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domingo, 16 de febrero de 2025

EL MÉDICO DE LOS POBRES

       De los muchos personajes, a través de los tiempos, desde antes y después de la conquista de la isla de La Palma, encontramos a uno de ellos muy interesante con fines concretos dentro de los círculos sociales del último tercio del siglo XIX y del primero del XX. Tal ilustre persona nos invita a todos a reflexionar con capacidad de desarrollar una actividad profesional, siendo vocacional y promotora de innumerables virtudes, y a que se abra una página de nuestra historia con matices humanos y admirables en el desempeño de su profesión, perdurando siempre la memoria de un ilustre palmero, distinguiéndose como notable cirujano y hombre honrado, sensible con el dolor de los demás. Apasionado desarrolló con dignidad un solo objetivo y dedicación plena el bienestar y consecución de la salud de todos aquellos, por un motivo u otro, la hubieren perdido. Nuestro sujeto lo convirtió en suyo como instrumento inseparable de amor, misericordia y caridad cristiana hacia los pobres y desamparados, cuidado al prójimo, con el establecimiento de la salud física, bienestar corporal y del óptimo funcionamiento del organismo en buen estado funcional, mental y emocional.

                               Francisco Abreu García (1861-1912), nació en Santa Cruz de La Palma el viernes, 5 de abril del año referente, anteriormente, entre paréntesis. Estudió bachillerato en el Colegio de Segunda Enseñanza Santa Catalina de esta referida ciudad y que, en 1890, se licenció en Medicina y Cirugía por la Universidad de Madrid.

      Una vez acabado sus estudios regresó a su isla natal, residiendo en la ciudad capital de La Palma en la que brillantemente ejerció su profesión de galeno, destacando por su altruismo y desinterés en el atendimiento de los enfermos más necesitados. Transcurrido los días, meses y años fue popularmente conocido el ‘médico de los pobres’, ya que aparte de diagnosticarlos, si era preciso, aportaba en lo necesario a amortiguar los gastos pertinentes de la consulta y del correspondiente tratamiento con sumas cuantiosas de dinero con los familiares del paciente a cambio de nada, gratuitamente.

                              Amante de hacer el bien, enamorado de su profesión, convirtiéndose en un buen samaritano en una época de penurias y de escasez de medios, durante muchos años, ejerció de director médico en el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores y de la Casa Cuna de Expósitos, desinteresadamente. En dicho centro hospitalario sobresalió como un experto e importante cirujano. Renunció a sus emolumentos a favor del creado asilo y, además, donaba grandes cantidades de caudales para cubrir el déficit presupuestario cuantas veces fuera necesario.

                              Académico correspondiente de la Internacional de Ciencias Médicas, militando en el Partido Liberal Tradicional, siendo uno de los miembros más destacado colaborador de la sociedad cultural La Unión. La indicada institución celebró el primer certamen literario que se hizo en Canarias, inaugurado en suelo palmero, en el espacio de la primera biblioteca pública y editado en el periódico con el mismo nombre (La Unión), entre otras acciones culturales.

        Abreu García falleció el miércoles, 31 de julio de la fecha citada entre paréntesis, con apenas 51 años de edad en la misma ciudad que le vio nacer. Su óbito tuvo que ser muy multitudinario en el más amplio sentido emocional, porque era querido por la población de aquel entonces, ya que veían en él una de las virtudes inmensamente prolífera en el ser humano, derrochando luz providencial por propia iniciativa en cualquier ocasión de su vida o momento oportuno, que fuera el idóneo de manifestar las ansias de hacer un bien sin mirar a quien, como pudiera decirlo el dicho popular, entre los albores de un pueblo amante de elogiar las extraordinarias cualidades de sus ciudadanos y que, hoy en día, en el presente se muestra a todos con orgullo, dándosele a conocer como parte integrante de nuestro quehacer cotidiano y actual con altos niveles de rasgos carismáticos y consistentes pilares ancestrales.

       El Excelentísimo Ayuntamiento capitalino de la isla del Señor San Miguel de La Palma, en reconocimiento a los méritos contraídos por el sujeto, por tan insigne facultativo, doctor, ha perpetuado su figura rotulando una de las calles del periférico barrio de San Sebastián, barrio de ‘La Canela’, partiendo del extremo norte de la homóloga ermita del mártir romano y, del otro lado, vértice sur, unida a la de Fernández Ferraz, frente al convento de padres dominicos de San Miguel de las Victorias de Santo Domingo. Benefactor del Hospital de Dolores, en donde posee una placa de mármol blanco, adosada a la pared del edificio junto a la entrada de una sala, que lleva su nombre y que así dice: “EL EXCMO. CABILDO DE LA PALMA EN MEMORIA DE DON FRANCISCO ABREU Y GARCÍA, MÉDICO CARITATIVO Y BIENHECHOR DE ESTE HOSPITAL Y CUNA DE EXPÓSITOS QUE NACIÓ EN LA CIUDAD EL 5 DE ABRIL DE 1861. MURIÓ EN SU FINCA EL BREZAL DE BREÑA ALTA EL 31 DE JULIO DE 1912”.

                              La salud del ‘médico de los pobres’ se fue mermando, poco a poco, como si se tratase de una lamparilla votiva que se consume a lo largo del día, una vez encendida, quebrantándose años antes de su muerte. Tránsito ocurrido con piadosa actitud de hijo de un Padre celestial y misericordioso, consciente de impartir destellos de bondad a los necesitados de la ayuda de sus manos incansables en todo momento, circunstancia y lugar, que fuera necesario o si él lo estimaba así.

