Lo denomino en singular, porque su origen fue sencillo y
original en uno, aunque luego se multiplicó hasta el presente, creando su
propia esencia de espectáculo festivo, alegre y bullicioso por ser el alma de
un pueblo amante de sus raíces, arraigadas al sentir de generaciones ansiosas
de ofrecer lo mejor de las fiestas patronales del Arcángel San Miguel de la
Villa y Puerto de Tazacorte. Cabalga con ilusión, potro de caña y papel, por
las calles al ritmo de pasacalles como el “Vuela, vuela palomita”.
No se sabe como surgieron, aunque hay muchísimas suposiciones
fundamentadas en documentos o detalles concretos. Así se transforman la
nostalgia y añoranza de un ayer muy lejano en jolgorio tradicional, popular y
bien cuidado por los bagañetes. El ambiente callejero irradia verdadero
regocijo para ser la catapulta del año venidero en las mismas fechas.
Corretean, danzan y van de aquí para allá y de allá para acá buscando la
sonrisa de los demás, regalando lo insospechado a los presentes, que llevarán dentro
del corazón, latente de emoción.
El final de la primera mitad del siglo XX, por el año 1944, se
nos presentó pletórico y desafiante en la cultura, rama folclórica y musical,
llegada de afuera y desde el otro lado del azul océano Atlántico, con semblanza
caribeña de Cuba, cuando fue incluida por primera vez en el programa de actos
en honor al santo Patrón.
Fue Julián, conocido por Eustaquio, Pérez y Pérez (1886-1971)
junto a su paisano Manuel, llamado el Piquito, Rodríguez Camacho (1893-1978),
emigrantes a la nombrada isla del Caribe, que a su retorno introdujeron la
construcción costumbrista del caballo fufo, actualmente continuada por un hijo
del primero y celosamente custodiado por una asociación, que pretende fomentar
y propagar todos los valores posibles de este gran evento.
Según la transmisión oral su nacimiento fue inspirado en un
juego de Cartas Españolas entre amigos, cuando observaron el naipe nº 11, para
crear un divertido motivo, en primer momento, de los Carnavales y después principal
componente y atractivo acto sanmigueleño del municipio palmero con más luz
solar.
El desfile está compuesto por dos filas de veinte jinetes
igualmente ataviados, guiados por una esbelta jirafa coordinando los cruces de
un lado para otro con el sonido de un silbato. Antes, el cortejo lo precedía
una burra con grandes orejones caídos y cubierta de papelitos oscuros. Desde
hace algunas décadas participan las mujeres, al final del recorrido. Los niños
y niñas lo hacen en días anteriores a la víspera, ya que los hombres será el 28
de septiembre, ofrenda tradicional.
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