El Roque de Idafe. Taburiente |
En todo lugar se esconden secretos que no siempre están
ligados a la leyenda y los misterios. La Historia escrita con mayúsculas nos
guarda muchas lecciones que deberían ser aprendidas por los alumnos de
cualquier nivel desde las aulas, que desconocen quienes fueron los antiguos
pobladores de nuestras islas Canarias y en que marco cultural o social se
desenvolvieron por olvido de los planes de estudios. Desde hace tiempo se andan
buscando por afanados expertos respuestas a una serie de preguntas. Nos cuesta
mucho entender el porqué no queremos recordar ni valorizar el patrimonio de los
españoles prehispánicos o canarios, que vivieron antes de la conquista.
Para quienes se adentran en el estudio y la lectura sobre los
viajes a este singular terruño, concretamente al suelo palmero, sabemos que hay
nombres e identidades a fuerza de ser utilizados una y otra vez como recursos
para acercarnos fielmente al pasado, que sirven de testimonios directos, son de
una realidad vital y anhelada, puesto que nos resultan comunes, habituales y
hasta familiares, trayéndonos a nuestra memoria retazos de este o de aquel
episodio histórico y del paisaje
insular, que fueron rescatados por aquellos trotamundos durante su visita
reflejando sus apuntes a través de la pluma, pincel o cámara fotográfica.
Miss Olivia Mary Stone |
Nos remitimos a un estudio hecho por la distinguida escritora
británica Miss Olivia Mary (Hartrick) Stone, que lamentablemente hasta hoy, ha
sido imposible conocer algo de su biografía, porque al tomar el apellido del
conyugue todo rastro de su quehacer pretérito ha quedado oculto, irlandesa y de
1855, probablemente fallecida en el último decenio del siglo XIX. Supo observar
y criticar nuestra incapacidad de apreciar lo nuestro intrínsecamente en el
mundo guanche. A veces, nos trae sin cuidado los aborígenes, escenarios de
antiguas erupciones volcánicas o la curiosa vegetación foránea y autóctona,
mostrando de alguna manera poco interés por este conjunto de cosas.
Autora del libro “Tenerife y sus seis satélites” editado en
dos volúmenes en Londres en 1887 por Marcus Ward & Co. Limited con una
reedición corregida y aumentada en 1889 en un solo tomo. En cuya obra nos
relata sus impresiones sobre nuestro pasado.
Llano de Argual. Panorámica |
Llegó al archipiélago el 5 de septiembre de 1883 junto a su
esposo John Harris Stone, natural de Bath (Somerset), nacido en 1853, conocido fotógrafo londinense.
Arribó al puerto de Santa Cruz de Tenerife a bordo del vapor Paraná con
credenciales de ser una de las mejores literatas del momento en relatos de
viajes, haciéndose eco de su trabajo numerosos periódicos ingleses alabando su
trayectoria.
El 12 de octubre del año mencionado zarpó para La Palma en el
Matanzas, que era un pequeño velero y demorándose casi cinco días por falta de
viento. Escribió una extensa, completa y minuciosa descripción de la vida
cotidiana de los habitantes isleños, asuntos públicos, educación, historia y
paisaje. El motivo de la presencia de alguien de prestigio no era de
exploración científica, sino, simplemente, de interesarse por la cultura y
costumbres.
Acueducto de Argual |
De manera somera indicamos los datos tomados por la pareja en
el recorrido hecho, siguiendo los principales núcleos de población. Comenzamos
por el suroeste, Los Llanos de Aridane, en donde fueron recibidos por la
familia de Sotomayor y Fernández, los hermanos Miguel y Manuel, que les
trasladaron a su hacienda del llano de Argual, recorriendo un sendero al lado
de un canal bastante ancho, tupido de exuberantes helechos y flores silvestres
por el agua derramada, mandado a construir por los dueños como beneficio de sus
propiedades, desde donde admiraron las fabulosas vistas de la Caldera de
Taburiente y alcanzando el Roque de Los Muchachos, habiendo subido por el barranco
de Las Angustias con las dificultades naturales de paredes escarpadas
abruptamente, escribió: “La vista es grandiosa, tanto que, si pudiera
transferirse a algún lugar cercano a Inglaterra, pronto se convertiría en una
atracción universal…”. Alabaron la limpieza del centro urbano, cuyas casas eran
bastantes buenas y habían dos plazas, la más cercana a la iglesia con bancos.
Elogiaron a sus acogedores amigos, porque daban trabajo a muchísimas personas
en el cultivo de la caña de azúcar, té, café, viñas, tabaco y alimentos
necesarios para la vida diaria. Era evidente la existencia de ingenios y
explotaciones agrarias cuya producción son los productos agropecuarios.
Caldera de Taburiente. Pared interior |
En la zona del noreste lo hizo por Los Sauces, escribiendo:
“Subimos caminando por una colina hasta un caserío llamado Los Lomitos, donde
hay un molino de agua y desde donde se tiene una vista muy bonita del pueblo y
desde allí contemplamos, abajo, la plaza de Montserrat, de la que están muy
orgullosos los habitantes. Es una plaza muy elegante para un lugar tan pequeño.
