Las ansias le llevaron a la política en la década de los setenta, dentro de la plancha electoral de UCD (Unión de Centro Democrático), desde 1979 a 1983, haciendo valer su aportación en el mundo agrícola, tanto en el Cabildo Insular y ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, compartiendo sus inquietudes por la gran idea de lograr una isla mejor. Posee un amplio currículo merecedor por ser polifacético y en base a su dilatada profesionalidad de profesor.
Es fundador y fue presidente de la Asociación Junonia Mayor de Amigos de la Naturaleza, Asociación Española del Perro Garafiano y miembro del Patronato de Espacios Naturales de la isla de La Palma por designación del Gobierno de Canarias. Es destacable su preocupación medioambiental, defensa a ultranza de la protección de las razas autóctonas palmera y canaria y del perro pastor garafiano de origen prehispánico, sabiendo promover y desarrollar trabajos para la recuperación de aquellas, que han alcanzado proyección y continuidad en todo el Archipiélago.
Con grandes titulares la Prensa hace mención como homenaje, en fechas posteriores al óbito, para honrar su memoria, diciendo: “La Palma corresponde al tesón de su hijo Antonio Manuel Díaz” y “Los garafianos honran a su padre”. Nos deja y nos entristece con su partida al más allá.
Los amigos que le conocieron, entre ellos me consideraba yo, nos hemos quedado con la incertidumbre de la obra inacabada. Pienso que, aún, le faltaba mucho por hacer. Con esa misma inquietud de progreso, que le caracterizaba, estará transmitiéndola donde quiera que esté.
Ha sido distinguido en el 2003 por la Consejería de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno Autónomo canario y la Universidad Ambiental de La Palma. En el 2009 la Villa de Garafía le entregó la Medalla de Oro por su encomiable compromiso de defenderla sin desmayo contra la indiferencia y el olvido. Siendo amante de la tertulia y la cultura compartió su actividad de publicista y conferenciante entre sociedades como la Real Sociedad Cosmológica, que dirigió y en la que fue velado como tributo de honor y gratitud.
A partir de 1959 fue cónsul en esta Isla de la República Bolivariana de Venezuela. Dicho país le concedió las condecoraciones Francisco de Miranda (1975) y Andrés Bello (1980).
En memoria de él la Asociación del Perro Pastor le rindió un sencillo y emotivo acto de solidaridad por promover el rescate de los mismos. Hacemos un paréntesis, desde estas líneas, para hacer un examen sobre su amistad llena de afecto, sentido y respeto. Sus obras muestran su desvelo incondicional, que le ha servido para el reconocimiento universal del patrimonio.
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