Fogón de una cocina |
Es una proeza visitar las viejas mansiones y ver su cocina
para comprender la dura labor de antaño en tan valioso relicario y compararlo
con las actuales innovaciones. Mi imaginación vuela rápidamente a más de la
mitad del siglo XX, a los primeros cincuenta años, cuando las damas con batas largas y delantales atados a su cintura escenificaban singulares faenas, que
un pintor costumbrista plasmaba en sus lienzos y que hoy se dan por llamarse bretonas.
Como si fuera una historia, relato lo vivido en la década de
los cuarenta cuando jugaba a la pelota con pantalón corto. Los calderos
ennegrecidos se ponían al lado de los fogones
para ser utilizados en hacer la cocción, por cierto, estoy hablando del
tiempo de la única comida al día.
Vieja cocina de carbón |
Se compraba el carbón
vegetal, que se hacía en las ciudades, mientras en las zonas rurales o
campos se utilizaban la misma madera extraídas de las ramas de los árboles y
cortada en trozos. Las llamas para que se hiciese las brazas se mantenían con
ligeros movimientos de muñeca, agarrando con fuerza el abanador, se disfrutaba del buen sabor a hogar oliendo a leña. Una
imitación son las barbacoas.
Soplillos |
Fue necesidad en las islas por la escasez de medios
energéticos baratos y renovables al alcance de una población con dificultades
distintas de la Península. Surgieron posteriormente las de petróleo con su infiernillo, más limpias y
vanguardistas en épocas más adelantadas a las crisis.
El conocimiento nos enriquece notablemente en pro de un
bienestar, que se ha transformado en cultura con nuevos bríos de progreso. La
tecnología forma parte del desarrollo de los pueblos para sentirnos felices con
el cambio social experimentado a lo largo de la vida y evolución del hombre.
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