A lo lejos, por el horizonte, se ven unas velas, que se
acercan cautelosamente, no deprisa, pero cada vez están más próximas, cercando
a la ciudad fronteriza de Santa Cruz de La Palma. Se sabe por las enseñas
enarboladas en sus mástiles, que son enemigos y amantes de rapiñas. Se observan
extraños movimientos de desplazamientos y desembarco, como si fuera un ataque
por sorpresa que, ocasionado por la casi nula defensa, la población ribereña
quiso repeler audazmente e inmediatamente por el tono avasallador de los
intrusos, de forma gallarda sin más armas, que la decisión unánime de persuadir
tal vil atropello a nuestro patrimonio ciudadano, religioso y cultural.
La destrucción de la capital fue severamente grande con
ensañamiento al arte arquitectónico, escultural y documental, sin contemplación
al daño hecho, que se transforma en una historia de coraje por defender lo
propio, la tierra y a su gente. Lo anterior nos concede un matiz de heroísmo y
en circunstancias adversas vierte un tinte especial a cada uno de los
protagonistas, después de cuatrocientos sesenta años.
El intento de invasión
en 1553 por el corsario francés François Le Clerc (¿?-1563), Pata de
Palo, fue la causa del auge de la piratería asociada al descubrimiento y
posterior explotación del Nuevo Mundo, conflictos entre las grandes potencias,
puesto que los piratas estaban fuera del control y del amparo de cualquier
país.
Las Canarias se convirtieron, conjuntamente con las Azores,
en lugares estratégicos en las rutas marítimas de Europa, Asia y de América por
los preciados tesoros y especies. Esta situación provocaba, también, que los
barcos anclaran a aprovisionarse de agua y alimentos necesarios y, no obstante,
de camino atacasen algunas zonas costeras. Su procedencia fue de todos los
orígenes posibles, principalmente ingleses, franceses, berberiscos y de
Flandes. Desde los primeros años de conquista se produjo ataques de saqueos y
capturas de indígenas para el tráfico ilegal e indigno de esclavos, como mano
obrera barata para la agricultura y explotación del comercio y servidumbre
doméstica en el establecimiento del nuevo régimen colonizador.
La inseguridad, no sólo para navegar por las islas, se
incrementó grandemente en la vida de los isleños frente a la invasión de
extranjeros, que sugirió la figura del Capitán General con funciones, tanto
militares como políticas, en el ámbito territorial del archipiélago, que hizo
dotar de ingenieros para subsanar los maltrechos y escasos castillos, torres y
baterías existentes, aumentando el número de dichos baluartes en sitios
estratégicos. Aparte de una mejor defensa, hizo que descendiera notablemente
los nefastos accidentes y que las poblaciones y capitales se asentaran en la
costa, ganando en importancia y desarrollo respecto a las del interior.
La recreación teatralizada que rememora el intento de toma de
la ciudad, que tuvo lugar el domingo, 4 de agosto, VI Edición, DÍA DEL CORSARIO, con humor y
sarcasmo de un grupo de actores amateurs, que en su totalidad fueron más de
ciento cincuenta participantes.
La representación tuvo diferentes escenarios a lo largo del
casco urbano, espacios seleccionados. A continuación describo el PROGRAMA 2019 repartido: “La obra nos sitúa en los actos que
acontecieron en Santa Cruz de La Palma entre el 21 de julio y el 1 de agosto de
1553. Tan solo 60 años después de la conquista la isla ya bullía de esplendor,
culturalmente y riquezas, fruto de su puerto, gran enclave comercial del
momento.
ACTO I. BATALLA EN
EL CABO DE AGUER. Plaza de La Alameda. Una flota flamenca,
cargada de azúcar y arte navega por el cabo de Aguer, frente a las costas
africanas. De pronto, son interceptados por unos corsarios franceses,
entablándose una férrea batalla. Los franceses al mando del capitán Blondel
salen victoriosos y capturan una nave flamenca mientras algunos supervivientes
consiguen huir, perseguidos hacia la Palma.
ACTO II. DESEMBARCO
CORSARIO. Plaza de La Alameda. La enemistad de
Francia y España se dilata ya más de 30 años, los capitanes franceses, con el
beneplácito de su rey, hacían de las suyas con los valiosos cargamentos
hispanos. Al frente de una de esa flota estaba François Leclerc, Pata de Palo. Al
amanecer del 21 de julio, 7 naves con más de 600 hombres desembarcaron por el
barrio del Cabo, al norte de la ciudad, atrayendo a unos pocos, entre ellos el
padre Juan del Manzano y algunos franciscanos, que pronto intercedieron por un
pueblo pacífico. No obstante, la facilidad de la contienda hizo que Leclerc no
bajara del barco, otorgando el mando del asalto al despiadado Jacques de Sorés,
apodado el ángel exterminador.
ACTO III. EL PUEBLO
DESPIERTA. Plaza de San Francisco. La ciudad se
despierta el día de la Magdalena, la gente sale del templo y dialoga en el
mercado. De pronto, la calma se rompe con un grito de Leonor del Manzano, que
ve llegar el cuerpo de su hermano muerto. Llegan entre el gentío los primeros
rumores de una invasión, los gobernantes tratan de calmar a un pueblo
aterrorizado, mientras un capitán flamenco llegado hace días revela una verdad
incómoda y unos cabreros aparecen dispuestos a plantar cara al enemigo.
