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domingo, 6 de abril de 2025

ECOS DE SEMANA SANTA

                              La Semana Santa de Santa Cruz de La Palma con austeridad en el transcurrir de la Cuaresma, con el silencio más devocional de los pasos procesionales y de penitencia abre un hueco en el devenir de la solemnidad, circunstancia sujeta a los acontecimientos de la celebración de un hecho de fe e histórico, es ajeno a las manifestaciones religiosas y artísticas. Manifestaciones públicas de hechos evangélicos, que relata la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús, conocido entre los suyos como el ‘Maestro’. Es el Hermano que nos redime del pecado que con su Santa Cruz alcanza la salvación del mundo y de muchos, que hacen posible cumplir con el reencuentro anual las ciudades y pueblos que, afortunadamente, han conservado esta tradición centenaria vuelven a sentirse orgullosos de lo que con el esfuerzo de otros y con el cuidado de todos ha llegado a nosotros. Creo no equivocarme si digo que este municipio está por mérito de todos dentro de estas comunidades que desean y así mantienen cada vez más sus tradiciones, siendo una de ellas, sin duda alguna, la que rememora el motivo central de esta celebración con pleno recogimiento y asistencia en las calles y templos, mostrando lo mejor de las sagradas imágenes y relevantes cultos.

                              Podremos encontrar a través de las fotografías y de diversos textos un pequeño recorrido por lo que ha sido y es nuestra Semana Santa, mostrando ese hermoso patrimonio artístico e invitándonos a participar en la contemplación en las efigies y símbolos que en estos días hallamos quizá de forma más cercana en las plazas, calles e iglesias.

                              ‘La semana Santa de Santa Cruz de La Palma, vuelve a nuestros rincones, en el espacio y en el tiempo, para presenciar la visión de imágenes en madera con la piedra basáltica que sostiene y balancea el recuerdo emotivo de la Pasión de Cristo’.

                              La Semana Mayor avalada magníficamente por su tradición y popularidad, entre muchos cristianos amantes del culto religioso y devocional a unas tallas de solera y de profundo arraigo en un entorno de valioso abolengo con un contenido de emotividad, que nos revelan la iconografía de una escena única de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, conmoviéndonos en el amor y entrega de Dios, hecho hombre, por la salvación de toda la humanidad.

                              No sería completo sin la lista de los artífices del libro de Oro de los maestros que hicieron posible la realidad palpable del acervo patrimonial de una ciudad católica.

                              Abrimos las puertas de los sombríos templos y la memoria salta a la palestra, conjugando con las angostas calles adoquinadas con esculturas barrocas, neoclásicas, flamencas y americanas que brillan con luz propia. Es toda una referencia a la meditación de los recorridos procesionales, costumbres y vivencias personales, juventud y madurez en el seno de una familia humilde y obrera integrada en sentimientos sencillos y ensamblados.

                              Es producto de un largo proceso de la historia, si la miramos desde el estricto punto de vista artístico, se ha nutrido con el paso del tiempo de grandes obras en lo escultórico y musical. Ha crecido y se ha enriquecido con nuevas aportaciones, logrando una excelente cronología en los sucesos representados. ‘Cofradías que se renuevan, tambores y cornetas, chirimías de la Vera Cruz, las palmeras, bandas de música, simbologías en las calles…’ son propias de estas fechas.

                              Desde mi infancia conozco y participé de una manera activa en el tiempo del recordado sacerdote don Félix León del Sacramento Hernández Rodríguez (1878-1963), párroco de la parroquia matriz de El Salvador y ahora lo hago como uno más, fiel y devoto asistente de los actos y procesiones. Tenemos que ser capaces de conseguir que la juventud se comprometa y, nosotros con ellos, a pesar de los años que corren, para que el relevo generacional exista, que por fuerza debe producirse y, por tanto, se mantenga el esplendor de la Semana Santa en la capital palmera.

