Diego Robles. Fotógrafo |
Diego Robles Ortega (1925-2014) fue un Quijote
recorriendo caminos y, además, popular, bohemio, caballero y prometedor de
sueños. Todo un prestidigitador en lo espontáneo del plano de la imagen. Desde
más de medio siglo se engrosa el acervo cultural palmero con el legado casual
captado por nuestro protagonista, a través de su herramienta de trabajo: la
fotografía.
El fotógrafo no se ausentó de sus raíces, pero afianzó lo
amado en el corazón. La isla y la persona se fundieron en un abrazo para
siempre. Los recuerdos alegres de su infancia iban unidos a seres especiales
que nada tenía que ver con la familia cercana. Fueron años de ilusiones e
iniciativas.
Murió donde tenía que hacerlo en La Palma y decidió emprender
el viaje definitivo desde el hermoso terruño del Atlántico, dejándose abrazar
por el aroma singular hecho de mar, tea, retamas, lava, tierra labrada y lluvia
apacible. Quiso para sus últimos días la grata caricia de la brisa isleña y el
abrigo de la cumbre, es que no podía ser de otra manera. Amó como pocos la
pequeña patria, que supo enamorarlo, y lo hizo siempre con total entrega, nunca
supo de condiciones. Relanzó su elegante humildad en su callado y constante
quehacer, que se puede apreciar en múltiples ejemplos coherentes y
diáfanos.
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