Año de reencuentros con familiares y amigos ausentes por
diversas circunstancias. Lugares distantes en el espacio se dan un abrazo de
fraternidad. Las campanas de gloria suenan al compás de la bienvenida con olor
de pólvora y diálogo, entusiasmo y algarabía, tertulia y esperanza… Vibran los
corazones a favor del tiempo transcurrido de una a otra Bajada. La ciudad se
engalana y se abre de par en par para acoger el peregrinaje de quienes se unen
en la fe de María de Las Nieves y transforma la historia en vivencias
coloquiales en la LXVIII edición.
El compromiso con sus propios valores culturales desde hace
siglos contribuyen a la grandeza del acontecimiento mariano. Asume las bondades
de una imposición de la que nunca dejaremos de sentirnos orgullosos con el
mismo fervor popular.
La sola presencia de la venerada imagen de la santa Patrona
sirva para conjurar toda clase de temores colectivos, fundiendo las intenciones
de los palmeros con una reafirmación del conjunto de la sociedad ante los retos
de los años. Hoy como ayer, la trascendencia de la advocación de la Madre de
Dios cristalice en una compleja serie de manifestaciones religiosas y civiles,
que en gran medida definen a La Palma.
El proceso de las tradiciones desarrollado explica y nutre
cada Lustro, un paréntesis de tanta relevancia, acogedor y creativo,
emprendedor y laborioso, liberal y responsable… de sus más genuinos signos de
identidad, que se debe mantener y renovar con el sentido de la modernidad como
legado de nuestros antepasados.
La sonrisa cómplice y reconfortante de la Morenita, que baja
desde el Real Santuario del Monte a la Parroquia Matriz de El Salvador, nos
fortalezca en el amor. Lo anterior es la mejor muestra actual de una plegaria
hecha esencia o viceversa, acercándonos a Jesucristo en brazos de Ella con su
ejemplo e intercesión, enseñándonos a vivir dócil la Palabra divina.
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