                              Cuando van llegando estas jornadas se desbordan las emociones acumuladas durante años, se echan en falta de una manera más patente a quienes ya no están y estuvieron en nuestras miradas compartiendo los segundos, minutos y horas con nosotros el afecto, sufrimiento y charla, día tras día, se agolpan los recuerdos de la niñez y, definitivamente, vives plenamente aquello que merece la pena ser vivido intensamente.

                              Sí, alguna vez, comenzamos a indagar datos sobre nuestras fiestas pascuales nos encontraremos con distintas versiones, cada vez más, según el documento que consultemos, pero en muchos , por no decir en todos, se repite: ‘La Semana Santa de Santa Cruz de La Palma es considerada como un auténtico museo al aire libre, con pasos de gran visión artística, verdaderas obras de orfebrería, con muchos siglos de historia, haciéndonos ver lo extraordinario plasmado en bellas y valiosas figuras de la imaginería isleña, peninsular, americana…, siendo la única que sigue, paso a paso, los hechos tal como nos lo narran los Santos Evangelios’.

                             Las andas o tronos constituyen una exposición de esfuerzo de adaptación a lo representado en ese momento, elogiando a los sabios de carpintería y ebanistería del mundillo del buril, distinguidos elementos del ingenio y saber. La nuestra es considerada una de las mejores de las islas por su esencia de espiritualidad heredado de nuestros antepasados. Hace once años, en 2014, fue declarada de Interés Turístico de Canarias.

                              El cofrade tiene que dar testimonio y una vez al año salir a la calle para mostrar su fe. Deben de ser capaces de aumentar las filas con nuevas incorporaciones, hombres y mujeres, niños y niñas, jóvenes y adultos, implicados en el compromiso de sus estatutos. Yo, aunque no pertenezco a ninguna de ellas, soy feliz de que lo sean la familia de uno de mis hijos, un sobrino y muchos amigos y amigas. Además, algunas personas destacadas en lo social han sido y son integrantes del grupo de los vestidos con túnicas y capirotes, denominados capuchinos. Es que la Pascua que celebramos, años tras años, no es un final, sino como el principio de una vida nueva. No nos quedemos indiferentes ante esta notable información y que la Semana Santa no sea un espacio solo para el descanso o la evasión. Cada uno de nosotros comunique a los otros esta buena noticia con coherencia. La vida cristiana y la alegría son dos realidades íntimamente unidas. En la Semana Santa de 2025, Año de Bajada de la Virgen, Nuestra Señora María de Las Nieves, nuestra Patrona, damos gracias por ser unos privilegiados, celebrando esta gran fiesta religiosa, cultural y artística de nuestra ciudad, cinco años después del Covid-19 del estado de alarma en España y en el mundo, por la pandemia. La fe, devoción y emoción manifestada sea la mejor y más bella posible en el marco de este pueblo maravilloso.

                              En el viejo régimen cuando las mujeres se cubrían sus cabezas con el velo al entrar en los sagrados recintos y cuando las imágenes se ocultaban bajo el color morado de la Cuaresma, los protagonistas eran los fieles y, hoy, lo son las imágenes, mostrando todo su esplendor. Los recuerdos se diluyen como acuarelas en el agua y los momentos infantiles con tierna intensidad pasan a cubrirse con la sombra de los años. Sin embargo, desconozco el motivo, pero estos días de vísperas cierro los ojos y podría jurar que he visto la luz del sol encender la mirada del apóstol Juan entre roncos tambores y caricias de incienso, mientras apresuro el paso para llegar a tiempo. Es entonces, cuando la pátina de la memoria se torna en imágenes nuevas por estrenar… Es toda una proyección íntima guardar en el proyector de mi corazón ver pasar todas las procesiones doblando la esquina de la calle Sol, una vez rebasada la plaza de Santo Domingo.

