Me encuentro enormemente cautivado por el profundo mar azul
que contemplo enamorado todos los días y que es mi mejor aliado, ya que nací en
esta bella y encantadora ciudad de Santa
Cruz de La Palma, que surgió de la bahía y esta realidad fundacional ha marcado
su trayectoria con un sello indeleble en el transcurso de los siglos. Desde
siempre vivió para y con cara al Atlántico que gracias a él, que teje
perennemente sus encajes de espumas a sus orillas y la acaricia con dulces arrullos con un encanto
indescriptible, y a través suyo la isla se propagó por las aguas y tierras
conocidas. Adentrarnos en el mundo de la navegación desde la existencia del
hombre es constatar con nuestra historia a partir de varias centurias, que han
dejado huellas para la gloria y conocimiento de la construcción naval.
En los astilleros a nivel de playa se creó una industria, floreciente
de competición y vanguardia, que en la carrera de Indias cosechó grandes
éxitos. Sus barcos hechos por fabricantes locales, carpinteros de ribera y por
armadores, surcaban los mares y unían puertos tan distantes como los de La
Habana y Amberes.
Esta cultura marítima se traduce en el establecimiento de
verdaderas dinastías de maestres, fabricantes y pilotos que ejemplifican las
sagas de los Canos, Díaz Pimienta, Arozena Lemos y Henríquez, Casas Lorenzo,
Rodríguez González, Fernández y otros tantos más, sin dejar de mencionar a los
armadores como Manuel Yanes, artífices de la ingeniería, que constituyeron
auténticas familias de constructores y navieros. Se trata de una transmisión
marinera que con altibajos llega a los albores del novecientos, con gran
arraigo en la memoria colectiva de los palmeros, cuando la construcción de
naves de vela decayó a favor por la competencia de los vapores, que
monopolizaron el comercio y el tráfico nacional e internacional.
Desde el principio de los tiempos la humanidad ha sentido una
visible atracción por navegar. Por su proximidad a los océanos y mares le
amedrenta cuando encrespado ruge furioso. Su inmensidad le fascina cuando
apaciguado las olas lamen la orilla. Es un ente vivo que expresa sus
sentimientos, a veces muestra su enfado en forma de tempestades y en cambio
otras le recompensa con pacífica quietud.
La necesidad de buscar una justificación a los distintos
estados de ánimo de la mar, que satisfaga el racionamiento lógico inherente a
la condición humana, favoreció la elaboración de distintas conjeturas que
explicaron su misterioso proceder.
Esa atracción mencionada combinada con la innata necesidad de
conquistar nuevos ámbitos hizo superar los miedos e introducirnos en sus
entrañas. El descubrimiento de la navegación, probablemente, no se dio en una
edad concreta, ni tampoco en un lugar determinado, dado que la interacción
entre los distintos pueblos ha sido muy lenta y costosa, no sería idóneo pensar
que tal hecho se propagara desde un solo lugar o punto del planeta. Como en
muchos otros casos sería la propia naturaleza, quien diese las claves para el
desarrollo de hacerlo.
Desde entonces hasta hoy en día, la capacidad de trasladarnos
ha ido evolucionando en función de los conocimientos y acontecimientos que se ha
ido adquiriendo paulatinamente. Así extraemos la conclusión de que, en su lento
y progresivo discurrir, se ha utilizado para facilitar el acceso y adquisición
a nuevos alimentos, hacer la paz o guerra. Siempre nos ha obligado a vivir
juntos, como hermanos o enemigos, y ha servido para que intercambiemos
mercancías, buques, mano de obra, creencias…
Es arte y ciencia de conducir una embarcación desde su
zarpada hasta la arribada de manera eficiente y con responsabilidad. Por un
lado, la destreza que debe tener el navegante para sortear los peligros y, lo
otro, se fundamenta en las bases físicas, matemáticas, oceanográficas,
cartográficas, astronómicas, etc.
Su historial lo podríamos dividir en tres etapas. La primera,
la ubicamos desde el principio hasta el descubrimiento de América. La segunda,
hasta la llegada de las máquinas de vapor. Y, por último, hasta nosotros. A vela
la situamos fundamentalmente en las dos primeras, pues la incorporación e
invención del vapor como fuerza motriz significó la desaparición del viento
como impulsor principal. En la actualidad en muchos países se utiliza como
medio de transporte comercial, aunque haya pasado a ser parte de actividades
deportivas y recreativas.
Se ha hecho desde nuestro pasado más remoto, aunque sabemos
que a Australia se llegó hace más de 40.000 años, desde la costa del sudoeste
cruzando cortos tramos de los estrechos y que muchos homínidos tuvieron que
atravesar ríos caudalosos y mares, muchos milenios antes con elementos muy
rudimentarios o simples troncos. El tipo de bregar en aquellos medios
desconocidos, avalados por leyendas y mitos legendarios, se realizaba en zonas
interiores o bordeando la tierra firme, utilizando la costumbre eventual como
medio de propulsión, aunque fuera en la Edad de Bronce.
Haciendo un balance de cuantas incidencias ocurridas antes de
Cristo, podemos indicar que algunas civilizaciones orientales, en concreto los
egipcios, fueron pioneros en tales menesteres, sucediendo los fenicios,
cartagineses, griegos, romanos, bizantinos, vikingos, árabes…, que se
extendieron por el Mediterráneo luchando por su hegemonía. Unos lo hacían para
fundar una ruta de poder económico, social y cultural entre Oriente y
Occidente. Otros se aventuraban a conquistar nuevas posesiones en ultramar con
afán y deseos bélicos, a favor de unos monarcas o reinos anfitriones. Se salen
de los límites del Mare Nostrum en busca de lo desconocido y descubren un Nuevo
Mundo, enarbolando las ideas de navegantes, conquistadores, colonizadores u
otros, trazando cuadrículas en los mapas con la incorporación de nuevos
territorios y promiscuas enseñanzas. Hacemos un alto en el camino para nombrar
a Cristóbal Colón (1451-1506), marino genovés, intrépido y valiente, que se fue
a un destino incierto con medios náuticos, de orientación escasos, e intuición
asentada en la observación sideral.
El archipiélago, al igual que La Palma, se convertiría en
parada indispensable para continuar, después, viaje al Nuevo Continente y, así,
marcar la primera red de tráfico, aprovechando al máximo los vientos
predominantes. La Isla Bonita por su evidente condición desde siempre ha tenido
una íntima relación con el medio acuático circundante.
Algunos investigadores atribuyen a los primeros pobladores
canarios los datos suficientes para moverse cerca de los rompientes y buscar
sustentos a través de una rudimentaria actividad pesquera.
BIBLIOGRAFÍA
UTILIZADA:
MAR Y VIENTO. Mario Suárez Rosa. La Palma. 2010.
ARCHIVOS PROPIOS. Santa Cruz de La Palma. 2016.
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