No encontré mejores vocablos para titular mi sorpresa cuando leía en la Prensa que a principios de 2011 estará terminado el museo de la seda en El Paso. Con razón dicha ciudad es digna de los mejores elogios por su fructífera trayectoria en pro de conservar la tradición y, así, incrementar su patrimonio socio-cultural. Es una población de 135,92 kilómetros cuadrados de superficie, un 19,19% de la Isla y una altitud de 644 metros.
Uno de los elementos más relevante de la artesanía pasense, incluso de La Palma, es la seda. Es una actividad secular de una a otra generación, utilizando en su producción los mismos rudimentarios aparatos, que se emplearon en la primera mitad del siglo XVI. El largo y complejo proceso se inicia con la semilla, los huevos de la mariposa del gusano, que por la metamorfosis natural del invertebrado se transforman y se alimentan de las hojas de morera. Una vez hecho el capullo se saca la seda antes de los veinte días. Sigue como parangón a otros quehaceres una laboriosa labor de secado, preparación para llevar al telar y la confección del tejido.
Reflexionando sobre los datos anteriores, no nos quepa la menor duda, que es necesario la apertura del centro. La importancia que tiene es inconmensurable y toma parte de un hito, que demandará un servicio público y conocimiento de los numerosos visitantes. Las costumbres de un pueblo hay que pregonarlas, porque son las protagonistas de la historia del mismo.
Subamos el telón y hagamos realidad los múltiples planes exigidos por la comunidad de vecinos para mejorar la economía del Valle o Comarca Oeste. El esfuerzo es aplaudido por ser premio a un bregar, algunas veces cansino y silencioso. Enhorabuena al edil del área por el logro, aunque con recelo sigamos esperando la inauguración de la anhelante obra.
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