Podremos encontrar a través de las fotografías y de diversos
textos un pequeño recorrido por lo que ha sido y es nuestra Semana Santa,
mostrando ese hermoso patrimonio artístico e invitándonos a participar
en la contemplación en las efigies y símbolos que en estos
días hallamos quizá de forma más cercana en las plazas, calles e iglesias.
‘La semana Santa de Santa Cruz de La Palma, vuelve a
nuestros rincones, en el espacio y en el tiempo, para presenciar la visión de
imágenes en madera con la piedra basáltica que sostiene y balancea el recuerdo
emotivo de la Pasión de Cristo’.
La Semana Mayor avalada magníficamente por su tradición
y popularidad, entre muchos cristianos amantes del culto religioso y
devocional a unas tallas de solera y de profundo arraigo en un entorno
de valioso abolengo con un contenido de emotividad, que nos revelan la iconografía
de una escena única de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo,
conmoviéndonos en el amor y entrega de Dios, hecho hombre, por la salvación de
toda la humanidad.
No sería completo sin la lista de los artífices del libro
de Oro de los maestros que hicieron posible la realidad palpable del acervo
patrimonial de una ciudad católica.
Es producto de un largo proceso de la historia, si la
miramos desde el estricto punto de vista artístico, se ha nutrido con el paso
del tiempo de grandes obras en lo escultórico y musical. Ha
crecido y se ha enriquecido con nuevas aportaciones, logrando una excelente
cronología en los sucesos representados. ‘Cofradías que se renuevan,
tambores y cornetas, chirimías de la Vera Cruz, las palmeras, bandas de música,
simbologías en las calles…’ son propias de estas fechas.
Desde mi infancia conozco y participé de una manera activa
en el tiempo del recordado sacerdote don Félix León del Sacramento Hernández
Rodríguez (1878-1963), párroco de la parroquia matriz de El Salvador y ahora lo
hago como uno más, fiel y devoto asistente de los actos y procesiones. Tenemos
que ser capaces de conseguir que la juventud se comprometa y, nosotros con
ellos, a pesar de los años que corren, para que el relevo generacional exista,
que por fuerza debe producirse y, por tanto, se mantenga el esplendor de la
Semana Santa en la capital palmera.
Cuando van llegando estas jornadas se desbordan las emociones
acumuladas durante años, se echan en falta de una manera más patente a quienes
ya no están y estuvieron en nuestras miradas compartiendo los segundos, minutos
y horas con nosotros el afecto, sufrimiento y charla, día tras día, se agolpan
los recuerdos de la niñez y, definitivamente, vives plenamente aquello que
merece la pena ser vivido intensamente.
Sí, alguna vez, comenzamos a indagar datos sobre nuestras fiestas
pascuales nos encontraremos con distintas versiones, cada vez más, según el
documento que consultemos, pero en muchos , por no decir en todos, se repite: ‘La
Semana Santa de Santa Cruz de La Palma es considerada como un auténtico museo
al aire libre, con pasos de gran visión artística, verdaderas obras de
orfebrería, con muchos siglos de historia, haciéndonos ver lo extraordinario
plasmado en bellas y valiosas figuras de la imaginería isleña, peninsular,
americana…, siendo la única que sigue, paso a paso, los hechos tal como nos lo
narran los Santos Evangelios’.
En el viejo régimen cuando las mujeres se cubrían sus
cabezas con el velo al entrar en los sagrados recintos y cuando las imágenes se
ocultaban bajo el color morado de la Cuaresma, los protagonistas eran los
fieles y, hoy, lo son las imágenes, mostrando todo su esplendor. Los recuerdos
se diluyen como acuarelas en el agua y los momentos infantiles con tierna
intensidad pasan a cubrirse con la sombra de los años. Sin embargo, desconozco
el motivo, pero estos días de vísperas cierro los ojos y podría jurar que he
visto la luz del sol encender la mirada del apóstol Juan entre roncos tambores
y caricias de incienso, mientras apresuro el paso para llegar a tiempo. Es
entonces, cuando la pátina de la memoria se torna en imágenes nuevas por
estrenar… Es toda una proyección íntima guardar en el proyector de mi corazón
ver pasar todas las procesiones doblando la esquina de la calle Sol, una
vez rebasada la plaza de Santo Domingo.
