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domingo, 23 de julio de 2023

PRÓLOGO DE LA HISTORIA DE LA FOTOGRAFÍA PALMERA

          Realmente, tocamos un tema de sumo interés para todos aquellos, que con curiosidad por la historia y demás acontecimientos, despertando la imaginación dormida en brazos de un sueño o al paso del devenir del tiempo o, también, de una pléyade de hombres y mujeres con ansias de mostrar su esfuerzo y entusiasmo, pasados los siglos en una sociedad llena de cambios relucientes y sorprendentes y al unísono como pantalla de lo nuevo y novedoso. La fotografía en La Palma, ofrece una revisión de la historia de la misma desde la nueva mirada del XXI. Desde el instante, que comenzamos una amplia etapa en un mundo consumista cambiamos radicalmente nuestros hábitos. Del célebre retrato pasamos a las situaciones espontáneas del móvil o de cualquier otra forma digital. Entre esas dos circunstancias se despliega esta leyenda de la foto, entre la excepción de una pieza única, hecha poco después del nacimiento del sorprendente medio, sobre una placa de cobre plateado, para contemplar en la mano y la difusión masiva de la imagen en un periódico cien años después. Un juego de tensiones al que cabe añadir la condición insular de La Palma y la de puente entre Europa y América, responsable de la estancia en la isla de varios fotógrafos llegados de la tierra caribeña de Cuba.

                              En medio de todas esas variables, altibajos y devenir de aquí y de allá se desarrolla esta historia de la fotografía doméstica, gráfica y documental, sugerente y persuasiva en La Palma, con fotógrafos que viajan desde las otras islas canarias, desde la península o desde otros países, instalándose aquí en los años sesenta del XIX, formando sociedades con artistas locales, unas veces más duraderas que otras, con palmeros que se dedican a la profesión aludida o la adoptan como una más de sus ocupaciones. A lo largo del tiempo, así, van apareciendo profesionales y aficionados, isleños y peninsulares, europeos y cubanos o de otras partes del mundo, sobre todo, hombres con ambiciones personales, pero, también, mujeres que tuvieron a su cargo negocios de estas características como Rosario Brito Rodríguez (1885-1938), hermana de Miguel, “mediomillón”, que se ocupó del estudio “Fotógrafos y Dibujantes” de Santa Cruz de La Palma, o Rosa Rodríguez Hernández (1909-1983), que hizo de su afición un álbum de alto valor artístico.

                              Por otra parte, a tratarse de una isla menor, pero exuberante y bella en su entorno natural, fue muy pronto un gran atractivo para el visitante, destacando las fotografías de viajes, con una presencia notable de las islas británicas. Valgan como ejemplos las parejas formadas por Henry y Olivia Mary Stone (1855-¿?), que nos visitaron en 1883, o Elizabeth D´Este y la señora King, que lo hicieron en 1908, parejas que tomaron un amplio reportaje por donde pasaban y publicaron libros ilustrados, los primeros con grabados y los segundos con fotos.

                              Gracias a lo relatado anteriormente con cierta exhaustividad, deseo ofrecer un panorama fotográfico profundamente imbricado en la historia de La Palma, reflejo fiel de los cambios que ha experimentado a lo largo y ancho anual de los acontecimientos cotidianos, novedosos y sensacionalistas, que fueran unas imágenes únicas que interesaran al público en general, devoto de la Semana Santa, de las fiestas de la Bajada de la Virgen, Nuestra Señora de Las Nieves, Patrona de La Palma y de otros festejos religiosos, civiles y populares de carácter local. Habrá quien busque a sus antepasados entre las tarjetas de visita que van perdiendo el color o rastree la pervivencia de las tradiciones en los lugares más visitados por los turistas. En cualquier caso, aportarán nuevos matices para dibujar o reconstruir con más precisión nuestro pasado. Era esa la intención subyacente en la segunda mitad del XIX, la de reunir en instantáneas a grupos familiares abocados a la desaparición por fallecimiento o por la diáspora de sus miembros o, incluso, la de practicar la fotografía post mortem de niños, en especial durante un periodo de gran mortalidad infantil, como un intento de lucha desesperada contra el destino.

                              Apenas podrían imaginar quienes, seguramente con asombro, el gran cambio de paradigma que habría de experimentar la fotografía y, en general, el mundo audiovisual, a comienzos del XXI. El comenzar un nuevo milenio, surgió que todo lo relacionado con la humanidad diera un giro de 360º para sentirnos involucrado en nuevas tendencias o con renovadoras savias innovadoras. De las emulsiones químicas a las imágenes pixeladas, de una práctica minoritaria inicial, vinculada a un cierto poder adquisitivo, con la figura del fotógrafo profesional como actor principal, a una utilización extensiva que permite a cada persona provista de un smartphone capturar los más variopintos detalles de la realidad volátil que presencia. Tanto entonces como ahora ha prevalecido un anhelo común, la trascendencia, el utópico deseo de congelar el paso del tiempo. Se trasluce un tácito interés en encerrar un espacio vertiginoso y evanescente, con la paradoja que supone disponer de una ingente cantidad de imágenes, fácilmente transmisibles de forma masiva a cualquier lugar del mundo, debido a la capacidad inmensa de las redes sociales, presas en un medio frágil, como es el digital, óptimo para la inmediatez, la réplica y la difusión, pero que no garantiza la conservación de la memoria visual.

