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domingo, 19 de septiembre de 2021

SANTA CRUZ DE LA PALMA: RINCONES CON NOMBRE (IX)

                               PLAZA SAN SEBASTIÁN: Está ubicada en el emblemático barrio del mismo nombre, llamado también de la Canela, desde principios del siglo XX, surge en torno al camino real de la Banda que comunicaba nuestra ciudad con el Valle de Aridane y la Villa y Puerto de Tazacorte, por las muchas dulcerías artesanales que hubo antiguamente en la zona y que impregnaban el olor aromático de tal apreciada especia, sazonando a los deliciosos productos (dulces y postres), mientras los estaban horneando. Su perímetro lo componen casas de arquitectura tradicional canaria, el Rincón de Pepita Sosa y la respectiva ermita del santo mártir romano, datada alrededor de 1535.

                              A reglón siguiente, describimos una pequeña joya de la que se puede disfrutar con un alto valor histórico y punto de encuentro, como la mejor elección de un itinerario de nuestro callejero, plagado de bellos sitios con una trayectoria que queda patente. Soy amante de mi ciudad y deseo que cualquier persona observe el rico patrimonio cultural que se puede ofrecer a cada visitante que pasea por sus pendientes y empedradas calles.

                              Cuántas veces nos ha pasado que aquello que tenemos a mano, es lo que menos conocemos. Puedes creer que ya no tienen nada que enseñarte, hasta que un día, tienes una agradable sorpresa inesperada y te das cuenta de que se te habían escapado algunos detalles interesantes.

                              La ermita le da el nombre al barrio y a su calle principal, albergando valiosas obras religiosas de la imaginería de distinto origen y estilo del XVIII y XIX. Hubo una gran devoción al Patrón, santo protector para los viajeros que se encomendaban a su influencia milagrosa al entrar o salir de Santa Cruz de La Palma. Se hacían fiestas en su honor, 20 de enero, por los aledaños de siempre. Reproducimos el estribillo de la letra del himno:

  -Ciñamos con dulce afán

del martirio en la victoria

eternas palmas de gloria

a la sien de Sebastián. 

                              Luchando por la decencia y el decoro del solar como escenario para espectáculos teatrales, músicas… hacia 1625, que fueron prohibidas por orden eclesiástica, embelleciendo el interior del espacio y capilla mayor, con las pinturas de Ubaldo Bordanova Moreno (1866-1909), firmadas en 1899.

                              Se halla en la esquina con la calle Real que subía a Buenavista y la que atravesaba para Santo Domingo, lindante con las viviendas de Luis de Belmonte y de Julián Cornelis. Junto a ella hay una pequeña y remozada plaza, que hace alarde a la existencia del templo, recóndito y sombrío para domar las más insospechadas ansias de paz y desasosiego del transeúnte.

                              Mediado del XVI fue reconstruida. La techumbre la realizó el carpintero Diego Hernández y el albañil Pedro Hernández la enladrilló e hizo las escaleras de la puerta. Por motivo de ruina se reedificó hacia 1680-1684 y entre 1872-1876 se volvió otra vez.

                              No olvidemos que en tiempo del mayordomo Diego García Gorbalán, se vendió la campana a la iglesia parroquial de El Salvador del Mundo, encargándosele otra al calderetero Pedro Gutiérrez en 1638.

                              El actual retablo principal de estípites se estaba haciendo en 1778, en la hornacina central se encuentra la talla flamenca del santo titular, que se fecha en el primer tercio del XVI, cuando el visitador Alfaro de Franchy mandó vender el primitivo y pequeño a la parroquia de San Pedro de Breña Alta.

                              Merece un punto y aparte en el tiempo saber la constancia de la creación de una cofradía de negros en 1571, al igual, según noticias referentes a dicho asunto, que hubo en otras iglesias y parroquias.

                              A pocos pasos se erige una hermosa casona, siendo su fachada de las más fotografiadas, ya que su balcón y portada con una escalinata de cantería negra en la fábrica de sus peldaños no pasan desapercibidos. Desde siempre la he conocido como la casa de doña Avelina.

                              El conjunto monumental e histórico lo conforman en su ascensión las Tosquitas, el Dornajo y la Cajita Blanca con su tipismo y peculiar manifestación de sabor añejo a un fundamento esencial de distribución municipal. No es caprichoso el trazado de su callejero, obligado a vencer la pendiente, sino la obligación de seguir una arteria única, calle del Medio, y en torno a ella las demás con sus quebradas y sinuosas convergencias.

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