El legado de la
dignidad a los cabreros, que tuvieron un merecido protagonismo en la historia
de Santa Cruz de La Palma, no se puede olvidar fácilmente por aquellos que
vieron el esplendor, entre ellos yo, de los mismos hasta bien entrada la década
de los años cincuenta. Marcaron gran parte de un acervo cultural patrimonial,
llevando inexorablemente ligado el sello del trabajo y la superación, cimentado
en una dura batalla contra las numerosas penurias de la época.
A música celestial
se oía el cancaneo de las esquilas, cuando se acercaban a los distintos
rincones de la ciudad, a surtir con garantía de calidad el preciado producto lácteo
(la leche) a una selecta y ansiosa clientela. Las manadas de cabras con su
armonioso transitar por las calles y plazas se agolpaban en torno a su amo,
junto a su perro guardián, que desgranaba su sabiduría de elección, ofreciendo
un suculento desayuno a la prole infantil antes de ir a la escuela o cualquier
otra actividad habitual. Con nostalgia recuerdo la escudilla (tazón) con el
gofio y el azúcar que mi madre preparaba para hacer caer dentro el apreciado y
glanduloso líquido caliente y espumoso, formando una excelente mezcla llena de
grumos, después de ordeñada, que deleitaba el paladar del consumidor. Así, no
quepa la menor duda, nos mantenía robustos durante la jornada laboral hasta la
hora del almuerzo.
Debemos, lo pongo
en conocimiento a quienes corresponda, ofrecer un signo palpable de
agradecimiento a la figura de tal personaje del pasado como homenaje. Hablar de
la memoria de aquellas personas integrantes del devenir pretérito es una proeza
incalculable en valores ciudadanos sin precedente. El presente se halla
necesitado de profundizar en sus orígenes, envuelto en los cambios sociales
actuales, para construir un futuro sólido y esperanzador como remembranza a la
trascendencia de este incuestionable colectivo, significando un símbolo de la
importante labor económica que tuvieron.
A manera de
reseña, arrojando un poco de luz, sobre el perfil de lo relatado hay que
mostrarlo como parte viva del pasado siglo con un papel relevante, antes y
después de la Guerra Civil.
Su final lo marcó
la aparición de nuevas técnicas de embasado
y la reglamentación sanitaria, que dieron sitio a un gran giro en la
evolución del hogar, obligando a la modificación de los hábitos y
comportamientos.
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