                              El ronco sonido de matracas en cada uno de los principales templos de la ciudad, capital, y los incansables músicos de un lado para otro, procurando la puntualidad necesaria y exigida, sometida a prueba por el respectivo horario programado que, día a día, avanzan detrás de las procesiones, elevando al aire níveo y nítido de la tarde y noche, primeros flujos primaverales, los acordes de ‘marchas’ magistrales como ‘Amor Eterno’ de Alejandro Henríquez Brito, inspirada en la muerte de Jesucristo; ‘Cristo de los Olivos’ de José Luis Peiró Reig; ‘La Caída del Señor’ de Luis Cobiella Cuevas estrenada el Miércoles Santo, 20 de abril de 2011, ante el Señor de la Caída; ‘El Alcahuete’ de Juan Francisco Medina Concepción ejecutada por primera vez la tarde del Miércoles, 25 de marzo de 2013, a la salida del paso del Nazareno de la parroquia matriz de El Salvador por la calle Pérez Volcán; ‘Inquietud’ de Felipe López Rodríguez, dedicada a su hijo Pepe, fundador de la Banda de Música Santa Cecilia y otras por la homóloga Municipal San Miguel, dirigida por José Gabriel Rodríguez González.

                              No puedo dejar de mencionar a Julio Hernández Gómez que fue director de ambas, dándola a conocer la actual, la última mencionada, el día de Reyes, 6 de enero de 1975, con su primer concierto bajo el atrio del ayuntamiento. Cierro este apartado con la presencia del compositor andaluz, Abel Moreno Gómez, en el 2013, nos deleitó con su composición ‘Cachorro’ en la tarde del miércoles, 27 de marzo, en la plaza de España en el instante del ‘Punto en la Plaza’ y al día siguiente, jueves 28, a la salida del Señor de la Piedra Fría dirigió en la plaza de San Francisco, frente a la parroquia y templo franciscano, su otra obra ‘Madrugá’.

                              La contemplación del Ecce Homo, denominado el ‘Señor de Santa Cruz de La Palma’, con sus características especiales lo invocaba durante algunos años, al finalizar el recorrido procesional, teniendo por fondo la fachada parroquial de San Francisco, el santo de Asís, por el expárroco Juan Antonio Guedes Suárez. Al igual que todos los Jueves Santos me infunde la fe perdida y la espera de una llamada al arrepentimiento con una mudez aterradora y mirada persuasiva. Con la apresurada presencia de la Piedad, de origen flamenco, bajo un mediodía cansado y acalorado, nos conforta que se está acabando la Cuaresma y así la Pasión del Hijo de Dios, mientras en el Real Santuario de Las Nieves ve la luz primaveral uno de lo más impresionante conjunto, también flamenco: un Calvario con el Cristo del Amparo, Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista.

                              Un Vía Crucis penitencial con la imagen del Cristo de las Siete Palabras por toda la calle Pérez de Brito y el sábado de Gloria en El Salvador, en donde se rasgaba el velo del templo en el momento del ‘Gloria in excelsis Deo’, se daba el comienzo y final de la Semana Santa.

                              Franja entre el dolor y la alegría para sufragar penas, antesala de vítores y sufrimiento hasta sudar sangre.

                              La blancura de un pañuelo enlazado entre los dedos sostiene la humedad de las lágrimas de la Virgen, que sale de El Salvador con el resplandor de las farolas y fanales, interfiriendo las miradas de la Madre con las otras de los fieles, junto a la cofradía de los Siete Dolores con vestimenta oscura (negra), desde 1959. En Las Nieves la Señora de los Afligidos, anónima como la anterior, adquirida en 1980, presumiblemente del siglo XIX, sirve de prolegómeno a la obra de José Aníbal Rodríguez Valcárcel, Dolorosa de 1885, que sale de la ermita del Cristo del Planto hasta la Encarnación.

