en la triste flor, marchita y oscura,
que al pasar el tiempo sutil procura
estar viva como cualquier latido.
Mi sediento corazón abatido
sólo piensa avivar esa amargura,
manteniendo la llama y la dulzura
de un amor inexistente y sufrido.
La tenaz esperanza me sostiene
esta ardiente fragancia de sus
pétalos,
reflejo de un suspiro que no tienen.
Con mi alma apenada, te dije: Corta
los espinosos tallos que retienen
la vital savia a las inertes aortas.
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