Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria. Villa de Candelaria (Tenerife) |
En la reciente traída de la Santísima Virgen de Nuestra
Señora de La Candelaria a Santa Cruz de Tenerife y a San Cristóbal de La
Laguna, ciudades por derechos propios a acoger tan ilustre y meritoria
presencia mariana, se vivieron unas inolvidables jornadas de bienvenida y
hospedaje con actos cívicos y de cultos religiosos, tanto a la llegada como a
la despedida y al regreso a su basílica.
Es un fenómeno social de increíble magnitud, mucho más de lo
imaginado, que mueve los sentimientos de miles de personas católicas,
cristianas y fervorosas, creyentes o no, de todo el mundo. Los templos se
hallaban desbordados por la afluencia de centenares de fieles, procedentes de
cualquier rincón tinerfeño y de otras islas de la diócesis Nivariense,
asistentes con intención de cumplir promesas o de ofrecer la benevolente mirada
con el compromiso de solicitar un favor.
Interior de la Basílica. Detalle |
Se dicen tantas cosas de Ella, que ocupan un espacio grande
en el contexto de la mariología. Su infancia, maternidad, presencia en la
crucifixión de Jesús… la sitúan en el centro de la vida religiosa y del Santo
Evangelio, aunque en este último se nombra muy pocas veces como Madre de Dios y
discípula de su Hijo, artífice esencial de su actividad pública desde la boda
de Caná de Galilea hasta la Asunción, pasando por Pentecostés. Asume un
protagonismo oculto en el silencio mediador, ante el ángel Gabriel, entre “aquí
está la esclava del Señor” y “hágase en mí, según tu palabra”.
Se levantó deprisa y se puso en camino hacia la montaña,
hacia un pueblo de Judá, nos dice san Lucas y entró en casa de Zacarías y
saludó a Isabel. Era valiente, valentía de mujer, que llevan adelante la
familia, educación de los hijos, enfrentan tantas adversidades, dolor, curan
los enfermos… Se levantan y sirven. El servicio es signo de amor. Quienes no
viven para ser útil a los demás, no sirve para el Reino de los Cielos en la
alegría, como nos indica imperiosamente el papa Francisco, Jorge Mario
Bergoglio Sivori (1936).
Imagen de la Virgen. Detalle |
En las muchas venidas de la imagen de la Patrona de Canarias,
1,60 centímetros de medida, a lo largo y ancho de más de cuatro siglos, no todas
fueron para implorar la ayuda celestial, cuando sobrevenían calamidades,
sequías prolongadas, plagas de langostas
diezmando sembrados, epidemias, erupciones volcánicas, se veían amenazas
por ataques del exterior o de proteger la sagrada efigie del peligro de
saqueos…, como diría el lagunero Eliseo Izquierdo Pérez (1931), Cronista
oficial del lugar de referencia, en la prensa provincial del viernes, 19 y 26
de octubre del corriente, respectivamente, en ambas crónicas, sino por otros
motivos con connotación en determinados acontecimientos acaecidos en el marco
administrativo nacional.
En más de una ocasión
y para neutralizar la oposición de los frailes dominicos o de la curia
eclesiástica y obispos canarienses, de que no se moviera del santuario, el
Cabildo hizo valer su autoridad, apoyándose en la prerrogativa de su pertenencia al Real
Patronato. Solía permanecer, mientras se mantuvieran las circunstancias
prominentes, y, que una vez fue prolongada, aproximadamente, dieciocho meses.
Notificación. Benedicto XVI |
Ha sido siempre un símbolo entrañable de la singularidad,
máximo de la espiritualidad de los canarios, sin tener en cuenta el interés
ideológico y político, bello emblema acendrado en la unidad y nobleza de
sangre, que hunde sus raíces en la misteriosa sensibilidad del origen guanche.
La Morenita, conocida popularmente, se le apareció a los
aborígenes en la desembocadura del barranco de Chimisay (Güimar), 95 años antes
de la Conquista, en el periodo de 1392 al 1401, según la opinión mayoritaria lo
hizo a dos pastores de forma manifiesta, demostrando su origen divino, contado
por el religioso e historiador español Fray Alonso de Espinosa (1543-¿?) en
1594. Su advocación está relacionada a la historia del archipiélago.
Recibimiento apoteósico. Santa Cruz |
Sin más, el 26 de marzo de 1599, es nombrada Patrona de las
islas por Ippolito Aldobrandini (1536-1605), Clemente VIII. Ostentación que
posee con todo honor y mérito de considerarse digna de veneración y
representación de la CCAA como titular indiscutible. En la centuria
decimonónica, 13 de octubre de 1889, fue coronada canónicamente por el obispo
Ramón Torrijos y Gómez (1841-1903), gracias a una Bula de León XIII, Vincenzo
Giocchino Raffaele Luigi Pecci (1810-1903), convirtiéndose en la quinta de
España en recibir tal distinción y la primera del suelo insular.
Debido
a la supuesta desaparición de la primitiva talla virginal en el temporal de
1826, inmediatamente se le encargó al renombrado escultor orotavense Fernando
Estévez del Sacramento (1788-1845) la actual réplica de la sagrada escultura de
estilo neoclásico con formas realistas y barrocas. La nueva figura, distinta y
con nuevos aires de continuidad en el entorno devocional, empezó a surgir de
las gubias de tal insigne imaginero en agosto de 1827. Al principio, confundió
a los fieles, si bien pronto sería igualmente venerada como la anterior. Para
finalizar, diremos que fue restaurada en 1972 por Ezequiel de León Domínguez (1926-2008), del mismo
origen del antes mencionado, usando criterios lógicos y concretos.
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