No puedo dejar de mencionar a Julio Hernández Gómez que fue
director de ambas, dándola a conocer la actual, la última mencionada, el día de
Reyes, 6 de enero de 1975, con su primer concierto bajo el atrio del
ayuntamiento. Cierro este apartado con la presencia del compositor andaluz,
Abel Moreno Gómez, en el 2013, nos deleitó con su composición ‘Cachorro’
en la tarde del miércoles, 27 de marzo, en la plaza de España en el instante
del ‘Punto en la Plaza’ y al día siguiente, jueves 28, a la salida del Señor
de la Piedra Fría dirigió en la plaza de San Francisco, frente a la
parroquia y templo franciscano, su otra obra ‘Madrugá’.
La contemplación del Ecce Homo, denominado el ‘Señor
de Santa Cruz de La Palma’, con sus características especiales lo invocaba
durante algunos años, al finalizar el recorrido procesional, teniendo por fondo
la fachada parroquial de San Francisco, el santo de Asís, por el expárroco Juan
Antonio Guedes Suárez. Al igual que todos los Jueves Santos me infunde la fe
perdida y la espera de una llamada al arrepentimiento con una mudez aterradora
y mirada persuasiva. Con la apresurada presencia de la Piedad, de origen
flamenco, bajo un mediodía cansado y acalorado, nos conforta que se está
acabando la Cuaresma y así la Pasión del Hijo de Dios, mientras en el Real
Santuario de Las Nieves ve la luz primaveral uno de lo más impresionante
conjunto, también flamenco: un Calvario con el Cristo del Amparo,
Nuestra Señora de los Dolores y San Juan Evangelista.
Franja entre el dolor y la alegría para sufragar penas,
antesala de vítores y sufrimiento hasta sudar sangre.
La blancura de un pañuelo enlazado entre los dedos sostiene
la humedad de las lágrimas de la Virgen, que sale de El Salvador con el
resplandor de las farolas y fanales, interfiriendo las miradas de la Madre con
las otras de los fieles, junto a la cofradía de los Siete Dolores con vestimenta
oscura (negra), desde 1959. En Las Nieves la Señora de los Afligidos,
anónima como la anterior, adquirida en 1980, presumiblemente del siglo XIX,
sirve de prolegómeno a la obra de José Aníbal Rodríguez Valcárcel, Dolorosa
de 1885, que sale de la ermita del Cristo del Planto hasta la Encarnación.
Después del viernes de Dolores, llegamos a la algarabía de
una mañana para aclamar Rey al Rey de Reyes o Señor al Señor de Señores,
diciendo: ‘Bendito el que viene en el nombre del Señor. Hosanna en las alturas’.
Amanecer en Domingo de Ramos nos abre el ansia con el blandir de los palmos y
ramos de olivo. Nos contagia el gozo de proclamación a quien nos bendice y nos
exhorta desde su podio a comulgar con el Misterio Pascual.
Esta mañana primaveral nos invita a ser madrugadores y a
asistir a la bendición religiosa para no quedarnos sin el atributo externo de
manifestación en la procesión del Señor de la burrita o de la Entrada
Triunfal de Jesús en Jerusalén, esta última anónima, de principio de la
centuria pasada y que sale desde 1971, en Las Nieves. Las prisas para llegar
son inolvidables, porque hay que estar antes para coger un buen ejemplar de
palmo y de olivo. Formaba parte y, aún, lo es de la ilusión de los niños y
niñas de décadas anteriores. Luego, una vez finalizada la ceremonia de
bendición, se organiza en la plaza la comitiva y desde la ermita de San Telmo o
de la Virgen de La Luz transcurre con el Señor de la burrita, de mediado
del XX, saliendo a partir de 1968. Hace pocos años ya no retorna al punto de
origen una vez acabada la misa.
La angustia de Cristo nos llena de cierto temor e
incomprensión a la comunicación y nos somete a una tensión inconmensurable e
inconmovible. Resalto el recorrido que nos invade con una especie de sopor. Las
viejas calles contraponen la certidumbre nocturna al deseo del despertar para
disfrutar de una jornada que reverbera el desvelo por el prólogo y portada de
la Semana Santa 2025 en la capital.
