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Arriba el telón. Acto primero |
El teatro como arte para el futuro me alienta a escribir
líneas y más líneas, en un contexto de igualdad con el mundo actual, adaptación
y exigencia en el cambio social y cultural. Contradiciendo el sentido de lo
dicho por el dramaturgo Pedro Calderón de la Barca (1600-1681), en su obra “La
Vida es sueño”, de que los sueños, sueños son, en algunas ocasiones se
convierten en pura realidad, auténtica y única en parámetros de sentencia
limítrofe entre lo ficticio y auténtico. Es un mito en la vida de muchos,
amantes de la escena y de a pies.
Nada habrá que decir como actividad artística, ni como un
todo complejo y heterogéneo, que no se sepa. Sólo deseo contribuir con mi
modesta aportación a engrandecer la efeméride, Día Mundial del Teatro. Recuerdo
que una de las preguntas, que la actriz española, vallisoletana, María Dolores
(Lola) Herrera Arranz (1935), tuvo que responder con precisión y contundencia,
27 de marzo de 2001, fue si el teatro algún día morirá por medios de difusión
más tecnológicos y sofisticados. Jamás morirá, dijo, a pesar de que el cine y
la televisión acaparen la atención del espectador con todos los medios a su
alcance, de forma fácil y sencilla, para penetrar en los hogares alardeándose
de los adelantos científicos de las últimas décadas.
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Escena en plena ejecución |
Solidario con la opinión de un experto en esta materia, creo
que nunca dejará de existir, sino se reforzará a través del tiempo por una simple
razón lógica y existencial, porque la vida es pura tramoya y nosotros
desempeñamos un papel como protagonistas sometidos a la presión y al estrés de
todos los días. Que más tarde plasmamos en los escenarios en medio de telones y
candilejas, sin persuadirnos que asistimos a él por impulso. No es tan solo el latir del corazón convertido en diálogo y
situaciones, también consiste en la panacea de nuestras iniciativas,
pensamientos y de aquello que la humanidad lleva consigo, creativo y original.
La asistencia a las representaciones e interpretar el silencio del espectador
nos obliga a pensar que el entramado escénico perdura o no en el futuro. Es la
punta del iceberg, hoy y siempre, para ser la esencia viva de las diversas
formas derivadas y fundamentales en su origen. Lo segundo, existencial por antonomasia, nos indica a comunicarnos
con hechos grandilocuentes desarrollados en un reducido espacio,
transformándose en audaz declamación. Ha nacido para fundirse en el deleite del
ser humano. Me atrevo a decir, que es un placer de dioses para darnos a tomar
el elixir de la pléyade.
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Diseño de escenografía |
Comentar su historia es algo interminable, tan largo como
innumerables las obras escritas durante la era antigua de Virgilio, Platón y
Dante hasta la contemporaneidad de cientos de miles de escritores. Huellas
imborrables que marcan distintas etapas en las Letras e ingenio de auténticos
maestros, sobreviviendo a los avatares del mundo, sin pensar en crisis. ¿Qué más diríamos que no se haya dicho? ¿Acaso nos hemos
imaginado alguna vez una ciudad sin teatro y un teatro sin actores? ¿Qué otra
iniciativa inculcaríamos en el alma teatral, sino la fuente de la sabiduría
sabia y espontánea, creativa y sensual? Sería una ciudad sin jardines, árboles,
flores, etc., etc., etc. Sin lo principal para seguir el pulso, codo a codo, de
proclamar la libertad del espíritu. Una mirada literaria fuera o no necesaria a
un único objetivo, sería trascendental para el pensamiento. Es un compendio de
musicalidad, armonía, cordialidad y una ilimitada sucesión de virtudes. Nunca será duda, en cuanto sea el Parnaso y jardín del Olímpo
o de las Hespérides, mientras se mima como el recreo de hermosas mariposas
revoleteando el conocimiento humano. El reflejo de su bagaje adquirido, siglo
tras siglo, es identificado por las grandes actuaciones de actores y actrices,
verdaderos baluartes de la escena, interpretación e improvisación.
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abajo el telón. Finalización |
Con una voz se alza el fuste que sostiene el capitel de
famosos nombres y que son la solidez de una base robusta e indestructible. Les
invito a compartir los siguientes párrafos del novelista griego Iakovos
Kambanellis (1921-2011), que dice: “Creo que el teatro nunca dejará de existir.
Pienso, aunque esto pueda sonar paradójico, que este arte antiguo es también un
arte para el futuro. No por la voluntad de aquellos que crean el teatro,
autores, actores, directores, y todos los demás factores que contribuyen en una
representación, sino porque ustedes, la gente, el público todavía desearán que
exista en el futuro. Por tanto, creo que el teatro nunca dejará de existir porque
los hombres y mujeres no dejarán de vivir con la agonía del propio
conocimiento, con la necesidad existencial de ser espectadores de ellos mismos
y de sus acciones, o sea, con esos elementos de la sicología humana de los que
emergió el arte del teatro, de los cuales se ha reinventado durante miles de
años y de los que continuará renaciendo mientras que la humanidad sea el fruto
natural del amor”.
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