Labor artesanal del puro |
La industria tabaquera fue uno de los negocios más prolíficos de La Palma durante siglos, con prestigio
ganado por su esmerada hechura. Esa especial y ganada fama se puede apreciar
investigando la historia del tabaco, anterior a nuestros tiempos en la que
fumar era un hábito elegante y glamuroso, cuando no había prohibiciones, ni
consignas impresas advirtiendo el prejuicio para la salud pública.
La costumbre de saborear un buen ejemplar hecho a mano y con
la garantía de ricas hojas se extendió en medio de todas las clases sociales,
en reuniones de la alta sociedad y en las tertulias callejeras se disfrutaban
de un plácido paseo en solitario o acompañado, que nos lo atestigua
gráficamente los grabados de épocas pretéritas o por propia experiencia.
Viejas cajetillas de cigarrillos |
Las grandes empresas tabaqueras hacían inversiones para
adquirir los fardos con la materia
prima importados, principalmente, de Sumatra, Camerún, Brasil, Cuba y de otros
países si era necesario, según conviniera en ese entonces, para elaborar los
cigarros puros, que luego serían distribuidos en el mercado insular y peninsular. Sus fábricas
fueron unas de las más valiosas y productivas del archipiélago compitiendo
entre ellas para obtener una estupenda imagen con vista al exterior. Daban
empleo a cientos de hombres y mujeres de todas las edades en la primera mitad
de la centuria pasada, siendo ellas mayoría, que sólo ellos ostentaban los
cargos más relevantes, como el de encargado.
La edad de mayor esplendor pasó irremediablemente y, poco a
poco, las factorías se fueron quedando sin el apreciado elemento básico para liar y, entonces, una tras otra fueron
cerrando, desapareciendo por nuevas construcciones o por reubicación de
novedosos aires comerciales.
Secadero de tabaco |
En nuestra Isla se sustentaban de una producción local en las
mejores tierras de cultivo de Las Breñas, Mazo, El Paso y Los Llanos, haciendo
que los productos tabaqueros fueran uno de los mejores del mundo, porque esta
suprema calidad no viene dada, solamente, por la cuidadosa selectividad, sino
por la fundamental destreza de aquellos entendidos en la labor, que consiste en
componer una delicada gama de sabores y que se asiente en la tradición,
secretos y fórmulas susurradas al oído a quienes saben escuchar y disfrutar de
la satisfacción de realizar algo insuperable por la razón de estar atado a la
idea de la liga de tabaco.
Volviendo a un conjunto de cosas referentes a la actividad nos
encontramos una arraigada transmisión de muchas generaciones, casi tantas como años
hace que dejó de ser un mato silvestre en el país antillano para convertirse en
un cultivo especializado, en donde lo iniciaron los emigrantes isleños, que se
establecieron, s. XVI, en las ricas vegas, entre ellos palmeros, llamados vegueros isleños y hemos sido los
últimos en conservar el espíritu de aquellos.
Caja de madera para puros |
En realidad fue una planta desconocida en la Europa del XV.
No se conoce nada de su llegada y quienes fueron los primeros cultivadores,
simplemente se ha hallado indicios de venta en el XVII por Centroamérica y que
hubo siembra a finales del XVIII y a lo largo del siglo siguiente. Es penoso
decir que se está extinguiendo por su escasa explotación y rentabilidad ante el
dominio competitivo nacional e internacional.
Se requiere arte y preparación agrícola hasta una manera de
conocimiento de cómo finalizar el arduo trabajo. La paciencia es el principal
modo de un cosechero para un intenso cuidado de formar las gavillas, partiendo de un excelente terreno, clima, agua y abono.
La fase final es la mejor presentación y confección artesanal con vitolas y elegante empaquetado en cajas, mazos y de cualquier artilugio artístico. Se sigue haciendo a mano,
a pesar de las renovadas técnicas mecánicas vanguardistas, o mixta. El pasado
nos abre una ventana de nuestra memoria con la añoranza del espontáneo lector y la charla del asiduo amigo.
Museo del Puro. Breña Alta |
Repartido por la geografía palmense se encuentra su nombre
escrito en mayúscula proyectando calidad, prosperidad y bienestar. Breña Alta y
Baja son artífices, guardianas de una profesión u oficio, que no importa como
se quiera llamar, que enriqueció su economía rural y vecinal. La primera ofrece
el Museo del Puro Palmero en el
Parque de Los Álamos.
Mencionamos con todo merecimiento la antigua Fábrica de Tabaco Capote, S.A., El Paso, abierta durante
dos décadas y fundada por los miembros de la familia que le concedió su denominación
mercantil. Dio muchos puestos obreros a los habitantes de dicha ciudad y de los
municipios limítrofes. No cabe la menor duda que sufragó en parte la penuria y
dificultades en días difíciles.
Fábrica. Calle Pedro Poggio |
La actividad y genio de don Juan Cabrera Martín (1838-1916),
propietario de La Africana, comerciante con inteligencia
y tenacidad sin igual, fundador de la Casa Cabrera, S.A. y de la que se está
celebrando los 150º aniversario de la emblemática empresa, después de implantar
esa industria en el suelo canario, aprovechando sus numerosas relaciones
mundiales y disponiendo de un capital importante, llegó en pocos años a
conquistar mercados rebeldes como América del Sur, Inglaterra, Alemania,
Bélgica y en todos los puertos importantes de la costa de África. A cuatro
grandes eventos acudió y obtuvo la atención y significación de los Jurados
calificadores, demostrando así la razón y justicia con que los fumadores
agotaban la existencia de los apreciados artículos, contribuyendo al florecimiento
de la región. En el último medio siglo se ha caracterizado por la
diversificación del sector propiciado por la aparición de cadenas de
distribución y la preferencia del público por otro (tabaco rubio), que ocasionó
el cierre y en su solar, calle Pedro Poggio, nº 5, antigua casa de Massieu
Sotomayor, se construyó un edificio de fachada moderna, que pertenece a la
Telefónica de España. Por último, se estableció en otra propiedad, plaza de San
Francisco, desaparecida y que tuvo, sin mal no recuerdo, un pequeño conato de
fuego.
La Rica Hoja. Calle Virgen de La Luz |
Llegamos a la vía que cruza el barrio de San Telmo de norte a
sur, Virgen de La Luz, junto a la plaza de Santo Domingo. Al lado del saliente
se halla la legendaria Casa Van de Walle, nº 13, Actual Museo de Arte
Contemporáneo, que en ella funcionaba La
Rica Hoja cuando el inmueble quedó destruido por un voraz incendio ocurrido
el domingo, 5 de abril de 1970, a las diecinueve horas, siendo Gabriel Duque
Acosta (1930-1987) alcalde de la muy
Noble y Leal Ciudad de Santa Cruz de La Palma.
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