Entre el andar cansino y el alma noble de cumplir con la
humilde mansedumbre del deber, reinará la sensación del hombre nuevo como
testigo de la Palabra Divina, mientras con las imágenes de Juan Abascal
Fuentes, su primera vez en 1969; el Ángel de Nicolás de las Casas
Lorenzo del XIX y, desde el 2007, los tres apóstoles, de Jesús de León
Cruz se cierra lo acontecido con las cofradías de Nuestro Señor del Huerto y
niños y niñas de Hosanna.
Se asoma al pórtico, entre penumbras de cirios, un apóstol
rendido a los pies de su Maestro suplicando el perdón por haberle negado tres
veces. La repentina mirada hacia ese Jesús hace que el leve balbucear se
quiebre.
Nunca supe entender cómo es posible que el perdón me
alcanzara en mitad de mi culpa, sin mediar tan siquiera el más ligero temblor
de unos labios. Olvidar los gritos de mis ausencias y disculpas, es la
indiferencia de mi queja constante, susurrando favores al alba.
Traspasado su corazón por la negación de Pedro, por
la traición de Judas, por el abandono de los suyos…, soportó el
castigo y miró al apóstol. Llegó el filo de la media noche y parece que el
tiempo se detiene para no dejar pasar este instante en que el Cristo
abandona la plaza y surge la retirada.
Las gubias del imaginero supieron darle lo mejor de su
contenido al Señor del Perdón, San Pedro y al gallo, salen por primera
vez a mediado del XIX, le acompaña la cofradía de Cristo Preso y las lágrimas
de San Pedro, supliendo un vacío en esa jornada.
La tarde se hace santuario de la noche para albergar el
dolor e indómita fe, cuando el alma se transforma más vulnerable a vivir la
agonía de un Maestro entregado al suplicio por la mezquina traición.
La Madre surca el aliento de fe protagonizado por los hijos.
La Virgen de la Esperanza es el refugio de todos los que piensan en la
paz y sosiego. Ella con su manto verde quiere acoger la comprensión a la
inmigración, pobreza, injusticia…
Vence el itinerario en un peregrinar de recuerdos amargos, para
marcar la rítmica andadura y, así, difuminar el humo de los pabilos entre
penosas filigranas. Las esculturas son del madrileño Andrés Falcón San José,
empezando a salir en 1957. Acompaña la cofradía de Nuestra Señora de la
Esperanza.
Es algo más que un día especial. Cuando llevamos algo
grabado a fuego en nuestro interior, nos es tan necesario como el aire que
respiramos. Lo mismo me ocurre con la Magna y mi Nazareno. Este
último, ya no es obra de Estévez a pesar de la maestría de sus manos, indudable
artífice de este bello Cristo. Cada noche yo lo modelo entre plegarias y
sueños, viéndolo surgir entre las oscuras sombras señalando mi camino y, una y
otra vez, desde mediado del XIX, en las soleadas tardes de abril hacia un
encuentro entre motetes y siglos de historia.
Llega el momento, cuando la tarde cierra las puertas a la
luz que apenas besó el cielo, y como un Señor de la Caída soporta el
peso de la Cruz, que con sus ojos nos quiere hablar. El corazón se agita en el
más puro y sentido fervor, que es entrada de la gracia convertida en el
lenguaje de amor.
El denso azul, cuando llueven las estrellas, se hace patena
en el callejero altar de súplicas de penitencia bajo el resplandor plateado de
la luna, a partir de 1920. Las cofradías de Santo Encuentro, Cristo Preso y las
Lágrimas de San Pedro, La Pasión, Nuestro Señor del Huerto y Nuestra Señora de
los Dolores desfilan junto a las obras de Fernando Estévez del Sacramento,
Manuel Hernández (el Morenito), Benito de Hita y Castillo, Nicolás de las Casas
Lorenzo, Aurelio Carmona López y del citado Falcón San José, conjuntamente con Nuestra
Señora de la Soledad, del XVII, en Las Nieves, de la que Ezequiel de León
Domínguez restauró el rostro y talló sus manos.
Todo debe esperar… la entrega a la Cruz, el grito de la
mentira, la aceptación y el sacrificio. Esta noche sólo existe el férreo
ensombrecer por entre las encaladas fachadas, paredes resumiendo el silencio y
cansancio de que los suspiros sean pregones de deseo y amor fraterno entre
fanales de luz aterida.