                              Después del viernes de Dolores, llegamos a la algarabía de una mañana para aclamar Rey al Rey de Reyes o Señor al Señor de Señores, diciendo: ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en las alturas’. Amanecer en Domingo de Ramos nos abre el ansia con el blandir de los palmos y ramos de olivo. Nos contagia el gozo de proclamación a quien nos bendice y nos exhorta desde su podio a comulgar con el Misterio Pascual.

                              Esta mañana primaveral nos invita a ser madrugadores y a asistir a la bendición religiosa para no quedarnos sin el atributo externo de manifestación en la procesión del Señor de la burrita o de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, esta última anónima, de principio de la centuria pasada y que sale desde 1971, en Las Nieves. Las prisas para llegar son inolvidables, porque hay que estar antes para coger un buen ejemplar de palmo y de olivo. Formaba parte y, aún, lo es de la ilusión de los niños y niñas de décadas anteriores. Luego, una vez finalizada la ceremonia de bendición, se organiza en la plaza la comitiva y desde la ermita de San Telmo o de la Virgen de La Luz transcurre con el Señor de la burrita, de mediado del XX, saliendo a partir de 1968. Hace pocos años ya no retorna al punto de origen una vez acabada la misa.

                              La tarde languidece con la oscuridad y se oye el tañido de las campanas, llamándonos a la reflexión del Señor del Huerto. Antagónicas son la mañana y la noche, como los dos momentos o pasajes evangélicos en el trasiego del día para demostrar que estamos a merced de los hechos sumergidos en el desarrollo del drama histórico.

                              La angustia de Cristo nos llena de cierto temor e incomprensión a la comunicación y nos somete a una tensión inconmensurable e inconmovible. Resalto el recorrido que nos invade con una especie de sopor. Las viejas calles contraponen la certidumbre nocturna al deseo del despertar para disfrutar de una jornada que reverbera el desvelo por el prólogo y portada de la Semana Santa 2025 en la capital.

                              Entre el andar cansino y el alma noble de cumplir con la humilde mansedumbre del deber, reinará la sensación del hombre nuevo como testigo de la Palabra Divina, mientras con las imágenes de Juan Abascal Fuentes, su primera vez en 1969; el Ángel de Nicolás de las Casas Lorenzo del XIX y, desde el 2007, los tres apóstoles, de Jesús de León Cruz se cierra lo acontecido con las cofradías de Nuestro Señor del Huerto y niños y niñas de Hosanna.

                              Se asoma al pórtico, entre penumbras de cirios, un apóstol rendido a los pies de su Maestro suplicando el perdón por haberle negado tres veces. La repentina mirada hacia ese Jesús hace que el leve balbucear se quiebre.

                              Nunca supe entender cómo es posible que el perdón me alcanzara en mitad de mi culpa, sin mediar tan siquiera el más ligero temblor de unos labios. Olvidar los gritos de mis ausencias y disculpas, es la indiferencia de mi queja constante, susurrando favores al alba.

                              Traspasado su corazón por la negación de Pedro, por la traición de Judas, por el abandono de los suyos…, soportó el castigo y miró al apóstol. Llegó el filo de la media noche y parece que el tiempo se detiene para no dejar pasar este instante en que el Cristo abandona la plaza y surge la retirada.

                              Las gubias del imaginero supieron darle lo mejor de su contenido al Señor del Perdón, San Pedro y al gallo, salen por primera vez a mediado del XIX, le acompaña la cofradía de Cristo Preso y las lágrimas de San Pedro, supliendo un vacío en esa jornada.

                              La tarde se hace santuario de la noche para albergar el dolor e indómita fe, cuando el alma se transforma más vulnerable a vivir la agonía de un Maestro entregado al suplicio por la mezquina traición.

