Felipe Santiago Fdez. C. |
La manera más correcta de recordar a mi amigo Felipe Santiago
Fernández Castillo (1947-1990), fallecido en Santa Cruz de La Palma, en la
misma ciudad que le vio nacer, conocido por SANTI o EL RUBIO, es escribir sobre
su valor artístico, que fue bastante elogiado en un amplio marco musical por
Canarias, miembro de varias agrupaciones de cantos y cuerdas con las que
recorrió escenarios nacionales e internacionales. Recordar sus palabras,
sentimientos, amor… es acentuar su estado de ánimo siempre jovial y
participativo.
Autodidacta en su formación musical, fue fundador y director
de Los Viejos, fundado en 1968, siendo los pioneros en la recuperación y
difusores de la música cubana. A ellos se añoran numerosas letras de canciones
populares, tomadas como savia en el cancionero isleño y tonadilla de las
mejores veladas del grupo.
Su memoria no desaparecerá de nuestra mente, convirtiéndose
en preciada joya del folclore en sonoro y cristalino naciente, cual fuente de
nacaradas gotas de agua, donde podrán saciar su sed las generaciones ávidas de
investigar las profundas vertientes de nuestro tipismo, siempre vivo.
Puntual en la cita anual de cada diciembre con la rondalla de
Los Divinos. Excelente cantador y folclorista, que supo interpretar con
maestría y peculiar estilo los diferentes esquemas del folclore isleño.
La enfermedad padecida no fue una crueldad, sino un
instrumento del que se sirve nuestra propia alma para mostrarnos la labor
callada y paciente, para devolvernos a la senda de la verdad y del encuentro
definitivo. Los avatares de nuestros pasos en las horas finales de la vida nos
reflejan los pensamientos más profundos de cada uno. La fe en el Señor sería
ese pensamiento final de Santi para cada uno de nosotros, para los suyos, para
los que le conocieron… Al igual que Moody, el gran evangelista y pastor, quien
exclamó: “Yo veo que la tierra va alejándose, la puerta del cielo se está
abriendo, Dios me está llamando”.
El timple. Instrumento de cuerda |
Sólo me he limitado a abrir la memoria a la labor de Felipe
Santiago, conjuntamente con las palabras de María Nieves Samblás en su obra
poética “Pétalos de Arena” y en su poema a SANTI (a tu memoria):
-Sufriste como un Cristo resignado
en tu lecho de rosas y de espinas,
y a tu nombre una cruz, quedó enramada,
cual lumbre que prendiera tu destino.
“Madrina: Me dijiste. Ven a verme.
Me haces muncha falta. No demores”.
Y acaricié tu piel, como de arcángel,
y mitigué, ese instante, tus dolores.
Pero, yo sé, que Dios Omnipotente
sabiéndote tan noble y artesano,
quiso llevarse con Su diestra al Cielo
el arte, que brotara de tus manos.
Esparciste, esencias de “canela”
cual mensajero alrededor del mundo.
Y es de tu huella
aroma tan profundo.
Que, permanecerás,
ungiendo nuestras almas
junto a la Madre Palma…
Hijo del corazón. Ahijado mío.
Finalizo de forma apoteósica expresando que fue un palmero
excepcional. Halagaba siempre lo incomprensible e irreal de su imaginación, que
se transformaba súbitamente en disfrute con semblante de hombre de talento.
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