Se abren los Monumentos Eucarísticos como una nube blanca
que va sola y tan alta para albergar al Amor de los Amores.
Hasta ahora no he encontrado otro mástil de más fuste que la
duda para contemplar este equilibrio humano del Mandamiento de Amor en el Señor
de la Piedra Fría.
¿Has visto alguna vez el silencio? En este día lo verás con
tus propios ojos, cuando la brisa pliega las alas y se arrodilla al lado de los
arcángeles, cuando el tiempo va de puntillas entre los luceros…
Sale y entra el Señor de la Piedra Fría callado con
la soga al cuello, porque es el mismo Dios del silencio. Dobla la primera y la
última esquina de la plaza compartiendo a gritos ese silencio, cuando le
acompañan las cofradías del Señor de la Piedra Fría, La Pasión, Señor de la
Caída, el Crucificado y Vera Cruz, Nuestro Señor del Huerto y niños y niñas de
Hosanna.
Dijo Jesús a Nicodemo: ‘Lo mismo que Moisés elevó la
serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para
que todo el que cree en Él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó
a su Hijo único, porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo,
sino para que el mundo se salve por Él. Cuando levantéis al Hijo del Hombre,
sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el
Padre me ha enseñado’. Escrito está en el Evangelio de San Juan (3, 8
y 12).
En la vetusta plaza, desde muy temprano, sintiéndose, aún,
la helada brisa sale el Cristo de las Siete Palabras con la mirada
entregada a la voluntad del Padre y entre el misterio de la Profecía surge el
enigma.
Queda en el aire la súplica en la espera de la respuesta
después de escuchar el serpenteado murmullo lleno de rezos, tañidos, golpes de
báculos en el duro resonar sobre la piedra basáltica del suelo… El Calvario
en su nueva andadura hace el recorrido desde 1969.
Y, un poco más atrás, la Soledad con un semblante
lúcido y transparente. Con un rostro desalentado por el dolor que ha querido
guardar como si fuera la razón de vivir.
Entra Nuestra Señora de la Piedad en el Hospital de
Dolores, que salió en 1949 y la acompaña la cofradía de la Piedad. Sale el Calvario
en Las Nieves para esperar la Magna Procesión del Santo Entierro.
El Cristo del Clavo, desde 1984, soportando miles de ataduras por ese
clavo no desenclavado nos concede una visión única de mortalidad, de hombre
inconformista, sujeto a lo trascendental.
Cuando por obligación había que estrenar un traje y los Santos
Varones salían en tronos separados, en este día veneramos a las Tres
Marías, desde 2011. Aparte de los imagineros reseñados en líneas anteriores
recordamos a Marcelo Gómez Rodríguez, Domingo Carmona y Cordero, Manuel Díaz
Hernández (Señor Díaz), Domingo José Cabrera Benítez (Domingo Cabrera) y
Francisco Palma Burgos.
Llega el final y parece que el reloj no se detiene, sino
avanza rápidamente hasta llegar a la siguiente hora y a la siguiente… y así
vivir el auténtico espíritu de la ALELUYA.
Desde estas líneas un agradecimiento a quienes han aportado sabiduría e historia a una Semana Santa declarada de Interés Turístico Regional. Un bien para nuestro patrimonio y para todos los palmeros.
Así mismo agradecer el apoyo y la disposición para enriquecer el programa. A todos aquellos que han puesto sus conocimientos tanto a nivel escrito como de imagen. Gracias al CIT (Centro de Iniciativas y Turismo Tedote-La Palma). Gracias al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma y en especial a la Concejalía de Patrimonio Histórico y de Cultura. Gracias a la Escuela de Arte Manolo Blahnik y a todos, que de una u otra forma han colaborado.
Les invito a celebrar esta Semana Santa con el deseo que sea
una experiencia de encuentro, convencidos de que Jesús nunca deja
indiferente a quien le da la oportunidad de pasar por su vida.
La peculiaridad de la fiesta se combina con una serie de hechos abrazados por el siempre inquieto y creativo espíritu isleño, unido por una fe hecha cultura. Vaya nuestro agradecimiento y felicitación a cuantas personas mantienen vivo el misterio que encierra la Semana Santa en Santa Cruz de La Palma.
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