvento de la Inmaculada Concepción de la orden franciscana, que se estaba confeccionando alrededor de 1717 por los referidos hermanos gremiales. En 1957, durante una reforma acometida en dicho solar, se solicitó autorización al entonces obispo nivariense, Domingo Pérez Cáceres, el traslado de bienes muebles a la cercana y casi reciente creada parroquia, que fue concedido, con el siguiente escrito: “Trasladar el altar o retablo de la ermita de San José y el púlpito de la misma a la iglesia parroquial, con tal que en dicha ermita se construya nuevo retablo y sea sustituido también el púlpito”.

                              Transcurridos algunos años, el solar se destinó a otros usos, en 1967 era sede de diferentes inquietudes juveniles y fue almacén de los gigantes y cabezudos, propiedad del ayuntamiento, así como el espacio de confección del número de la Pandorga, haciendo alarde de las Fiestas Lustrales.

                              Desde los inicios del XXI, se recuperó las celebraciones eclesiásticas por una larga temporada, haciendo la misión de templo principal de la comunidad parroquial, mientras se acometía notables cambios en el interior y cubiertas del otro recinto por Construcciones y Restauraciones Miguel Hernández Ventura, S.L.

Ermita de San José
                              Una vez hecha la descripción histórica, hagamos la del elemento en cuestión con toda precisión para dar a conocer una relevante joya. Se articula horizontalmente mediante un sotabanco compuesto por dos cuerpos, al que sigue la predela, el primero de los dos, que contiene la talla de San José en la hornacina central, como las tablas policromadas de san Joaquín y santa Ana en las calles laterales. El segundo, acoge en su hueco del medio la efigie flamenca de la Inmaculada, en proceso de reparación, donada a dicha institución por el acaudalado Jácome de Monteverde. Flanquean a esta figura los otros dos lienzos con las escenas de la Visitación de la Virgen María a su prima santa Isabel y la Huida de la Sagrada Familia a Egipto. Verticalmente se divide en tres calles separadas por columnas, que ostentan fustes cuyos dos tercios superiores van provistos de estrías ondulantes y en su primer tercio decoración tallada. En la parte siguiente el esquema compositivo es el mismo, pero con menor intensidad. En referencia a las cornisas de separación entre la primera y segunda zona, así como el remate del último, se atribuye a la distribución quebrada, retranqueada respecto a la zona vertical de la mitad. El adorno de lo enunciado, por último, anteriormente, se compone de taqueados seriados en las molduras superiores y detalles vegetales en los frisos.

                              En cuanto a la policromía destaca su disposición en dos tonalidades, tallada su distribución en dorado sobre fondos rojos. Puntualmente se registra la aparición de color verde en el conjunto pictórico tallado, tanto de las cornisas como de los marcos de las tablas, predela y parte superior del sotabanco.

                              La ubicación de la figura principal del Santo, que presenta tableros de fondo azulado pintados, con venera y ménsulas laterales doradas, mientras la otra, correspondiente a la Inmaculada Concepción es blanca con señas vegetales seriadas en tonalidades roja y azul grisáceo.

                              La vida material del conjunto monumental, motivo de estudio e intervención, ha sido prolífica y un tanto agitada. Sobre los comienzos de 1964, se ha puesto en distintas capillas del solar parroquial: Montserrat; pared sur; en la misma del recinto antiguo; pared en donde hoy se halla el del Cristo de la Piedra Fría y finalmente en el altar mayor.

                              Estos traslados con los consiguientes desmontajes y montajes, repercuten visiblemente, tanto en las tablas que sostienen elementos de embellecimiento y en la observación general de la ejecución por parte del espectador. A las distintas circunstancias al que es sometido el soporte y los daños ocasionados por herramientas, ensambles abiertos, figuras modificadas y redistribuidas con otros fines, huecos entre piezas y un sinfín de pequeños desplazamientos, causantes de grietas y fracturas de cierta importancia, nos dejan una creación fragmentada que ha perdido su unidad primigenia.

Interior de la ermita
                              El frontal del altar original del referido retablo no se conserva, con esta modificación en su canon, esta carencia la tenemos ahora sobre el nuevo sotobanco, convirtiéndose en el nuevo banco, añadiéndose unas molduras doradas de diversa morfología, procedentes de otros altares, compusieron un todo descarnado. En medio de todo esto, se encargaron la hechura de unos escudos, que pueden ser los que se encuentran bajo la predela, puesto que no están dorados a fuego a semejanza de los demás, sino pintados en tonos ocres, y no encajan en el conjunto. Esto es algo que no podemos afirmar y queremos hacer constar categóricamente, asumiendo otros cambios en la disposición de piezas.

                              Creemos que nuestro artífice es el resultado de una combinación, práctica bastante frecuente dentro de las iglesias por cambio de moda o impositivos movimientos. Aumentó su altura con el añadido del sotobanco de mampostería, haciéndolo en su otra dimensión con la disposición de piezas a ambos lados de las hornacinas de la calle central, que fueron adaptadas para tal cometido.

