Altar Mayor. Tabernáculo |
Es amplio para tratar de resumirlo en pocas líneas. El
término trampantojo, en
francés trompe-l´oeil, aplicado a la pintura o a un detalle de ella es un
engaño o trampa haciendo ver lo que no es, simplemente una ilusión, engañando
al espectador, aunque sea momentáneamente, de modo que crea observar un objeto
real, más que una representación bidimensional del mismo. En cualquier tipo de
efecto visual pictórico se utiliza con cierta habilidad artística.
Esas exhibiciones de virtuosismo tienen una intención
humorística y por las anécdotas plásticas casi milagrosas hechas por algunos de
los famosos pintores del pasado, sabemos que asombraron a sus contemporáneos.
Es propio de la era clásica, Grecia,
en la que se ha cultivado el naturalismo y en el Renacimiento italiano.
Nave Central. Altar Mayor |
Consiste en desvirtuar la vista, jugando con el contorno
arquitectónico real o ficticio; perspectiva; sombreado y otros efectos ópticos,
consiguiendo una “realidad intensificada”
o “sustitución de la realidad”.
Suelen ser murales, frescos, de acentuado realismo, diseñados para ser mirados
desde un determinado punto de fuga,
provocando la sensación cognoscitiva de que el fondo se prolonga más allá de la
superficie plana, muro o techo, que lo sustenta. Su clasificación en interiores y exteriores se nutren de referencias distintas en formas y tamaños
asimilados de la vida cotidiana o común en el medio urbano. En los primeros
encontramos muebles, huecos asimétricos, simetría en las aperturas de accesos a
habitáculos o de potencial lumínico… y, en los segundos, se aprovechan grandes
superficies entre paredes medianeras o entre vanos.
Altar Mayor. Detalle |
Hasta el medioevo,
siglo XV, se ignoró la proyección cónica y la tercera dimensión de las imágenes,
concibiéndose de forma ingenua y primitivista, aunque en el gótico se fue experimentando la
búsqueda de realismo. La naturaleza muerta o bodegones formaron un gran bagaje
en el XVII y XVIII, plenitud del barroco.
En la actualidad se destaca la pléyade de los surrealistas e hiperrealistas.
No olvidemos la arquitectura, fotografía y cine.
Presbiterio. Detalle |
Nos centramos en la Parroquia
Matriz de El Salvador de Santa Cruz
de La Palma, siendo un prodigio tenerlos para disfrutar de su presencia y
porque es un espacio sagrado rico de ellos. Comenzamos por el presbiterio, mirando al altar mayor con
asombrosa perplejidad. A ambos lados del cuadro de la Transfiguración, lienzo adosado a una tabla posterior, autoría del
sevillano Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina (1806-1857), hallamos unas columnas de madera imitando a mármol,
así como en los altares laterales y colaterales, de diferentes tonalidades. El águila y ángel en suspensión súbita sosteniendo
pergaminos con inscripciones evangélicas, (Santos Juan y Mateo), y encerrando el conjunto un arco, peculiar estructura, de las
grandes apoteosis. La bóveda,
pintada por el madrileño Ubaldo Bordanova Moreno (1866-1909), alude a una
explosión de júbilo celestial desde una terraza de gloria con figuras
patriarcales asomadas a barandas balaustradas en actitud de comunicación y con
cualidades excesivamente sobrenaturales. En una de ellas sobresale el pie
apoyado. En el sitio de la sacristía
hay un medallón o trampilla, lo mismo en los demás huecos
existentes, y una ventana simulada.
Capilla lateral. Detalle |
Hacia la izquierda de las naves existe una puerta
a un lado de la iconografía del Señor del Perdón, que no es auténtica y las gradas de mosaicos negros y blancos,
semejante al tablero de un damero, nos confunden con los de las tarimas de carpintería de uno y otro
extremo. El coro, bellamente
jaspeado, y, posiblemente, los últimos fustes
centrales, de color rojo, están disimulados, porque los demás son de
naturaleza pétrea distinta. Las cortinas
de telas embelleciendo el sitio apropiado, llenos del esplendor concebido por
sus artífices, amantes de la transformación en armonía del estilo impuesto por
los cánones neoclásicos.
Balcón exterior. |
Nos dirigimos, a través de la plaza de España, a la calle
Pérez de Brito y nos colocamos frente al balcón,
que constituye una pieza singular con detalles canarios. Nuestra mirada se
pierde en la composición del rincón, compuesto por la vieja construcción
patrimonial. Conjuga el éxtasis de la contemplación y el deleite espiritual de formas
geométricas de cómplices matices cromáticos, que nos oculta un acertijo
sensacional, difícil de resolver a simple vista por el ignorante ojo humano. El
no hallarnos vencido por un fenómeno no usual sería una gran satisfacción. Con
lo comentado se demuestra la habilidad de excelentes maestros en el arte.
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