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Campanario. 1701 |
Continuando con el relato nos remontamos a la llegada del
castellano Alonso Fernández de Lugo (1456-1525), que levantó en el sitio
mencionado, 3 de mayo de 1493, una ermita para perpetuar el nombre del
Arcángel, que sirvió posteriormente de entrada o puerta al cenobio como
portería, pasando la imagen titular a la nueva construcción eclesial, cuya
planta de cruz latina de una sola nave se completó a finales del siglo XVI, y
debido a la actividad desarrollada por fray Marcos, por un ambicioso proyecto,
se le concede la autoría de la talla de San Miguel Triunfante, principios del
XVIII, que preside el altar Mayor y es para retablo, inacabada en su parte
posterior, ataviado como un guerrero a lo romano, armado y victorioso, que
transmite cierto aire refinado y palaciego, su modelado voluptuoso recuerda a
los ángeles barrocos. Con una ornamentación sensacional y detallista en su
coreografía. Su portada, la parte más antigua, completada con el resto de la
edificación por una escalinata forma el atrio con la configuración de un gran
escenario, combina elementos gótico-renacentistas y mudéjares evidentes en la
moldura, que a modo de alfiz encuadra el arco de capiteles repletos de temas
del bestiario medieval: animales monstruosos, guerrero desnudo con media luna
de perfil grotesco o máscara de escudo, son claros mensajes apocalípticos y
escatológicos en claves contra-reformistas y como monumento expiatorio. Se
supone que sea obra de Hernando Luján, que talló los del arco toral de la
Encarnación entre 1530 a 1532. Por la parte de afuera sobresalen nítidamente
los volúmenes cúbicos de las capillas laterales, sacristía, hace pocos años
cambiada al lado opuesto, y camarín de la Virgen del Rosario hecho por el
maestro Domingo Álvarez en 1698.
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Virgen del Rosario. Detalle |
En 1553 el conjunto histórico sufrió el pavoroso incendio y
saqueo de los piratas franceses calvinistas al mando de François Le Clerc
(¿?-1563), apodado Pata de Palo, con la misión de no dejar extender el
catolicismo en el Nuevo Mundo. En la reconstrucción con las ayudas solicitadas
a estamentos reales, insulares y de familias notables se consiguió con el celo
de sus bienhechores un punto de perfección inigualable, como se nota en su
fachada al mar la torre del campanario, que se comenzó a levantar el 13 de mayo
de 1701, y en ella se observan los famosos azulejos de Delft (Holanda). Las palabras del viajero portugués Gaspar Frutuoso atestiguan
que las zonas de los altares a los lados del Presbiterio se rehicieron. El de
La Soledad, contiguo del Evangelio, fue costeado por Gonzalo Carmona, mercader
y almojarife, y su sobrino Diego de Santa Cruz y el de Santo Tomás de Aquino,
al lado de la Epístola, se edificaba en 1554 y terminada en 1567 por patrocinio
de Luis Van de Walle el Viejo, caballero flamenco, con privilegio de pasar
directamente desde la calle al pequeño ajimez. Ambas se rematan con espléndidas
techumbres mudéjares de la misma época. Más tarde, se hizo abierta hacia el
interior y con acceso independiente la conmemorativa a Lepanto, donde reposan
los restos del insigne palmero Anselmo Pérez de Brito (1728-1772), cuyo retablo
fue realizado por Andrés del Rosario y su hijo Lorenzo de Campos en 1660, como
también se le atribuye el de la ermita de San Telmo. No podemos olvidarnos de
la de Media Naranja con el ornato de la cúpula y escudo, toisón del santo
fundador, en el centro del almizate.
Destacamos el púlpito, primera mitad de la centuria
dieciochesca, uno de los más bellos en el archipiélago. El Retablo Mayor,
autoría de Juan de Lorenzo, se fabricó entre 1703 a 1705, estilo barroco como
la pieza anterior y con columnas pareadas. En su parte central se venera la
obra del fraile escultor mencionado. Se guarda una colección de tablas flamencas, atribuidas a
Pierre Pourbus, desmembradas de su marco original en 1703 y que son 6,
restauradas por expertos especialistas. Las mismas se componen de San Miguel,
San Juan Bautista, Genealogía de Jesús, Santos dominicos y las grisallas de San
Francisco y San Blas ubicadas, posiblemente, en el desaparecido entablado.
Además, se conserva la Santa Cena de Ambrosius Francken (1544-1615).
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Jesús Nazareno. Estévez |
De la imaginería hay que señalar el San Francisco Javier,
obra del círculo de Pedro Roldán (1624-1699), que fue importada de Sevilla
hacia 1672 por José de Arce y Rojas para el oratorio que, bajo su advocación,
fundó junto a su casa. Con ello manifestó su devoción por el santo misionero de
la Compañía de Jesús, en la que profesaron 2 de sus hijos, los padres Juan y
José. San Francisco de Asís repite el modelo de su homónimo del templo
franciscano (s. XVII), donado por el capitán Antonio Pinto de Guisla (1630-1682). De origen cubano son 4 preciosos ángeles de la Pasión que
acompañan a Jesús cada Miércoles Santo y el delicado candelero de Santa
Catalina de Siena, enviado desde la Habana en 1779 por Francisco Brito Leal,
proveniente del vecino monasterio de monjas dominicas (Catalinas). Igualmente
proceden la Santa titular (Habana, 1779) y Santa Rita de Casia. A los talleres locales hay que adscribir efigies de vestir de
Santo Domingo, realizada por Antonio de Orbarán con motivo de la profesión de
su hijo fray Antonio de Orbaranes en 1651; Santo Tomás, cuya cabeza muestra
gran parecido con la de San Buenaventura del antiguo recinto del santo de Asís, hoy propiedad de la Orden
Franciscana Seglar. El cuadro de la Virgen de la Merced con San Nonato y Santa
María de Cervellón, encargado a Juan Manuel de Silva por la familia Van de
Walle como ostentación pública.
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Origen cubano.4 ángeles |
El imaginero orotavense Fernando Estévez del Sacramento
(1788-1854) dejó lo mejor de su arte en el Nazareno (1841), vestido con túnica
bordada en oro sobre terciopelo rojo, regalo del comerciante Cristóbal Pérez
Volcán, y en la Dolorosa (La Magna), acompañados por un San Juan Evangelista de
Manuel Hernández (El Morenito). De Estévez también es la talla del Rosario y el
Niño de Aurelio Carmona López (1826-1901). El Señor de la Columna y la Virgen
de la Esperanza salen el Martes Santo y son piezas del madrileño Andrés Falcón
San José de mediados del XX por encargo de la familia Duque Acosta, con el fin
de seguir la cronología evangélica. Y, por último, nos quedan San Joaquín y el
Niño Jesús de Praga, anónimos, y de escuela canaria. Han sucedido los siglos, unos tras otros, con muchos
contratiempos y diversas circunstancias del devenir de la historia para la
gobernabilidad y gloria de la vida religiosa, que ha sido reflejo del pueblo
palmense. Una vez enajenados los bienes materiales de la Iglesia por la
desamortización del XIX, habrá que tener en cuenta la estancia durante más de
veinte años de los Padres Paúles en el cuidado y ornato del sagrado sitio, cito
al sur de la ciudad, y rico en arte, cultura y sabio guardián de un gran patrimonio,
testigo de un pasado rehecho y defendido para legado del futuro.
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