ACTO IV. LA TRAMPA Y
EL SECUESTRO. Balcones de la Avenida Marítima. Los corsarios, llevan días saqueando la ciudad, la mayoría de la
población ha huido al monte, sin embargo, hay una valerosa resistencia palmera
al mando de Baltasar Martín (Pedro Hernández de Justa), el capitán flamenco y
las autoridades isleñas, que acorrala a los franceses en la Plaza de la Aduana.
Cuando todo parece perdido para los corsarios, aparece Melchora de Socarrás, la
alocada mujer del Regidor, quien es apresada y ocasiona que se emita un bando
que prohíbe maltratar a ningún francés bajo pena de muerte.
ACTO V. FIESTA
PAGANA. Plaza de España. Los franceses, intocables, llevan
días festejando. Bailan, ríen y tocan instrumentos, despreocupados y ebrios. No
obstante, algunos palmeros sitian la ciudad, hasta que uno de ellos, Juan Ángel,
no aguanta más tal ofensa y captura al sobrino del mismísimo Leclerc provocando
la ira francesa.
ACTO VI. EXPULSIÓN
DE LOS FRANCESES. Plaza de Santo Domingo. Tras diez días de
pillajes y enfrentamientos, los franceses yacen ebrios, mientras la ciudad
arde. En este momento, un pueblo unido baja a presentar la última batalla, por
su Dios, su Rey y sus vidas”.
Lo interesante del episodio es la presencia de un joven
pastor, robusto, aguerrido y ferviente creyente, natural de Garafía, vecino del
pago de Juan Adalid, Baltasar Martín (c. 1520-1553). Fue el líder de la
contienda por la parte local. Muchos de los pormenores de su biografía son
desconocidos, si bien hay constancia de que los hechos, que lo hicieron famoso,
son objetivamente históricos.
Ofreció una resistencia valiente, que lo transportó a la
universalidad del conocimiento del mismo, aunque su lugar de nacimiento está
lamentablemente opaco por la destrucción de los libros de Bautismo en el
incendio ocurrido en la iglesia de San Antonio del Monte, siendo el actual
templo una reconstrucción de aquel.
Estando en la fecha indicada del desembarco
en El Roque de los Muchachos, desde donde se puede observar la ensenada capitalina,
tercer puerto europeo detrás de Sevilla y Amberes, al igual que en los Andenes,
su atención lo motivó a acudir presurosamente a cumplir con su deber patrio.
¿Es un mito o no lo del personaje descrito? ¿Está o no bajo
la lápida, que describe su ubicación? La leyenda o transmisión hasta hoy nos
dice, que una vez victorioso del hecho bélico fue a dar gracias al Padre Eterno
en la iglesia conventual del cenobio franciscano de la Inmaculada Concepción y
que un fraile lo confundió por un enemigo, arrojándole una teja a la cabeza,
desde el balcón del campanario, falleciendo inmediatamente.
Frente a la plaza y al pie de la entrada principal del
sagrado recinto, en una losa de mármol blanco, reza lo siguiente: “AQUÍ YACEN/LOS RESTOS DEL INSIGNE PATRIOTA/BALTASAR
MARTÍN/QUIEN DEFENDIÓ HEROICAMENTE A/SANTA CRUZ DE LA PALMA/DE LOS PIRATAS QUE
LA/INVADIERON/EL 21 JULIO 1553/OBLIGÁNDOLES A REEMBARCARSE/EL 1 AGOSTO
1553/MURIÓ A LA PUERTA/DE ESTE TEMPLO/HOMENAJE/DEL AYUNTAMIENTO DE GARAFÍA/SU
PUEBLO NATAL”.
Tanto su Villa como la Ciudad han dedicado diversos espacios
públicos urbanos, lúdicos y culturales a su nombre. En la primera posee un
busto, plaza, calle y biblioteca. Y, la segunda, por motivo a cambiar la
denominación de una de las vías, Molinos por el indicativo nominal de dicho
héroe, nuestra corporación municipal recibe de aquella otra, 2 de marzo de
1901, el escrito de gratitud siguiente: “Garafía,
11 de febrero de 1901. Muy distinguido Sr. nuestro: Faltaríamos a los deberes
que el patriotismo y la gratitud nos imponen, si dejáramos de aplaudir como
palmeros, y agradecer como vecinos de Garafía, el acuerdo tomado por ese
Excelentísimo Ayuntamiento de poner el nombre del invicto Baltasar Martín, hijo
de este pueblo, a una de las calles de esa población; acuerdo justísimo que, al
honrar la memoria del heroico garafiano
que supo valientemente castigar la osadía de los piratas franceses que
invadieron esa ciudad el 21 de julio de 1553, perpetúa a la par el recuerdo de
tan memorable suceso, página gloriosa de la brillante historia de nuestra
querida Palma. Sirvan pues, estas líneas de entusiasta felicitación al
Excelentísimo Ayuntamiento por el acto de justicia que con ese acuerdo ha
realizado”.
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