Alrededor de la media tarde del 5 de enero de 1970, en el aeródromo militar o aeropuerto civil de Buenavista (Breña Alta), un avión Fokker F-27 de la Compañía aérea IBERIA y con el nombre de Tajo en el momento de tomar tierra un fuerte viento racheado impidió el aterrizaje con normalidad y, entonces, el aparato cayó por el talud de la cabecera norte de la pista. No hubo que lamentar víctimas mortales, sino algunos accidentados con heridas sin importancia. De la flota de ese tipo fue el único siniestrado. Durante la permanencia en activo y operatividad de los mismos alcanzaron un elevado grado de popularidad, que se consolidó con la familiaridad de las tripulaciones.
Debido a la circunstancia adversa, inmediatamente, se hizo necesario pensar en un nuevo proyecto, puesto que el mencionado, inaugurado el 19 de junio de 1955, no ofrecía garantía en su posible progreso de ampliación y mejora. La Villa de Mazo se alzó con las obras de construcción del actual, remozado y vanguardista, con mira a un futuro próximo, después de largos y serios estudios de observación. Su apertura poco después, el 15 de abril siguiente, se hizo, aún, sin el visto bueno de finalizado y sin la carretera de acceso por Santa Cruz de La Palma. La situación ocurrida dio otros bríos a la comunicación y aumentó la esperanza de los necesitados isleños, correspondiendo a un medio de transporte rápido y de más frecuencia.
Transcurrido dos décadas, al filo de la medianoche, víspera de Reyes (1990), un severo incendio carbonizó en pocas horas la inconfundible Casa Massieu en la capital insular. Se luchó con todos los medios humanos y materiales disponibles para evitar que el fuego se propagara a los demás edificios cercanos. Su interior quedó totalmente destruido y la impotencia de perderse un inmueble de tan alto prestigio, levantado entre 1779 y 1785, se reflejaba en el rostro de todos.
Al cabo de diecisiete años CajaCanarias, una vez adquirido por dicha entidad bancaria, lo ha devuelto reconstruido en su trazado original, engrandeciendo ya de por sí el enorme patrimonio de la ciudad. La fecha efímera aconteció el 25 de septiembre de 2007, martes, con el brillo espectacular que la ocasión requería. Con intervención acertada se reavivó la esencia de la vivienda de porte tradicional y principal en torno a la Plaza de España con tres y cuatro plantas de altura con frente a las calles O´Daly (Real) y Álvarez de Abreu (Trasera), y más un mirador con singular remate en la esquina de esta última vía con el Callejón del Concejo. Su concedida singladura es comercial y cultural.
Deseo resaltar, en primer lugar, que ambos nefastos trances acaecieron en Fiestas Lustrales de la Bajada de la Virgen, respectivamente, y, a continuación, lo publicado en mi columna dominical El Correíllo de La Opinión de Tenerife, 14 de octubre de 2007, titulada Renacer de nuevo: “[…] El edificio estuvo ocupado en su planta baja, a la izquierda, por la Cafetería-dulcería Alaska y, a la derecha, por Fotos Bethencourt. Su interior albergaba oficinas municipales. La desgracia se cebó con una pieza fundamental en el conjunto de la Plaza de España, en torno a la Parroquia Matriz de El Salvador, Ayuntamiento y demás casas colindantes de interés socio-cultural.
Me acongojé, al igual que muchos otros ciudadanos, por tal pérdida debido a la magnitud del siniestro y del significado que tenía anteriormente de belleza, historia y nobleza pero, en casi dos décadas, la esperanza e ilusión fueron apoderándose del ánimo de los habitantes de una ciudad histórica, cuando fue surgiendo entre los escombros y las ruinas la impensable reedificación. […] Constituye un hito vanguardista y coherente en el mundo financiero. Merecen un sincero agradecimiento quienes en nombre de las partes implicadas propusieron la iniciativa finalizada con buen criterio de restauración”.
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