Nuestra Señora de La Luz es santuario y
faro de muchos marinos, que con audacia cruzaron las inmensas aguas del
Atlántico de una a otra orilla, todos capitanes de altura o de la carrera de
Indias. Vaya el emocionado recuerdo a ellos y a los que constituyeron la
tripulación de la flota isleña, dando auge a la economía de La Palma. Fueron
seres caracterizados por su sencillez, responsabilidad y por su admirable
dominio del manejo de aquellos complicados trapos que permitían a las naves
surcar el anchuroso océano y dar al mundo una civilización. Su existencia
transcurrió, en esas lejanas fechas, sobre la movediza superficie “azul
turquesa”, salpicados de sal y bañados por la caprichosa y blanca espuma.
A la luz del
resplandor divino, no sólo podremos interpretar los acontecimientos de esta
vida con la verdadera visión de la fe, sino que esperamos la eternidad con la
garantía de que el amor de la Virgen no puede defraudarnos. El día de hoy,
Fiesta de la Natividad de María, es de gozo y de gratitud. Lo primero, por el
nacimiento y, lo segundo, porque Dios hizo obras grandes en Ella. Su cumpleaños
alegra el universo por ser la Estrella que anuncia un tiempo nuevo de salvación
para los hombres.
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