Inicio el presente trabajo, afirmando “María, ternura de
Dios”, porque así lo es y se manifestó a lo largo de la vida de Jesús y de los
comienzos de la Iglesia. El viernes, 7 de febrero, fue presentado el cartel
anunciador de los actos religiosos de la Bajada 2020 de la Virgen de Las Nieves,
muy bien sincronizado bajo la dirección de Domingo José Cabrera Benítez, en la
parroquia Matriz de El Salvador de Santa Cruz de La Palma, como lo indicaba el
cura párroco, José Francisco Concepción Checa.
Volviendo al interés prestado por el presentador del acto,
que nos diría: “no como anhelan sus almas, sí como alcanzan sus vigores”,
insinuando que de esa manera en 1765 el improvisado cronista reflejaba con
dichas palabras la arraigada devoción a la Patrona y las ansias con las que el
pueblo palmero espera su Bajada.
Continuando con el relato de tal solemne ocasión, los
presentes atentamente escucharon la intervención de Yolanda Arrocha Duarte,
Coordinadora de Cáritas Arciprestal de esta ciudad capitalina, que nos informó
de la problemática de la referida ONG en el mundo. Y, amenos fueron los
intervalos musicales, que nos ofrecieron Silvia Pileño en canto y Larysa
Baravik en piano, que con su presencia, soprano y pianista, deleitaron extraordinariamente
la velada.
Pretendo acercarme a uno de los aspectos, que pudo influir en
la decisión de escribir sobre la Gran Fiesta 2020, el embrujo de La Palma,
contagiado por la herencia de distintas corrientes intelectuales que llegan por
la necesidad de saber las vicisitudes históricas, que incidieron en la
evolución de las preocupaciones pasadas y actuales con proyección inmediata.
Se convierte en tradición la popularidad de una devoción
mariana cuando está tan apegada al sentir de un pueblo, que deja una huella
trascendente en el corazón de todos. El pensamiento de inculcar en la efigie
santa de María de Las Nieves, Alcaldesa Honoraria Perpetua de cada uno de los
catorce municipios, el desvelo de ofrecer lo mejor de los cultos, tanto paganos
o religiosos, nos revela cual es la inmensidad de una promesa sin frontera y la
esperanza de ver la luz que guía la ruta interminable a un destino en donde la
mirada sin límite nos conduce al lugar estrellado de quienes poseen unos ojos
ilusionados, transportados al umbral de un presente que nos marca la
intransigencia temporal. Es un lenguaje entre distintas formas de ver las cosas
y concebir un universo abierto a la unión de constantes manifestaciones
religiosas y de un imparable latido de amor para reflejar el nuevo estilo de
abrir una página en la sugerente Celebración.
Sé que el nombre de la Virgen palmense viaja por las venas de
los isleños, tanto los que viven aquí como los que no, pregonando su grandeza
espiritual en ambas orillas del azul Atlántico con el encanto de una espera,
alumbrando el compás de un abrazo con lo nuestro, convirtiéndose en metáfora la
participación multitudinaria.
Como epílogo del acto mencionado, no podía ser mejor que la
exhortación, hecha por él mismo, del obispo Nivariense, Bernardo Álvarez
Afonso, para alabar el motivo del LXIX Año Lustral, en el que estamos llamados
a celebrar con espíritu compartido, alegre y fraterno. Conducido por la gracia
de Dios, confiando en sus promesas y animados por el testimonio de “María,
ternura de Dios”, miremos el porvenir con decisión.
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