El término solsticio de verano proviene del latín sol (Sol)
y sistere (permanecer quieto), también, solsticio vernal, ocurre durante el
verano de cada hemisferio, norte o en el sur. Lo hace dos veces al año, dos
momentos en los que el Sol alcanza su posición más alta en el cielo, como se ve
desde el polo norte o sur.
Sucede durante el verano boreal, en el hemisferio norte, y
el de verano austral, en el hemisferio sur. Según el calendario gregoriano, el
solsticio de verano se presenta entre el 21 y 22 de diciembre de cada año, en
el hemisferio sur, y entre el 20 y el 21 de junio, en el hemisferio norte.
Para quienes no sepan todavía, la estación oficial del
verano, comenzó a las 16.58 horas en horario peninsular español, una hora menos
en Canarias, el miércoles, 21 de junio del presente año, con la fuerza esperada
y sin sobresalto.
En el solsticio de junio el Polo Norte se encuentra más
inclinado hacia el Sol, que durante cualquier otro día del año. Esto significa
que en estas latitudes se vive el día más largo y la noche más corta. En el
lado opuesto pasa lo contrario, ya que junio trae el de invierno y el día más
corto.
Durante el verano recibimos más luz solar, pero esto no
significa que el primer día sea el más caluroso. La atmósfera y el mar actúan
como barrera para el calor, absorbiendo y sirviendo de pantalla a los rayos
solares, que, entonces, necesitan varias semanas para liberar esa energía,
teniendo como resultado, que los días más calurosos del verano, normalmente,
coinciden en julio o agosto.
Recientemente, los arqueólogos han descubierto restos de un
observatorio astronómico en una ciudad maya enterrada en Guatemala, en la que
los edificios estaban diseñados de modo que se alineaban con el Sol durante los
solsticios.
Para muchas culturas modernas, ya no son tan importantes,
cómo se celebran, sino la manera que se hacen para divertirse y estar alegres
en lugares de ocio. Las únicas personas que realmente prestan atención a lo que
pasa en el exterior de forma regular son los neopaganos y los agricultores,
porque para ellos es importante las estaciones de cultivos y de cosechas.
El calendario, desde épocas remotas, jugaba un papel
notable, mucho más de lo que lo es ahora, en un mundo invadido por el cambio,
consumismo y con las nuevas técnicas sustitutivas en electrónica, conservación
de alimentos, industrias u otros medios exotéricos. La gente quería saber qué
era lo que iba a ocurrir, para poder estar preparados, aunque seguimos
pendientes de las informaciones meteorológicas a través del móvil, prensa, radio y Tv.
En la actualidad somos una cultura mucho más de interior, por lo que tenemos
menos conexión con el cielo.
Las culturas antiguas y algunas religiones modernas prestan
mucha atención a algunos alineamientos naturales y hay mucho misticismo y
poderes sobrenaturales unidos a esto.
Está asociado a las fiestas de San Juan, que nacieron como
rituales agrícolas más tarde adaptados por la religión cristiana.
En nuestro país, la Noche de San Juan se hace con gran
holgorio. En algunos lugares se salta sobre las llamas, en otros se camina
sobre las ascuas o brasas, se lanza pirotecnia o fuegos artificiales, se queman
artículos viejos o inservibles… Junto con el fuego, el agua es el otro
elemento básico utilizado para dar la bienvenida al verano, ya que en muchas
localidades costeras las hogueras suelen acompañarse de baños en el mar, que en
un primer momento pudieron tener una intención purificadora.
El sol es un símbolo de vida y de luz, que asociado a los
rituales con fuego eran algo común entre todas las civilizaciones antiguas.
El agua limpia y trae la fertilidad. Se dice, por ejemplo,
que a partir de las 12 de esa noche el agua está bendecida y es milagrosa. Trae
salud, alegría y felicidad.
Resumiendo lo expuesto no dudamos en afirmar que las festividades viven de mitos y costumbres, heredadas de generaciones anteriores, que transmiten el ímpetu de hacerse real y meritoria de continuidad.
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