La Galga de Puntallana. Vista panorámica |
Al salir de Santa Cruz de La Palma con dirección norte por
una carretera sinuosa con ciertas vistas panorámicas maravillosas hacia el
océano y montañas circundantes, venciendo los muchos barrancos venidos desde
las altas cumbres, ascendemos en un pronunciado desnivel de altitud sobre el
nivel del mar para ser recibidos por Puntallana, primer pueblo y municipio de
esa ruta, y que a pocos minutos llegamos al remanso del pago de La Galga para
descender suavemente a la ciudad de San Andrés y Sauces. Es un barrio situado
entre el cauce de Nogales al sur y al lado opuesto por el de su mismo nombre. No sé sinceramente de
donde proviene tal topónimo, aunque algunos se lo atribuyen por la hembra del
galgo, perro de la Galia o raza canina autóctona española.
No tengo vocablos para describir la belleza y, sobre todo, la
sorpresa suscitada al observar las vistas desde ese lugar, donde se suceden unas
tras otras, para recordarnos con sencillez y admiración la naturaleza abrupta
con la riqueza superabundante de medios y condiciones apropiadas al entorno.
Siempre me ha encantado y confieso estar enamorado de rincones familiares con
tipismo histórico y único en la topografía de la zona. Los terrenos ubicados
desde los montes del lugar hasta la costa pertenecían a la familia Poggio hasta
principio de la centuria pasada, poseyendo una gran actividad comercial con una
fábrica de frutas en conserva a gran escala fuera de la frontera del
Archipiélago.
Ermita de San Bartolo. Siglo XVI |
El nuevo recinto sagrado data de 1672 por orden del visitador
eclesiástico Juan Bautista Pinto de Guisla (1631-1695), puesto que el anterior
se encontraba en ruinas, habiendo sido aconsejada su reconstrucción treinta
años antes por el presbítero José Tovar. En el arco de medio punto de la puerta
lateral se puede leer dicha fecha de construcción, guardando en su interior un
documento de 1515, frente a la vivienda de los señores hacendados conservada
actualmente con notables modificaciones arquitectónicas.
Interior del templo. San Bartolo |
Buscando datos nos encontramos que el templo estuvo con la
advocación de Nuestra Señora de La Galga, La Piedad y, hasta hoy, apóstol San
Bartolomé, popularmente conocido por San Bartolo, pequeña imagen del XVI o XVII,
cuya fiesta se celebra por motivo de su onomástica, 24 de agosto, con fe,
tradición y diversión. El enladrillado de la capilla mayor se hace en 1602,
recogido en el libro de visitas o de fábrica, mediante la actuación del prelado
Francisco Martínez Cenicero, que fue recientemente restaurado su retablo de
estilo barroco, confeccionado por Bernabé Fernández en 1705. Consta de un solo
cuerpo y tres calles con hornacinas profusamente decoradas con motivos
vegetales. Cuenta con una pequeña sacristía hecha con piedras y maderas de los
alrededores con la indicación de Gaspar Rodríguez del Castillo en 1610,
concluyéndose en 1642.
Calle de La Galga |
A lo largo del año de 1651, siendo mayordomo el capitán
Andrés de Valcárcel y Lugo, bajo su auspicio se edificó la hechura de un lienzo
de pared, ventana de la capilla central y entrada meridional de cantería,
siendo de color rojo la que está al poniente. En su fachada destaca una
espadaña con dos campanas y un balcón de tea con acceso al coro. En su nave
conserva el arco toral apoyado en pilastras y columnas de capiteles góticos
grises y cubierta mudéjar, que es techumbre de par y nudillo con cuatro faldones,
limas, mohamares y cuadrantes en las esquinas con canes de perfil mixtilíneo
como bien diría Jesús Pérez Morera, doctor en Historia del Arte por la
Universidad de La Laguna.
Por la
lejanía con la parroquia de San Juan Bautista y las inclemencias climatológicas
surgían ciertas dificultades en la celebración de los cultos religiosos de
oficio. Para resolver tales inconvenientes el representante diocesano Alfaro
propuso que lo hicieran los frailes franciscanos, ya que tenían el convento de
Nuestra Señora de la Piedad en la localidad de San Andrés (Los Sauces) y,
también, una auditoría de las cuentas.
José María. Plaza |
Llegado el momento de tratar la configuración presente de los
minifundios descendientes del latifundio habido en épocas pasadas, podremos introducirnos
en el origen y peculiar manera de conseguirlo. Una vez arruinados los
propietarios y decididos a vender, es cuando comienza la participación de José
María Hernández, emigrante galguero retornado de Cuba. Fue quien vio la
oportunidad de no ser sometidos de nuevo a otro rico hacendado y, entonces, por
medio de una entidad bancaria, que acreditó a los vecinos, aconsejó a los
mismos hacerse con los préstamos a su alcance, consiguiendo las respectivas
escrituras notariales de adquisición, según los respectivos repartimientos. Lo
singular de su misión fue hecho con farol en mano y por cada una de las
familias. En reconocimiento se erige en la plaza central un monumento a su
memoria, que fueron conjuntamente inaugurados el 17 de diciembre de 2004 por el
exalcalde Leonardo Fajardo Muñoz.
Pastor. Mirador de San Bartolo |
Subiendo al mirador nos encontramos el recuerdo de una
leyenda de amor con la estatua del Salto del Enamorado, colocada hace once
años. El relato nos traslada a la existencia de un pastor prendado de una joven
lugareña, quien no correspondía a las pretensiones del muchacho. Llegado el
momento de la proposición debía acercarse al precipicio y girar tres veces
apoyado en su lanza con su cuerpo desprendido en el vacío, pero en el tercer
intento no lo consiguió. El cineasta Jorge Lozano Vandewalle rodó en formato
Single-8 en 1978, cuyo argumento hace alusión al texto de Antonio Rodríguez
López (1836-1901), consiguiendo al año siguiente el Primer Premio en la IV
Muestra de Cine Canario-americano en Las Palmas de Gran Canaria.
La satisfacción de dar
a conocer un trozo de nuestra isla, tan singular y excepcional, es un reto
inolvidable en mi bagaje cultural. Es parte de nuestra historia insular y
regional, aunque yo diría más nacional e internacional. Hay que apostar por
conservar lo que aún queda. Contar de sus raíces es hablar de sus orígenes.
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