A un lado se encuentra una colina con el terreno en bancales y a la derecha un
magnífico drago […]. Abundan los árboles verdes que añaden belleza al pueblo, y
el aspecto general queda realizado por el mar azul al fondo. Los Sauces está
situado a 800 pies sobre el nivel del mar”
Iglesia antigua de Montserrat |
Durante el trayecto visitó un molino del cual dijo: “Aunque
el interior del molino no es muy diferente del interior de los molinos de
viento, no obstante vale la pena señalar que el agua, y no el viento, lo que
proporciona la fuerza motriz. Este artículo tan escaso e indispensable es aquí
tan abundante realmente que puede desperdiciarse en hacer girar un molino y en
regar los árboles de la plaza de abajo. Desde luego, Los Sauces debe sentirse
muy orgullosa y agradecida por su abundante suministro de agua”. Subieron
algunos escalones y viendo la acequia, que conducía el líquido transparente
hasta la rueda de moler. En su parte alta había colocada una cruz como era
usual a 250 pies de altura sobre el pueblo, desde donde se divisiva una hermosa
vista con extensas plantaciones de cebollas que por su cercanía a la capital
eran llevadas para su exportación.
Parroquia del Rosario. Barlovento |
Encontrándose con un
entierro de una niña de corta edad, a su vuelta del paseo mencionado, contempló
un conjunto de hábitos pueblerinos propios de aquí por la manera de llevar el
féretro, acompañado por otros niños y niñas a los acordes de una marcha
fúnebre
Habla del interior del templo mariano con cierto detenimiento
a la disposición de los enseres de culto y, sobre todo, al igual que lo hará
posteriormente en el homólogo de San Andrés, sorprendida por los exvotos de
cera u otros colgando en una columna.
En la siguiente jornada partió a Barlovento, cruzando el
cauce de la Herradura, que es “una garganta bastante atractiva, agua y
árboles”, en dirección a la costa. Divisando el faro, sólo, se interesó por la
gente y su entorno, quizás motivado a lo relatado por su compatriota Charles
Edwardes.
Templo de San Andrés. Villa |
Habiendo estado dos días decidió volver a Santa Cruz de La
Palma e hizo su primera parada en la histórica villa, que era realmente el
puerto marítimo del enclave anterior, que “es un lugar más antiguo que Los
Sauces pero como, por desgracia, no posee agua sino que tiene que abastecerse
del barranco, está decayendo ante su rival más joven y más próspero. San Andrés
es famoso porque posee la iglesia más antigua de La Palma. La visita mucha
gente procedente de todos los puntos de la isla, que viene a que la cure el
Gran Poder de Dios, favor que concede a los que visitan la iglesia”.
Del templo parroquial y en aquel entonces con pila bautismal anotó
lo siguiente: “Como en Los Sauces, aquí también hay muñecas vestidas y figuras
de cera colgadas alrededor de una columna particular. El piso de la iglesia es
de ladrillos rojos y blancos, colocados entre trozos oblongos de madera.
También nos mostraron unas imágenes talladas de San Juan y de la Magdalena y
una talla de tamaño real, de un Cristo yacente, en una caja de madera: El
Cristo muerto lo llamaban. […] Estas imágenes fueron hechas y regaladas a esta
iglesia por un hijo de la Ciudad. Fuera, en el patio de la iglesia, crece el
eucalipto, curativo y aromático. Cerca de la iglesia se encuentran las ruinas
del convento de la Piedad. Su último monje, San Francisco (franciscano), murió
alrededor de 1867”.
Santa Cruz de La Palma |
Prosiguió su marcha: “descendemos al barranco de San Juan y
llegamos al mar en la desembocadura de la garganta. El barranco es escarpado y
yermo, con fachadas muy empinadas donde sólo crece el cardón. Desde Los Sauces
hasta la capital el terreno está cortado por una serie de barrancos.
Afortunadamente, no son, en general, muy profundos; no son inmensos como la
mayoría de los que existen entre Guía y Adeje, en el sur de Tenerife. El
segundo era el de La Galga, cuya bajada era bastante mala. Había rocas en el
fondo formando montículos y en las cuevas de cada lado se refugiaban las
ovejas. Al subir por el otro lado descubrimos una cueva habitada”.
“Santa Cruz de La Palma o, como la llaman invariablemente por
toda la isla, la Ciudad, se encuentra sobre una ladera inclinada, con sus casas
blancas, de azoteas, elevándose unas sobre otras, agrupadas al pie de las
montañas…”
Finalizando su estancia se fueron a Santa Cruz de Tenerife y
de ahí, 15 de febrero de 1884, a Las Palmas de Gran Canaria para regresar a su
país de origen a bordo del barco Trojan, dejándonos sus pareceres recogidos con
pasión y extremadamente sinceros, quizás para algunos, con cruel certeza.
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