Se sigue subiendo por una vía sinuosa que nos lleva al
mirador, invitándonos a ver la parte alta del municipio, se contempla la ciudad
y Puntallana. Desde aquí divisamos la casona señorial de la Quinta Verde a los
pies y los Molinos de Bellido un poco más hacia el oeste. El barranco de los
Dolores, que hoy se encuentra soterrado bajo la avenida de El Puente. La propia
carretera de acceso ofrece vistas puntuales sobre el lado sur, que incluye el
muelle capitalino y el Risco de la Concepción de Breña Alta.
Llena de leyendas recreadas por músicos y poetas, con un
amplio y bello paseo por su fachada principal dando acceso a un patio interior,
pervive como una foto fija de una enorme potencia estética con vivencias reales
o imaginadas, fruto de los más furtivos pensamientos humanos creados por el más
leve misticismo de diversas creencias y movimientos sociales, culturales y
libres pensadores, pero huérfana de una finalidad de uso, de una vida coherente
con el valor patrimonial que posee, siendo la finca un inmueble tan entrañable
y sentimental declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
Tiene en su haber un rico bagaje histórico y literario con
reminiscencias masónicas, en donde el silencio te susurra al oído y la mirada
se paraliza sumida en lo más hondo de tu ser. En ella se respira los ruidos y
cantos primaverales, embalsamadores de vida y de plena libertad, manifestado
con la brisa de montañas que apresuradamente circulan hacia el cercano mar, que
en un antaño fuera interrumpida en tiempos invernales por el brusco saltar
entre las piedras de las aguas torrenciales venidas desde las cumbres.
Los Molinos de Bellido, lo segundo, que se ve desde este
rincón con nombre, son edificaciones del XVI, impulsados por la caída de la
canalización del agua, que servía para la molienda del cereal, popularmente
conocido por grano, y a la obtención del gofio, exquisito alimento canario.
La propiedad de los molinos recaía antiguamente en nobles y
burgueses, pues era bienes suntuarios de difícil adquisición, cuyas
reparaciones resultaban costosas, siendo arrendadas a molineros por periodos de
tiempo estipulados contractualmente.
La evolución de la tecnología a lo largo del XX, llevó al
desuso de los mismos, tal como habían sido concebidos en sus comienzos, ya que
se conseguía una mayor rentabilidad y una menor dependencia de los elementos
naturales. Sus vestigios, como testigos del pasado, son ejemplos de
sostenibilidad y de un uso ecológico de la energía para actividades
industriales.
A lo lejos, se divisa, entre otras construcciones, La
Palmita, colegio de Santo Domingo de Guzmán. Desde la fecha de 1908, ha
desarrollado su labor docente en el seno de la sociedad de Santa Cruz de La
Palma, habiendo pasado por sus aulas generaciones de niñas, niños y jóvenes
Otorgó testamento ante el notario Aurelio Gobea Rodríguez a
14 de marzo de 1907, y en su cláusula sexta dice textualmente: “Quiero y
dispongo que con las fincas que expresaré en este mi testamento, se constituya
un Instituto benéfico para la educación de huérfanas, señalando como local la
casa enclavada en la finca titulada La Palmita, bajo las órdenes y dirección
del Excmo. e Iltmo. Señor Obispo de Canaria Doctor Fray José Cueto Díez de la
Maza, o para cualquier otra institución que dicho Señor Obispo tuviese por
conveniente, de carácter benéfico-religiosa”.
Sin embargo, aunque muy tarde, su última voluntad sí pudo ser cumplida por la Congregación. El 5 de junio de 1953, se trasladaron solemnemente sus restos a la Capilla del Colegio.
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