En medio de todas esas variables, altibajos y devenir de
aquí y de allá se desarrolla esta historia de la fotografía doméstica, gráfica
y documental, sugerente y persuasiva en La Palma, con fotógrafos que viajan
desde las otras islas canarias, desde la península o desde otros países,
instalándose aquí en los años sesenta del XIX, formando sociedades con artistas
locales, unas veces más duraderas que otras, con palmeros que se dedican a la
profesión aludida o la adoptan como una más de sus ocupaciones. A lo largo del
tiempo, así, van apareciendo profesionales y aficionados, isleños y
peninsulares, europeos y cubanos o de otras partes del mundo, sobre todo,
hombres con ambiciones personales, pero, también, mujeres que tuvieron a su
cargo negocios de estas características como Rosario Brito Rodríguez
(1885-1938), hermana de Miguel, “mediomillón”, que se ocupó del estudio
“Fotógrafos y Dibujantes” de Santa Cruz de La Palma, o Rosa Rodríguez Hernández
(1909-1983), que hizo de su afición un álbum de alto valor artístico.
Por otra parte, a tratarse de una isla menor, pero
exuberante y bella en su entorno natural, fue muy pronto un gran atractivo para
el visitante, destacando las fotografías de viajes, con una presencia notable
de las islas británicas. Valgan como ejemplos las parejas formadas por Henry y
Olivia Mary Stone (1855-¿?), que nos visitaron en 1883, o Elizabeth D´Este y la
señora King, que lo hicieron en 1908, parejas que tomaron un amplio reportaje
por donde pasaban y publicaron libros ilustrados, los primeros con grabados y
los segundos con fotos.
Apenas podrían imaginar quienes, seguramente con asombro, el
gran cambio de paradigma que habría de experimentar la fotografía y, en
general, el mundo audiovisual, a comienzos del XXI. El comenzar un nuevo
milenio, surgió que todo lo relacionado con la humanidad diera un giro de 360º
para sentirnos involucrado en nuevas tendencias o con renovadoras savias
innovadoras. De las emulsiones químicas a las imágenes pixeladas, de una
práctica minoritaria inicial, vinculada a un cierto poder adquisitivo, con la
figura del fotógrafo profesional como actor principal, a una utilización
extensiva que permite a cada persona provista de un smartphone capturar los más
variopintos detalles de la realidad volátil que presencia. Tanto entonces como
ahora ha prevalecido un anhelo común, la trascendencia, el utópico deseo de
congelar el paso del tiempo. Se trasluce un tácito interés en encerrar un
espacio vertiginoso y evanescente, con la paradoja que supone disponer de una
ingente cantidad de imágenes, fácilmente transmisibles de forma masiva a
cualquier lugar del mundo, debido a la capacidad inmensa de las redes sociales,
presas en un medio frágil, como es el digital, óptimo para la inmediatez, la
réplica y la difusión, pero que no garantiza la conservación de la memoria
visual.
Un punto y aparte para describir, a partir de mi infancia,
la vivencia obtenida por mí desde la década de los 40, habiendo nacido en 1942
y cuando tenía pantalones cortos, en una sociedad muy distinta a la actual,
quizás transformándose a pasos agigantados:
Por su parte, Manuel S. Rodríguez Rosa nace en Santa Cruz de
La Palma, casado con Rosario Quintero Pérez, oriunda de Tenerife. Del
matrimonio nace cuatro hijos Manuel, Horalio, conocido por Otilio, Evelia y
Leoncia. Su trabajo fue continuado por sus vástagos Manuel (1897-1971),
afincado en Los Llanos de Aridane, autor de la famosa foto de la isla mágica
San Borondón, y Otilio (Horalio) Rodríguez Quintero (1904-1992), con estudio
Fototilio en su domicilio de la calle Apurón. Dos de sus hijos, Manuel y José
Luis Rodríguez Brito, colaboraron en el gabinete. Al final su quehacer terminó
en la modalidad de retrato y a la fotografía de estudio, siendo así mi álbum de
boda con los componentes salidos de la última forma hechos en dicho salón de
trabajo.
Me introduzco en los recuerdos, para hacer un inventario de
otros fotógrafos bien asentados en su oficio hacia ciertos objetivos de buen
gusto como el añorado Andrés Alós y Juan Checa, amigo de los hermanos Ayut
González, y asociaciones referentes a tal actividad como Afoto y Foto Cofrade,
que con el afán de prestar una organización ejemplar con vista a mejorar lo
propuesto en el mundo artístico, han convocado jornadas formativas y concursos,
respectivamente, para el aprendizaje de este fabuloso medio. Muchos
establecimientos de este ramo comercial no existen como Nova Foto; Foto 3; Foto
Moreno, cuyo aludido propietario actuaba antes en San Andrés y Sauces y
Barlovento; Miguel Bethencourt Arrocha… Nieves Foto, actualmente, se halla
ubicado en las 4 esquinas, calle Anselmo Pérez de Brito.
Para finalizar es preciso dejar constancia de Diego Robles Ortega
(1925-2014), que compaginó sus deberes personales con entusiasmo muchos fines
de semana con su afición por la fotografía.
En 2005 el excelentísimo Cabildo Insular de La Palma acogió
en la Casa Principal de Salazar la exposición ‘Diego Robles: 50 años de
fotografía’, así como la edición de un libro sobre la misma, prologado por el
entonces presidente del ente estatal insular, José Luis Perestelo Rodríguez
(1956), quien escribió: “un pequeño homenaje al hombre del pueblo que, con un
lenguaje visual sencillo y, tal vez, sin grandes pretensiones estéticas,
demuestra cómo ha cambiado la isla y, en particular su ciudad capital y quienes
en ella viven, porque Diego Robles ha sido y es el fotógrafo de todos”.
Tras la posguerra española (1936-1939), la mejora de los
materiales dejó paso a equipos más manejables, funcionales y de ligero
traslado. A partir de estas fechas, comenzó a consolidarse la figura del
reportero que, con su cámara en ristre, nos dejaron ricos bagajes para la
memoria histórica, cubriendo la información gráfica de hechos notables en la
prensa, sucesos o manifestaciones festivas, deportivas o musicales… Entre otros
acontecimientos, Robles Ortega, tomó imágenes de la inauguración del aeródromo
de Buenavista en 1955, villa de Breña Alta, o los temporales marinos que
asolaron el puerto de Santa Cruz de La Palma.
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