                               Esta procesión y las dos anteriores salían por la tarde. La iconografía del Señor de la Columna no ha sido muy cultivada por los imagineros isleños, tal vez debido a la dificultad que plantea la hechura de este tipo de trabajo. El viejo templo dominico con reminiscencia de esplendor y por los blasones y otros motivos nobiliarios se dice habérsele convertido en un verdadero panteón de ilustres conquistadores y descubridores de las nuevas tierras.

                             La Madre surca el aliento de fe protagonizado por los hijos. La Virgen de la Esperanza es el refugio de todos los que piensan en la paz y sosiego. Ella con su manto verde quiere acoger la comprensión a la inmigración, pobreza, injusticia…

                              Vence el itinerario en un peregrinar de recuerdos amargos, para marcar la rítmica andadura y, así, difuminar el humo de los pabilos entre penosas filigranas. Las esculturas son del madrileño Andrés Falcón San José, empezando a salir en 1957. Acompaña la cofradía de Nuestra Señora de la Esperanza.

                              Es algo más que un día especial. Cuando llevamos algo grabado a fuego en nuestro interior, nos es tan necesario como el aire que respiramos. Lo mismo me ocurre con la Magna y mi Nazareno. Este último, ya no es obra de Estévez a pesar de la maestría de sus manos, indudable artífice de este bello Cristo. Cada noche yo lo modelo entre plegarias y sueños, viéndolo surgir entre las oscuras sombras señalando mi camino y, una y otra vez, desde mediado del XIX, en las soleadas tardes de abril hacia un encuentro entre motetes y siglos de historia.

                              Llega el momento, cuando la tarde cierra las puertas a la luz que apenas besó el cielo, y como un Señor de la Caída soporta el peso de la Cruz, que con sus ojos nos quiere hablar. El corazón se agita en el más puro y sentido fervor, que es entrada de la gracia convertida en el lenguaje de amor.

                              El denso azul, cuando llueven las estrellas, se hace patena en el callejero altar de súplicas de penitencia bajo el resplandor plateado de la luna, a partir de 1920. Las cofradías de Santo Encuentro, Cristo Preso y las Lágrimas de San Pedro, La Pasión, Nuestro Señor del Huerto y Nuestra Señora de los Dolores desfilan junto a las obras de Fernando Estévez del Sacramento, Manuel Hernández (el Morenito), Benito de Hita y Castillo, Nicolás de las Casas Lorenzo, Aurelio Carmona López y del citado Falcón San José, conjuntamente con Nuestra Señora de la Soledad, del XVII, en Las Nieves, de la que Ezequiel de León Domínguez restauró el rostro y talló sus manos.

                              El Jueves Santo es la carátula del dolor hecho amor hasta la muerte, sufrimiento divino con la infinita misión del gran poder de Dios con signo de metáfora, que se convierte en la esencia del amor fraterno.

                              Todo debe esperar… la entrega a la Cruz, el grito de la mentira, la aceptación y el sacrificio. Esta noche sólo existe el férreo ensombrecer por entre las encaladas fachadas, paredes resumiendo el silencio y cansancio de que los suspiros sean pregones de deseo y amor fraterno entre fanales de luz aterida.

                              Se abren los Monumentos Eucarísticos como una nube blanca que va sola y tan alta para albergar al Amor de los Amores.

                              Hasta ahora no he encontrado otro mástil de más fuste que la duda para contemplar este equilibrio humano del Mandamiento de Amor en el Señor de la Piedra Fría.

                              ¿Has visto alguna vez el silencio? En este día lo verás con tus propios ojos, cuando la brisa pliega las alas y se arrodilla al lado de los arcángeles, cuando el tiempo va de puntillas entre los luceros…

                              Sale y entra el Señor de la Piedra Fría callado con la soga al cuello, porque es el mismo Dios del silencio. Dobla la primera y la última esquina de la plaza compartiendo a gritos ese silencio, cuando le acompañan las cofradías del Señor de la Piedra Fría, La Pasión, Señor de la Caída, el Crucificado y Vera Cruz, Nuestro Señor del Huerto y niños y niñas de Hosanna.