       Aquel corazón generoso, cuanto más implacablemente herido de gravedad por la desgracia y sorprendido por el infortunio del hecho, en temprana edad, con más suaves fragancias derramaba por doquier en abundancia proveniente de un manantial vivo e ilusionado, como jamás se había tenido. Aquel corazón enriquecido con tesoros inagotables de amor, rebosante de dar lo mejor de sí mismo, entregándose como si fuera una alhaja valiosa, con las manos abiertas al prójimo, al hermano desvalido y menesteroso, que se trocaban en perdón para la ofensa, en clemencia para el enemigo, en piedad para el caído y en lágrimas para los dolores ajenos. Aquel corazón magnánimo que hacía de la caridad el gran foco de fuego divino, que funde las asperezas en crisol de paz y de puente de amistad, socorro y acogida para siempre en el seno del alivio y comprensión con sombras de espiritualismo altísimo, hondamente enfermo se negaba a latir lleno de vigor, con la isócrona regularidad del péndulo…

                              Las palabras se truecan en silencio y el silencio permanece inalterable mientras dura la pérdida de lo inacabado. Así y no de otra manera ocurrió el desenlace de nuestro prestigioso paisano al socaire de una isla o de un pueblo, que lo quería y veneraba.

       La triste noticia, con el pavor y sorpresa insospechada o viceversa sucedieron con una rapidez asombrosa entre los vecinos de un lado u otro de la patria chica, dicho de otra manera, circuló rápidamente por esta capital insular, dibujando una expresión de tristeza en todos los semblantes. Expiró a las 10 horas de la mañana y al día siguiente estaba su cadáver en su domicilio familiar santacrucero, después de haber estado viajando durante la noche por carreteras polvorientas a hombros de incondicionales, que lo abrazaban fervientemente y lo transportaban con sufrimiento y admiración. Sus restos mortales fueron depositados en una suntuosa capilla ardiente.

                              No se recuerda una manifestación en La Palma más numerosa. Lanzando penosamente suspiros prolongados y le acompañaban autoridades, corporaciones, sociedades, amigos de su infancia y todo un pueblo agradecido, etc.

                              Transcribiré una de las muchas anécdotas de su vida: ‘publicándose el periódico La Unión, ya citado, escribían en colaboración una novela para el folletín de dicha tirada literaria, dos distinguidos jóvenes, que, para imprimirle un desenlace dramático, pensaban los noveles autores asesinar a la hermosa protagonista. Entonces, Francisco Abreu suplicó salvarle la vida a la ficticia dama, apelando a la invitación de beber cervezas a cambio de que la protagonista viviese y vivió.

       Las entradas de las calles en el entramado del callejero de nuestra ciudad, se conformó de acuerdo a criterios lógicos de la toponimia, surgida del origen del barrio y calle de San Sebastián. Las mismas se ordenan de acuerdo a la orientación de este a oeste y de norte a sur, incluyendo la justificación de las denominaciones históricas y actuales con algunas notas relevantes sobre urbanismo, arquitectura e historia o leyenda social. Contiene nombres de procedencia patronímico como la de Francisco Abreu y otras. Esta vía atraviesa el solar del huerto del convento femenino, Hermanas Dominicas de Santa Catalina de Siena, Reverendas Madres Catalinas (RMC), fundado en 1624, por el matrimonio formado por Alonso de Castro Vinatea e Isabel de Abreu y que fue abierta entre 1876 y 1878, hacia el oeste por la sociedad La Edificadora Palmense, conociéndola el vulgo como Calle Nueva, en sesión del 17 de diciembre de 1904, lleva el rótulo del médico y diputado por acuerdo de la Corporación Municipal. Fue dibujada por Leonardo Torriani (1559-1628), en la década de 1580.

                              La rotulación había sido promovida a instancias de José María Brito, vecino, encabezando la solicitud junto a 66 más, y de Diego Roca de Togores, quien, posteriormente, se adhirió a la propuesta con 120 ciudadanos. Por la dicha petición el cambio nominativo fue celebrado el 3 de marzo de 1905 por una comisión de vecinos.

       Para dar el punto y final a lo transcrito anteriormente con una vehemencia inusitada en la observación de sus edificios a un lado u otro de la vía, que inmortaliza a tan ilustre persona, ejemplo indiscutible en virtudes y hechos sociales en pro del pueblo palmero, encontramos una construcción curiosa con el número 6 por su estructura frontalmente llamativa, rematada la puerta  por un arco ojival de color rojo, arquitectura simétrica por un acicalamiento de ladrillos de adobe, que destaca de las demás fachadas. Se trata, nada más y nada menos, de la sede actual de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Palma, según se lee en una placa de metacrilato conmemorativa adosada a la pared exterior. Fundada en 1776. Es levantada en la vertiente oeste, originalmente conocida por calle Nueva.

                              En la esquina del otro lado, convergiendo con la homóloga de Fernández Ferraz, se encuentra un nuevo alzado de edificaciones administrativas y de educación estatales y municipales con menesteres a nivel universal de conservación de la Naturaleza o Biosfera y local con escuelas municipales de Folklore de Santa Cruz de La Palma, Teatro Pilar Rey, Danza Maika Lerín, Música Julio Gómez, Biblioteca Antonio Abdo y la Concejalía de Cultura, entre otras actividades.        

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