Juan de Miranda. Retrato |
El grancanario fue el más notable exponente durante la
Ilustración, ya que la prestación dada a él tiene su origen en sus estudios por
el arte en Canarias. Poseyó un buen dominio del dibujo y en sus composiciones se
valió de múltiples influencias, propias del gusto neoclásico. Los colores
cálidos, aplicados lisamente, con pincelada fundida nunca fueron completamente
desplazados.
San José. Las Nieves |
La muerte de su madre y el casamiento de su hija, a partir de
1777, fueron acontecimientos que marcaron la vida del artista, que lo convierte
triste, sombrío y excéntrico. Los años setenta y ochenta, se ha considerado
como su etapa más floreciente. La clientela no fue exclusivamente tinerfeña,
sino de otras islas como La Palma. Desde su juventud mereció la atención de las
clases influyentes de la sociedad isleña con las que permanentemente estuvo en
contacto.
La relación eclesial fue un elemento primordial a la hora de
investigar la actividad artística de los pasados siglos por la demanda de
trabajos, que exigía la práctica religiosa y que, aún, requería los servicios
de él, que no vendría determinado por los encargos de cofradías y hermandades,
sino por las solicitudes de óleos y restauraciones hechas a través de las instituciones.
Con su espíritu inquieto de renovación e influencia con el clero, depositando
su confianza y amistad, llegó a la cercanía de los círculos de la aristocracia
y burguesía. Su calidad le hizo gozar de buen prestigio, siendo uno de los
primeros artistas isleños consciente de su propio valor. Merecidamente ha sido
denominado el “Murillo canario” y principal exponente barroco del XVIII.
San Joaquín. Las Nieves |
Usó más la tela frente al escaso empleo de la tabla y el
mural, aunque su técnica es posible conocerla. Los temas relacionados con
Jesucristo suscita el interés los dedicados a la vida pública, infancia y a la
Pasión y a los santos con sus características iconográficas o aislados. Muestra
especial cuidado el capítulo sobre la Virgen por la que, desde el punto de
vista estético, la hace protagonista de cualquier tema en que aparezca, aunque
repita un mismo modelo de mujer. Fiel al impulso dado a esta devoción mariana
en tiempos de Carlos III, más veces será al modo en que desde el Seiscientos se
hizo, rodeada de ángeles; otras haciéndola acompañar de aquel monarca y de su
ministro preferido, Manuel de Roda, o con la alegoría de España conforme con el
patronato concedido desde 1763.
La Purísima. Las Nieves |
El retrato ocupa un lugar destacado por la dignidad con que lo plantea, dándoles a sus personajes
la categoría que ellos requerían, sobre todo, en aquellos cuya principal
preocupación era comunicar al espectador la clase social, que les
correspondían. Los paisajes fueron testimoniales, carecemos de información, que
no sea la proporcionada por los fondos de algunas de sus obras. Lo hacía para
los salones de las casas principales, algunos tomados de grabados, que
conservaba en su poder, y otros de su caprichosa fantasía. En cuanto a los de
historia vuelve a ser responsable de las nuevas formas introducidas en el
archipiélago.
Llegamos a Santa Cruz de La Palma para comentar su presencia
en muchas creaciones atribuidas a su quehacer. Ningunas de ellas aparecen firmadas
o certificadas documentalmente. Son piezas que desde una observación,
seriamente estudiadas, nos conducen a una conclusión convincente.
San Felipe Neri. El Salvador |
Real Santuario de
Nuestra Señora de Las Nieves. Sus autorías nos resultan dudosas por diversas razones.
Corresponden a las que se conocen por la cita de algún autor, por
reproducciones que no permiten una valoración y filiación estética o son cuadros que, en tanto no nos
aporten algún dato más, pensamos que no encuentran una vinculación directa.
- San José con el Niño,
óleo sobre lienzo.
- El alumbramiento de
Santa Ana, óleo sobre lienzo.
- San Joaquín con la
Virgen Niña, óleo sobre lienzo.
- La presentación de
la Virgen en el Templo, óleo sobre lienzo.
- Purísima Concepción,
óleo sobre tabla.
La Inmaculada (c. privada) |
Colección particular. Hemos llegado al número estelar de
los existentes. Se trata de una Inmaculada,
óleo sobre lienzo, acompañada de San Miguel en actitud de lucha, iconografía
habitual, y al Creador en acción paternal. El Niño se encuentra libre en los
brazos de María queriendo unirse a los grupos de ángeles dispersos por la tela.
Lo visto anteriormente como la presencia o explosión de gozo celestial es la
señal de atribuírselo a Miranda por su parecido y la técnica usada en toda la
gama del mismo sentido u objetivo pictórico. Fue restaurado por Domingo José
Cabrera Benítez (1971), Domingo Cabrera, restaurador e imaginero, entre los
años 1998-1999 en su taller estudio valiéndose de los conocimientos aplicables
a un cometido de gran envergadura.
Siempre hemos sido prolífero en atesorar las mejores o sí no
gran cantidad de producción creativa de grandes maestros locales, nacionales e
internacionales como en este caso. Histórica en el tiempo y por su importancia,
mostrándonos un sello manifiestamente personal, que incluye su aportación. Sin
duda alguna lo más sobresaliente de la investigación y de los contribuyentes
flujos del momento, con lo que la llegada de nuestro personaje a los
principales medios culturales palmeros no pudo estar mejor arropada en el
conocimiento intelectual. Pronto habría ocasión de comprobar su contribución,
que no fue reflejo de la casualidad. Ello nos obliga a leer el mensaje y la
enseñanza que subyace en sus realizaciones.
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