                              Dijo Jesús a Nicodemo: ‘Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. Cuando levantéis al Hijo del Hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado’. Escrito está en el Evangelio de San Juan (3, 8 y 12).

                              En la vetusta plaza, desde muy temprano, sintiéndose, aún, la helada brisa sale el Cristo de las Siete Palabras con la mirada entregada a la voluntad del Padre y entre el misterio de la Profecía surge el enigma.

                              Queda en el aire la súplica en la espera de la respuesta después de escuchar el serpenteado murmullo lleno de rezos, tañidos, golpes de báculos en el duro resonar sobre la piedra basáltica del suelo… El Calvario en su nueva andadura hace el recorrido desde 1969.

                              Y, un poco más atrás, la Soledad con un semblante lúcido y transparente. Con un rostro desalentado por el dolor que ha querido guardar como si fuera la razón de vivir.

                              Entra Nuestra Señora de la Piedad en el Hospital de Dolores, que salió en 1949 y la acompaña la cofradía de la Piedad. Sale el Calvario en Las Nieves para esperar la Magna Procesión del Santo Entierro. El Cristo del Clavo, desde 1984, soportando miles de ataduras por ese clavo no desenclavado nos concede una visión única de mortalidad, de hombre inconformista, sujeto a lo trascendental.

                               Cuando por obligación había que estrenar un traje y los Santos Varones salían en tronos separados, en este día veneramos a las Tres Marías, desde 2011. Aparte de los imagineros reseñados en líneas anteriores recordamos a Marcelo Gómez Rodríguez, Domingo Carmona y Cordero, Manuel Díaz Hernández (Señor Díaz), Domingo José Cabrera Benítez (Domingo Cabrera) y Francisco Palma Burgos.

                              Llega el final y parece que el reloj no se detiene, sino avanza rápidamente hasta llegar a la siguiente hora y a la siguiente… y así vivir el auténtico espíritu de la ALELUYA.

                              No hay mejor final, que hacerlo con un buen EPÍLOGO. En 1947, la imprenta ‘Diario de Avisos’ publica un folleto con una guía histórico-artístico-literaria vinculada con la Semana Santa de Santa Cruz de La Palma.
                              En 1988, la cofradía del Señor del Huerto toma el relevo, editando unos ‘Apuntes’ sobre la Semana Santa. A partir de 1989, el programa de actos, cultos y procesiones se convierte en un ‘coleccionable’ de aquellos amantes no sólo de los actos religiosos, sino de la fotografía, la historia y conocimiento de una tradición arraigada y viva, año tras año. En 2013, un grupo de entusiastas consiguen sacar un programa con un aire nuevo, pero sin perder la esencia de aquellos años 80.

                           Desde estas líneas un agradecimiento a quienes han aportado sabiduría e historia a una Semana Santa declarada de Interés Turístico Regional. Un bien para nuestro patrimonio y para todos los palmeros.

                              Así mismo agradecer el apoyo y la disposición para enriquecer el programa. A todos aquellos que han puesto sus conocimientos tanto a nivel escrito como de imagen. Gracias al CIT (Centro de Iniciativas y Turismo Tedote-La Palma). Gracias al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y en especial a la Concejalía de Patrimonio Histórico y de Cultura. Gracias a la Escuela de Arte Manolo Blahnik y a todos, que de una u otra forma han colaborado.

                               Les invito a celebrar esta Semana Santa con el deseo que sea una experiencia de encuentro, convencidos de que Jesús nunca deja indiferente a quien le da la oportunidad de pasar por su vida.

                              La peculiaridad de la fiesta se combina con una serie de hechos abrazados por el siempre inquieto y creativo espíritu isleño, unido por una fe hecha cultura. Vaya nuestro agradecimiento y felicitación a cuantas personas mantienen vivo el misterio que encierra la Semana Santa en Santa Cruz de La Palma.

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