                              Otro detalle, que llama la atención, dentro de las características de los del tipo palmero, es la colocación de tablas y lienzos en las calles laterales del piso superior y, a veces, en el inferior, dejándose las hornacinas centrales para alojar esculturas de sentida devoción, como claro ejemplo, tenemos el del Hospital de Dolores; San Nicolás del mismo centro parroquial; ermita de San Telmo o tantos otros, que siguen el mismo patrón.

                              Pensemos que tanto las tablas como los lienzos están exentos de la estructura del retablo y con sus propios marcos, lo que nos hace pensar, que fueron reutilizados para cubrir el espacio de unas hornacinas, y así nos explicaríamos los añadidos en otras zonas. De igual manera, las telas están cortadas y encoladas, presentando huellas de tensiones en el tejido de haber estado montado sobre bastidor.

Proceso de la restauración
                La iconografía mariana nos indica el método del reciclaje, porque las escenas de la Virgen y los retratos de sus progenitores, nos señala tal situación. Incluso, puede que procedan de El Salvador, puesto que allí estuvo desde un principio ubicada la cofradía titular. Otra causa sería las dimensiones del Santo (78x50 cm), por ser inapropiadas para unos huecos (1,73x1,06 m), mucho mayores, que hizo adjuntar una venera con una decoración, que parte como remate del primer cuerpo, quedando el espacio más equilibrado y proporcionado para alojar la imagen del Patrón, que se redecoró con pintura azul y motivos florales en oro líquido.

                              Se encontró piezas redoradas, en parte o en su totalidad, que pudo ser por el oro desgastado y en muy mal estado de conservación. Un ejemplo de elementos cambiados de sitio, causantes del desequilibrio del conjunto, son las columnas del primer cuerpo por la policromía de los fustes de estrías ondulantes, estando cuatro de color blanco y dos en tonos ocres, no correspondiendo a una simetría en su disposición, ya que se observa como las dos que enmarcan el cajón del centro carecen de pintura hacia su cara interna, porque posiblemente eran las que estaban en contacto con la pared y en el lateral opuesto.

Acto inaugurar. Restaurado
                         El acceso a la parte posterior del retablo y estructura de anclaje al muro o testero del edificio desveló más detalles de su posible reciclaje. Las hornacinas están acortadas en el fondo, que sugerían los motivos florales de la del piso superior, que anteriormente estuvieron cubiertas por telones, puesto que se encontraron artefactos y piezas en desuso. Además, se contemplan arranques amputados de tirantes en la parte inferior de lo que serían huecos laterales, los cuales servían de contrapeso.

                              Entre tantas cosas, según el estado de conservación y diagnóstico, se trató de la suciedad con mayor o menor grado de adhesión a la capa pictórica. No sólo se trata de un problema estético, sino que con el paso del tiempo ha facilitado la colonización de ácaros e insectos con sus patologías asociadas.

                              Otra causa consistió en la oxidación de los barnices, como protección con el característico oscurecimiento, siendo más evidente en los rojos.

                              El asentamiento y ataque de xilófagos en una amplia zona, sobre las molduras, añadidos de los dos cuerpos y sotobanco causó cierta inestabilidad del soporte en términos generales.

                              Siguiendo con los males influyentes, levantamientos puntuales de policromía y dorado, provocados por el efecto de goteras, fricción de algún cortinaje o cuelga sobre el oro y craquelado con cazoletas en los dos lienzos del cuerpo superior.

Final del acto. Protagonistas
                         Por tratarse de un elemento que alberga imágenes devocionales, existen varios daños antrópicos derivados de su uso: clavos, alcayatas, chinchetas y tachuelas, goterones y salpicaduras de pintura, cera, roturas en la madera, desgastes y pérdida de volumen en la moldura anterior del suelo de ambas hornacinas, abrasiones en las partes más accesibles, derivadas de fricciones por la limpieza, sujeciones obsoletas de antiguo cableado en desuso y montaje, uno sobre otro, de policromías.

                              Y, por último, los desplazamientos de algunas piezas, que son causas y efectos de algunos desajustes sufridos, como la separación de tableros de fondo en los pares de columnas de ambos cuerpos, produciendo huecos que permiten visualizar el muro, que acoge el anclaje de la estructura y uniones deficientes o forzadas que originan tensiones, grietas y fracturas comprometiendo la estabilidad de la obra.

                              La protección final posee varios objetivos para la adecuada conservación del bien intervenido:

                              -Limitar la absorción de suciedad de una capa pictórica porosa en condiciones de conservación agresiva por manipulación o por conservación en ambientes poco controlados.

                              -Potenciar las calidades cromáticas, tales como el tono y el brillo, disminuidas o modificadas por la acción del envejecimiento de los componentes de la capa pictórica o por un efecto óptico tras una limpieza con disolventes, que se debe a la capacidad que poseen los barnices de saturar los colores.

                              -La protección final del retablo se ha hecho mediante aplicación de una resina acrílica disuelta, confiriendo un brillo correcto a los dorados y el satinado adecuado. Tanto a las tablas y lienzos se han protegido con la combinación de barnices, caracterizados por una elevada resistencia al oscurecimiento y amarilleamiento.

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