                              Voy a trazar una línea imaginaria, entre el ayer y el hoy, subrayando un pasado fructífero en grandes descubrimientos en el mundo de las imágenes, destacando a Juan González Méndez (1824-1907), hermano del gran pintor, Manuel (1843-1909); Santos María Pego (1832-1905); Aurelio Carmona López (1826-1901); Manuel García Rodríguez ((1840-¿?); Miguel Brito Rodríguez (1876-1972); Elías Santos Abreu (1856-1937); Rosendo Cutillas Hernández (1852-1930); Manuel S. Rodríguez Rosa (1865-1931); Manuel Cabrera Castro (1879-1926); Emilio Carrillo Carballo (1892-1952); Rosa Rodríguez Hernández (1909-1983)… y así una larga lista de grandes pioneros en un mundo alucinado por los nuevos avances, pero fue la encrucijada de tomar la decisión de ser profesionales o no, tomándolo como un reto personal y meritorio de transmitir a futuras generaciones.

                              Un punto y aparte para describir, a partir de mi infancia, la vivencia obtenida por mí desde la década de los 40, habiendo nacido en 1942 y cuando tenía pantalones cortos, en una sociedad muy distinta a la actual, quizás transformándose a pasos agigantados:

                              Por su parte, Manuel S. Rodríguez Rosa nace en Santa Cruz de La Palma, casado con Rosario Quintero Pérez, oriunda de Tenerife. Del matrimonio nace cuatro hijos Manuel, Horalio, conocido por Otilio, Evelia y Leoncia. Su trabajo fue continuado por sus vástagos Manuel (1897-1971), afincado en Los Llanos de Aridane, autor de la famosa foto de la isla mágica San Borondón, y Otilio (Horalio) Rodríguez Quintero (1904-1992), con estudio Fototilio en su domicilio de la calle Apurón. Dos de sus hijos, Manuel y José Luis Rodríguez Brito, colaboraron en el gabinete. Al final su quehacer terminó en la modalidad de retrato y a la fotografía de estudio, siendo así mi álbum de boda con los componentes salidos de la última forma hechos en dicho salón de trabajo.

                              Mención especial merecen los hermanos Adolfo (1904-1976) y Tomás (1910-1993) Ayut González, quienes abrazaron la fotografía de manera tardía. Del primero son las célebres instantáneas de la visita del que fuera primer ministro británico, Winston Churchill (1874-1965), que el 24 de febrero de 1959 recaló en el puerto capitalino como escala de un viaje de recreo a bordo del yate Christina, propiedad del naviero y magnate griego Aristóteles Onassis (1906-1975), cuyo acontecimiento gocé en primera línea, siendo bachiller en el instituto de Enseñanza Media de La Palma. Por su parte, Tomás, al igual que su hermano, cubrió la información gráfica de la isla destinada a periódicos o al consumo particular. De su autoría es una serie de imágenes de la riada acontecida en la comarca de Las Breñas en 1957 y de sus devastadores efectos. Es preciso dejar constancia de la coincidencia en ese modo que estos fotógrafos tomaron contacto con la que habría de ser su profesión, que les curtió en la calle y que habría de enriquecer su visión particular tras la cámara.

                              Me introduzco en los recuerdos, para hacer un inventario de otros fotógrafos bien asentados en su oficio hacia ciertos objetivos de buen gusto como el añorado Andrés Alós y Juan Checa, amigo de los hermanos Ayut González, y asociaciones referentes a tal actividad como Afoto y Foto Cofrade, que con el afán de prestar una organización ejemplar con vista a mejorar lo propuesto en el mundo artístico, han convocado jornadas formativas y concursos, respectivamente, para el aprendizaje de este fabuloso medio. Muchos establecimientos de este ramo comercial no existen como Nova Foto; Foto 3; Foto Moreno, cuyo aludido propietario actuaba antes en San Andrés y Sauces y Barlovento; Miguel Bethencourt Arrocha… Nieves Foto, actualmente, se halla ubicado en las 4 esquinas, calle Anselmo Pérez de Brito.

                              Para finalizar es preciso dejar constancia de Diego Robles Ortega (1925-2014), que compaginó sus deberes personales con entusiasmo muchos fines de semana con su afición por la fotografía.

                              En 2005 el excelentísimo Cabildo Insular de La Palma acogió en la Casa Principal de Salazar la exposición ‘Diego Robles: 50 años de fotografía’, así como la edición de un libro sobre la misma, prologado por el entonces presidente del ente estatal insular, José Luis Perestelo Rodríguez (1956), quien escribió: “un pequeño homenaje al hombre del pueblo que, con un lenguaje visual sencillo y, tal vez, sin grandes pretensiones estéticas, demuestra cómo ha cambiado la isla y, en particular su ciudad capital y quienes en ella viven, porque Diego Robles ha sido y es el fotógrafo de todos”.

                              Tras la posguerra española (1936-1939), la mejora de los materiales dejó paso a equipos más manejables, funcionales y de ligero traslado. A partir de estas fechas, comenzó a consolidarse la figura del reportero que, con su cámara en ristre, nos dejaron ricos bagajes para la memoria histórica, cubriendo la información gráfica de hechos notables en la prensa, sucesos o manifestaciones festivas, deportivas o musicales… Entre otros acontecimientos, Robles Ortega, tomó imágenes de la inauguración del aeródromo de Buenavista en 1955, villa de Breña Alta, o los temporales marinos que asolaron el puerto de Santa Cruz de La Palma.

 

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