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domingo, 1 de noviembre de 2015

SAN BARTOLO DE LA GALGA

La Galga de Puntallana. Vista panorámica
                              Al salir de Santa Cruz de La Palma con dirección norte por una carretera sinuosa con ciertas vistas panorámicas maravillosas hacia el océano y montañas circundantes, venciendo los muchos barrancos venidos desde las altas cumbres, ascendemos en un pronunciado desnivel de altitud sobre el nivel del mar para ser recibidos por Puntallana, primer pueblo y municipio de esa ruta, y que a pocos minutos llegamos al remanso del pago de La Galga para descender suavemente a la ciudad de San Andrés y Sauces. Es un barrio situado entre el cauce de Nogales al sur y al lado opuesto por el  de su mismo nombre. No sé sinceramente de donde proviene tal topónimo, aunque algunos se lo atribuyen por la hembra del galgo, perro de la Galia o raza canina autóctona española. 
                              No tengo vocablos para describir la belleza y, sobre todo, la sorpresa suscitada al observar las vistas desde ese lugar, donde se suceden unas tras otras, para recordarnos con sencillez y admiración la naturaleza abrupta con la riqueza superabundante de medios y condiciones apropiadas al entorno. Siempre me ha encantado y confieso estar enamorado de rincones familiares con tipismo histórico y único en la topografía de la zona. Los terrenos ubicados desde los montes del lugar hasta la costa pertenecían a la familia Poggio hasta principio de la centuria pasada, poseyendo una gran actividad comercial con una fábrica de frutas en conserva a gran escala fuera de la frontera del Archipiélago.
Ermita de San Bartolo. Siglo XVI
                              Nos dirigimos al núcleo principal en donde se halla una ermita del siglo XVI con un magnífico emplazamiento realizado bajo la tutela del párroco de ese entonces, Ismael Martín, el 1 de octubre de 1976, según reza en una placa de mármol adosada a una de sus paredes, siendo los gastos sufragados por los vecinos y colaboradores incondicionales.
        El nuevo recinto sagrado data de 1672 por orden del visitador eclesiástico Juan Bautista Pinto de Guisla (1631-1695), puesto que el anterior se encontraba en ruinas, habiendo sido aconsejada su reconstrucción treinta años antes por el presbítero José Tovar. En el arco de medio punto de la puerta lateral se puede leer dicha fecha de construcción, guardando en su interior un documento de 1515, frente a la vivienda de los señores hacendados conservada actualmente con notables modificaciones arquitectónicas.
Interior del templo. San Bartolo
                              Buscando datos nos encontramos que el templo estuvo con la advocación de Nuestra Señora de La Galga, La Piedad y, hasta hoy, apóstol San Bartolomé, popularmente conocido por San Bartolo, pequeña imagen del XVI o XVII, cuya fiesta se celebra por motivo de su onomástica, 24 de agosto, con fe, tradición y diversión. El enladrillado de la capilla mayor se hace en 1602, recogido en el libro de visitas o de fábrica, mediante la actuación del prelado Francisco Martínez Cenicero, que fue recientemente restaurado su retablo de estilo barroco, confeccionado por Bernabé Fernández en 1705. Consta de un solo cuerpo y tres calles con hornacinas profusamente decoradas con motivos vegetales. Cuenta con una pequeña sacristía hecha con piedras y maderas de los alrededores con la indicación de Gaspar Rodríguez del Castillo en 1610, concluyéndose en 1642.
Calle de La Galga
                              A lo largo del año de 1651, siendo mayordomo el capitán Andrés de Valcárcel y Lugo, bajo su auspicio se edificó la hechura de un lienzo de pared, ventana de la capilla central y entrada meridional de cantería, siendo de color rojo la que está al poniente. En su fachada destaca una espadaña con dos campanas y un balcón de tea con acceso al coro. En su nave conserva el arco toral apoyado en pilastras y columnas de capiteles góticos grises y cubierta mudéjar, que es techumbre de par y nudillo con cuatro faldones, limas, mohamares y cuadrantes en las esquinas con canes de perfil mixtilíneo como bien diría Jesús Pérez Morera, doctor en Historia del Arte por la Universidad de La Laguna.
                              Por la lejanía con la parroquia de San Juan Bautista y las inclemencias climatológicas surgían ciertas dificultades en la celebración de los cultos religiosos de oficio. Para resolver tales inconvenientes el representante diocesano Alfaro propuso que lo hicieran los frailes franciscanos, ya que tenían el convento de Nuestra Señora de la Piedad en la localidad de San Andrés (Los Sauces) y, también, una auditoría de las cuentas.
José María. Plaza
                              Llegado el momento de tratar la configuración presente de los minifundios descendientes del latifundio habido en épocas pasadas, podremos introducirnos en el origen y peculiar manera de conseguirlo. Una vez arruinados los propietarios y decididos a vender, es cuando comienza la participación de José María Hernández, emigrante galguero retornado de Cuba. Fue quien vio la oportunidad de no ser sometidos de nuevo a otro rico hacendado y, entonces, por medio de una entidad bancaria, que acreditó a los vecinos, aconsejó a los mismos hacerse con los préstamos a su alcance, consiguiendo las respectivas escrituras notariales de adquisición, según los respectivos repartimientos. Lo singular de su misión fue hecho con farol en mano y por cada una de las familias. En reconocimiento se erige en la plaza central un monumento a su memoria, que fueron conjuntamente inaugurados el 17 de diciembre de 2004 por el exalcalde Leonardo Fajardo Muñoz.
Pastor. Mirador de San Bartolo
                              Subiendo al mirador nos encontramos el recuerdo de una leyenda de amor con la estatua del Salto del Enamorado, colocada hace once años. El relato nos traslada a la existencia de un pastor prendado de una joven lugareña, quien no correspondía a las pretensiones del muchacho. Llegado el momento de la proposición debía acercarse al precipicio y girar tres veces apoyado en su lanza con su cuerpo desprendido en el vacío, pero en el tercer intento no lo consiguió. El cineasta Jorge Lozano Vandewalle rodó en formato Single-8 en 1978, cuyo argumento hace alusión al texto de Antonio Rodríguez López (1836-1901), consiguiendo al año siguiente el Primer Premio en la IV Muestra de Cine Canario-americano en Las Palmas de Gran Canaria.
                              La satisfacción  de dar a conocer un trozo de nuestra isla, tan singular y excepcional, es un reto inolvidable en mi bagaje cultural. Es parte de nuestra historia insular y regional, aunque yo diría más nacional e internacional. Hay que apostar por conservar lo que aún queda. Contar de sus raíces es hablar de sus orígenes.

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