Se despierta en
sus fiestas anuales un pueblo a 640 metros de altitud, con una superficie de 53,76 kilómetros
cuadrados, equivalente al 7,59% de la
Isla , y con 2800 habitantes, aproximadamente, es la primera
población del noroeste insular. En sus inicios tuvo muy pocos moradores,
probablemente a causa de la distancia que le separa de Santa Cruz de La Palma. Pese a ello, se le
nombró alcalde pedáneo y alguacil, para ejecutar los acuerdos de la Justicia. Tuvo su pósito, que
llegó a alcanzar bastante importancia.
Merece una mención
especial Nuestra Señora de Candelaria al ser denominada “Virgen de septiembre”.
Bajo este título es una de las advocaciones más veneradas en el Archipiélago,
el cual se honra en tenerla como Patrona de Canarias. En La Palma no es muy común,
porque, sólo, se cuenta con cuatro imágenes de esta denominación en cuatro
lugares distintos. Localizadas en la capital isleña en el barrio de Mirca, donde
se erige una ermita en su honor; Los Llanos de Aridane en la parroquia de Los
Remedios; Puntallana en su iglesia de San Juan Bautista y como titular de
Tijarafe.
La bella talla de
María es de origen flamenco de madera policromada, posiblemente del siglo XVI,
se halla en el centro de un conjunto pictórico-artístico. Estamos haciendo
referencia al Retablo Mayor de estilo barroco y del XVII, que recientemente ha
sido restaurado a finales de la década de los noventa de la centuria pasada, de
gran valor y siendo uno de los pocos ejemplos conservados en Canarias. Consta
de cinco calles y su originalidad afianza la fórmula seguida por el autor de
situar en los intercolumnios o entrecalles todo el muestrario escultórico de apostolado,
con lo que adquiere prácticamente la apariencia de once. Atribuido a Antonio de
Orbarán, muerto en 1671 en la
Villa de La
Orotava (Tenerife), que fue arquitecto, escultor y dorador de
incierto origen.
De la primitiva
edificación de su templo se puede afirmar que debió realizarse hacia 1530, ya
que se menciona en las Sinodales del obispo Vázquez de Arce. Por real cédula de
Felipe IV, 24 de mayo de 1660, se erige la actual construcción en beneficio
como tal, novena en antigüedad en el ámbito territorial isleño, y consta de una
nave sobria y sencilla de carácter mudéjar, cuyo artesonado es rico en detalles,
al igual que la de la capilla principal. Por la parte del naciente sobresale la
del Santísimo o del Rosario, que es una de las que forman el crucero y la más
antigua, conteniendo el más sobresaliente de todos los arcos. Y, por el
poniente, se ubica la del Cristo y el baptisterio, que es posterior a las
demás, con una cantería de tosca roja. Hacia 1950 en las paredes se abrieron
diez nichos para la colocación de diversas imágenes y sobre habitaciones,
utilizadas para el despojo de la parroquia, denominadas “Casita de la Virgen , se fabricó la casa
parroquial, incluyéndose en su última adaptación un balcón de tea. La espadaña
afronta con rigor las inclemencias del tiempo y de una influencia local como el
coro, colocada en la parte posterior del recinto sacro. Posee el detalle de la
balconada y escalera por el exterior del mismo. En su base existe una piedra grabada
con la fecha de su construcción (1686).
Un punto y aparte
merecen los actos populares y tradicionales de los festejos patronales, que
comienzan con la izada de la bandera de simbología mariana y repique de
campanas, acompañadas del redoble de tambor o “Caja Guerra”. La apoteósica
“Danza del diablo” es el número uno de los celebrados en la madrugada del día
siete al ocho de septiembre, víspera de la Jornada grande del municipio. Renombrada por el
populacho, que se concentra en la plaza en espera de su aparición, acompañado
de gigantes y cabezudos. Tiene que ver, en su principio, con un machango al que
se le llamó “cataclismo” y que fuera construido por un señor conocido por Barba
Roja. En 1923, tres tijaraferos lo relanzan con algunas modificaciones notables
y desde entonces perdura hasta hoy. En la ruidosa manifestación y tras diversas
vicisitudes esta figura ha luchado por su supervivencia dentro del acervo
cultural a nivel patrimonial. Es un pesado
armazón cargado con más de 500 voladores o tracas, que se queman mientras corre
detrás de los asistentes.
En el sentir
folclórico existen de manera propia los “Verseadores” que al ritmo del punto cubano improvisan
ingeniosas coplas, que tienen cumplida presencia. En Canarias se convirtió la
“décima espinela” en la estrofa de uso común para las controversias o “piques”
entre los vates, pero también para los monólogos utilizados para expresar los
aconteceres jocosos como trágicos de la vida cotidiana.
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