Desde aquel momento en que surgió la figura del Diputado del
Común, cuya sede se encuentra en Santa Cruz de La Palma, comencé a tener cariño
a una institución carismática y fundamental en la defensa del pueblo canario. Supervisora
de las administraciones públicas.
Habrá tenido sus inconvenientes ante las críticas de unos
pocos por presiones políticas. Su fin es y será defender los derechos y
libertades constitucionales de los ciudadanos e investigar y denunciar las
desavenencias de unos, quienes vulneren la integridad física e íntima de las
personas en lo relativo al arbitramiento en la aplicación de normas o de un
trato incorrecto.
El planteamiento de las quejas es necesario para el buen
funcionamiento, dignificación, fundamento y base en un país del siglo XXI,
elementos imprescindibles en el fortalecimiento de los principios democráticos.
Esta sociedad es cada vez más consciente de su presencia, destacando su
objetivo: “defender al ciudadano de la mala administración, los derechos
humanos y luchar contra el exceso de poder”.
Es un ente que emana de entre nosotros para servirnos con
garantía de servicio y con el mismo
espíritu con que fue fundada en el seno de la Constitución Española y de un
Estado Democrático para el progreso y legitimación de los propósitos aprobados
por el Congreso de los Diputados y Gobierno Autónomo de Canarias. Es un reto de
lucha por la igualdad para acercarnos a la meta, después de una consecución,
hace treinta años, día del pistoletazo de salida, continuar viva y con buena
salud.
Los
palmeros brindamos por su estancia con brillante entendimiento. Su tarea es
dificilísima en el marco de un organismo que desea llegar a todos/as y cooperar
en reforzar la sociedad civil emergente, estando al lado de los que peor lo
están pasando. Finalizo, con lo expresado en el Prólogo del libro Notas de una vida: estampas y recuerdos de
Luis Cobiella, por el actual diputado, Jerónimo Saavedra Acevedo (1936):
“la conciencia de que somos ciudadanos con derechos y, por tanto, no dependemos
de la arbitrariedad de un gobernante, sino que estamos protegidos por un
sistema legal que ampara el cumplimiento de los mismos, independientemente de
cualquier forma de tutelaje. Además estaba la idea de libertad de acción, donde
el sujeto es dueño de su vida y pueda ejercer el derecho a realizarse con los
únicos límites de no dañar a los otros y respetar el modelo de convivencia que
nos habíamos dado entre todos" (NOTAS DE UNA VIDA: ESTAMPAS Y RECUERDOS DE
LUIS COBIELLA. Prólogo. Cuadernos
Insulares nº 1 de Cartas Diferentes Ediciones. Isla de La Palma. David Sanz
Delgado y Manuel Poggio Capote. 2014).
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